Opinión

Con guerra o sin ella, la economía nunca será la misma

Dos milicianos ucranianos controlan una carretera, a 2 de marzo de 2022, en Kiev (Ucrania)
Con guerra o sin ella, la economía nunca será la misma.
Diego Herrera Carcedo

El rápido paso de una situación de crisis sanitaria a una situación de crisis mundial como consecuencia de un conflicto bélico sume al sistema económico en una nueva situación de incertidumbre.

El Covid ha causado un enorme deterioro en la actividad económica. El tejido empresarial está seriamente afectado porque tiene que asumir una crisis de actividad que resulta evidente. La solución a esta incertidumbre venía de la mano de los Fondos Next Generation. Se quiera indicar o no, lo que es evidente es que el modelo económico que apoyan los citados fondos es un modelo diferenciado presidido por la economía verde y por el apoyo a los aspectos más tecnológicos.

Esta transformación, frente a lo que se nos indica, no puede ser inmediata. La capacidad de reformulación de los proyectos empresariales, de su transformación y del cambio del sistema anterior por el nuevo no es, necesariamente, una cuestión que se resuelve de forma inmediata ni a corto plazo. Es evidente que la transformación de los proyectos exige reglas diferentes, mercados alternativos, formas diferentes y, en lo que, al personal se refiere, grandes medidas de adaptación a las nuevas formas de realizar las cosas. La capacidad de que este esquema solucione a la corta el problema es más que compleja aunque es cierto que sirve para poner los cimientos de un nuevo sistema productivo y que, por tanto, abre una vía de futuro.

Pero, más allá de esta consideración general es lo cierto que el conflicto bélico ha introducido nuevos problemas. La puesta en discusión del sistema de abastecimiento mundial, la incidencia en el ámbito de la energía y de las formas de prestación del servicio eléctrico y, en pocas palabras, el que se trastoque el conjunto del sistema económico global es, qué duda cabe, un esquema adicional de incertidumbre.

En este punto el equilibrio de intereses es ciertamente complejo. Si se opera sobre la limitación de precios como medida razonable de protección de los ciudadanos se manda un mensaje de limitación del crecimiento por la vía del recorte de los beneficios y, por tanto de la rentabilidad. Los mercados, al menos hasta ahora, no son muy sensibles a esta pérdida de rentabilidad.

Si, por el contrario, se admiten los precios de mercado es evidente que la inflación opera como un factor de empobrecimiento de la sociedad por la vía del incremento de los precios.

Cabe plantearse, en este punto, qué va a ocurrir con los salarios. La idea de que los agentes sociales están intentando encontrar una vía para conseguir un denominado “pacto de rentas” ofrece una arista ciertamente ilusionante. Sacar de la extracción o de la espiral incrementalista los salarios comprometiéndose las partes a un crecimiento asumidos por todas ellas es un elemento más que razonable que puede limitar o contener la incertidumbre general que se proyecta sobre el sistema.

El problema, en este punto, está en cómo acertar. Para decirlo más claro en que magnitudes asumir para que el pacto tenga un mínimo equilibrio entre asegurar a los empresarios los costes salariales, a los trabajadores un margen de rentas que los saque de la tentación de mercado pura y, a todos, nos ayude a contener la situación o permitir que se vaya esclareciendo. Lo que es evidente es que el fin de conflicto bélico ayuda en mucho, en todo, pero no deja de proyectar una evidente repercusión sobre el sistema económico que no va a volver a la normalidad con la naturalidad esencial en la que nos querríamos situar.

A partir de este esquema, el acuerdo de las partes, de los agentes sociales y de los empresarios se presenta como un ejercicio de sensatez que puede proyectar al sistema económico, en su conjunto, una mínima seguridad de una de las muchas variables que hacen que, hasta el momento, la incertidumbre sea la clave o la esencia identificativa de la situación actual.

La responsabilidad que un acuerdo de este orden exige nos coloca ante la tesitura y la virtualidad de la consistencia de nuestros sistema económico. Probablemente no es solo si se quiere o se puede llegar a un acuerdo sino si realmente tenemos mínimas certezas sobre el sistema económico que se puedan sostener en los próximos meses/años. Las declaraciones continuas sobre que crecimiento se mantiene no empecen la incertidumbre actual sobre si las bases de ese crecimiento están, ahora, trastocadas como consecuencia del conflicto bélico.

Por tanto, una mínima certeza en los costes salariales para los próximos tiempos sería una gran noticia que sacaría del puzzle actual un elemento trascendental para la buena marcha del conjunto.

Mostrar comentarios