OPINION

Gran Bretaña, ¿enemiga de la UE?

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¿Los británicos? ¿Enemigos de la Unión Europea?

Eso parece. Tras la Cumbre de la Unión Europea, el primer ministro británico nos ha dado la espalda. No aquiere dar más poder a la UE, no apoya crear una unión fiscal más fuerte, se niega a que le supervisen su economía... En fin, estos británicos, pensarán muchos, sólo quieren defender la libra, su economía, su banca, su bolsa, sus finanzas. Se cumple aquella frase engreída que solían repetir los ingleses, cuando había bruma en el Canal de la Mancha: "Niebla en el Canal; el continente está aislado".

Ahora es así. Pero hace 75 años fue lo contrario.

Los británicos fueron los que lanzaron en el siglo XX la idea más avanzada sobre la estabilidad mundial,la misma que se intenta hacer ahora en la Unión Europea.

Fue en 1944. Reunidos en un hotel de Bretton Woods, una pequeña localidad de New Hampshire, Estados Unidos, los representantes de 44 naciones decidieron poner las bases del “nuevo orden mundial”. Así lo llamaron. No había terminado la Segunda Guerra Mundial pero ya se veía venir el final: los alemanes perderían.

Lord Keynes, seguramente el economista más conspicuo de la época, propuso crear un organismo llamado International Clearing Union, que a su vez crearía una moneda denominada “bancor”, asentada sobre las divisas más fuertes, y que sería canjeable por las divisas de cada país.

Los gobernantes de las naciones se comprometerían a mantener equilibrio fiscal, y pagar una multa si sus déficits fiscales se excedían. A cambio, los países más saneados financiarían a los más pobres, y se lograría la recuperación de la demanda mundial. En realidad, Keynes estaba diseñando sin saberlo el esqueleto y los pasos de la futura Unión Europea, y también del ECU, la moneda que daría lugar al euro.

Desgraciadamente Keynes no era norteamericano sino británico. Su país, encima, debía una astronómica cantidad de dinero a Estados Unidos, y esta superpotencia atlántica no estaba dispuesta a dejar que los pobres británicos tomasen las riendas del nuevo orden.

Ante la desdicha de Keynes, que calificó de “intolerables” los borradores presentados por Carl Bernstein, del departamento del Tesoro de EEUU , se impuso el plan americano, consistente en establecer al dólar como moneda de referencia mundial. El billete verde estaría sustentado por su equivalente en oro, de modo que una onza de este metal precioso (del que EEUU acumulaba las mayores reservas del planeta), se canjearía por 35 dólares. Todas las monedas planetarias tendrían un cambio respecto al dólar. Eso era como dar un puñetazo en la mesa y decir: ¡Señores, aquí quien manda soy yo!

Keynes tendría palabras de desprecio para Bernstein. Pero al final ganó EEUU. Es decir, su moneda: el dólar. Imperium Mundi.

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