OPINION

Viajar desde el sofá

Máximo Huerta en 'Destinos de Película'
Máximo Huerta en 'Destinos de Película'

Por fin he vuelto a Venecia. Incluso he llegado a los pies del Hotel des Bains como si fuera Luchino Visconti en 1971. Paseo junto al Gran Canal, esa autopista atascada de turistas ansiosos, cruzo la plaza de San Marcos, diviso a dos novios debajo del Puente de los Suspiros. Dicen que si se besan ahí tendrán amor eterno. Romanticismo barato y tóxico, pienso. Subo hasta lo alto del Campanile, sin subir un escalón, porque Venecia es la ciudad del escalón. Porque estoy viajando desde el sofá. Es mi afición durante el confinamiento: recuperar programas de viajes como antídoto contra el encierro que nos protege.

El viaje virtual a Venecia ha sido culpa de Máximo Huerta. Estos días, va compartiendo en sus redes sociales los enlaces que te llevan directo a su programa 'Destinos de Película', que emitió TVE en 2016. Un recorrido por ciudades a través de las escenas de filmes que allí se rodaron. El formato, por tanto, cuenta con un un doble grado aspiracional, mezcla la ensoñación mitificadora del cine con la todopoderosa ilusión de un cuaderno de viaje que te van narrando protagonistas que viven el lugar en primera persona.

Y la sensación es rara, pues en este extraño tiempo que vivimos lo aspiracional también se ha mutado. La experiencia de conectar estos días con un documental viajero produce una impronta tan extraña como nueva, que jamás habíamos sentido. Un programa de viajes ahora se acerca a lo imposible, a lo que un día se pudo abrazar y ya no sabemos responder cuándo podremos volver a pretender. El deseo de imaginar ese viaje ya se entremezcla con lo prohibido y la nostalgia de terrazas, vinos y dulces sin desinfectante de manos.

Revisionando 'Destinos de Película' de Venecia, París, Berlín o ese Nueva York de Audrey Hepburn desayunando frente al escaparate de Tiffany's es curiosa la percepción de sentir atrás aquellas pequeñas ilusiones que normalmente soñábamos como futuro planificable. Ay, las nuevas y sencillas añoranzas... echar de menos estar ahí, rodeado de gente. Poco a poco retornaremos, pero mientras tanto la tele sigue siendo ese pasaporte a la curiosidad. Es su grandeza como fondo documental sin fecha de caducidad.

El archivo de la televisión, en sus videotecas bajo demanda 'a la carta' -esencial la oferta de TVE-, nos permite seguir viajando o, lo que es lo mismo, seguir descubriendo. Casi como almirantes que con su catalejo sortean el oleaje de contenidos del impacto de usar y tirar para atisbar la tierra firme de la calidad que nos salva. Y la industria audiovisual autóctona no debe perder esa perspectiva: intentar captar las historias que trascienden su época porque nos retratan, nos inspiran y nos hacen aspirar a crecer.

El futuro de la tele no está en entrevistas por webcam, está en continuar viajando con los pies en la tierra. Salir del despacho para plasmar con sensibilidad, estética y autoría los horizontes de la realidad. Realidades lejanas pero, también, las próximas y cotidianas. Que no se nos olvide. O nuestra mente tendrá menos capacidad de aprender viajando... Aunque no se pueda viajar.

PODCAST ))) Entrevista a Máximo Huerta en 'La Cabina':

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