OPINION

Todo lo que aprendimos del terrorífico accidente nuclear de Fukushima

Japan Earthquake
Japan Earthquake
In this March 11, 2011, photo release Thursday, May 19 by Tokyo Electric Power Co. waves of tsunami come toward tanks of heavy oil for the Unit 5 of the Fukushima Dai-ichi nuclear complex in Okuma, Fukushima Prefecture, northeastern Japan. (AP Photo/Toky

Eran las 8 de la mañana cuando una periodista me avisó de que Japón acababa de sufrir un terremoto.  Era grado 8. Un gran terremoto. Los periódicos digitales llevamos la noticia a la portada de forma inmediata. A medida que transcurría la mañana, vimos que el terremoto tenía un impacto secundario y brutal: un tsunami comenzaba a arrasar las costas y a llevarse todo por delante.

Lo primero que aprendimos realmente era una constatación: ante las catástrofes de gran magnitud, la prensa de papel no tiene nada que hacer. Siempre va por detrás. En este caso, iba muy por detrás pues durante todo el día, la gente estaba pegada a sus ordenadores y televisores viendo imágenes del desastre, mientras que la prensa de papel hablaba del pulso de Zapatero a Moody's.

Lo segundo que descubrimos fue las ventajas de los vídeos frente a las fotos. Eran impactantes los vídeos que fueron apareciendo sobre el tsnunami arrasasando casas y coches. Las fotografías no podían competir con esa brutalidad.

Lo peor que pudimos comprobar no hablaba bien de los periodistas. Durante los días siguientes, anunciamos el día del Juicio Final. Me acuerdo que un titular decía algo sobre apocalipsis nuclear. Quedó muy bien en la portada de un periódico, pero no había un apocalipsis ni lo hubo.

También descubrimos que en estos casos, se necesitan periodistas expertos en su materia. Algunos medios tomaban por ciertas y sin comprobar cualquier noticia de las agencias. Una de Reuters, creo recordar, hablaba de que la nube tóxica de Fukushima se dirigía a California con lo cual a los habitantes de la costa Oeste les quedaban pocas horas de vida. Otra decía que la ola que golpeó la costa a 500 kilómetros por hora. Exageraciones.

Lo tercero que descubrimos fue el carácter de los japoneses. Acostumbrados a llantos y gritos en otros países cuando afrontan catástrofes naturales, en esta ocasión vimos a japoneses que contemperaban sin derramar una lágrima cómo habían quedado sus casas. Parecían estatuas. Indagamos un poco más y descubriremos que son así: su cultura les enseña a no mostrar los sentimientos. Por dentro, estaban pulverizados. Vaya pueblo.

Y también descubrimos lo optimista que es el género humano cuando se trata de predecir el futuro. Los ingenieros habían levantado un poderoso muro en Fukushima frente al mar para detener un tsunami. Pero, claro, se les olvidó que, cada ciertos siglos, se produce el súper tsunami. La valla tenía más de cinco metros de altura, y la ola unos diez. La saltó como un niño salta un charco (Vean la foto de arriba). La destrozó. Anegó la central atómica, inutilizó su sistema eléctrico y apagó los refrigerantes. Entonces, el núcleo empezó a fundirse y produjo unas explosiones por acumulación de gas. No lo previeron.

Por mi parte, el accidente me hizo menos amigo de la energía nuclear. Yo era de los que pensaba que era una energía que nos hacía a los países más autónomos, y que así no hincaríamos la rodilla ante la OPEP, los árabes y su petróleo. El desastre de Chernobyl lo achaqué al régimen soviético, al cual le importaban poco o nada sus ciudadanos y la seguridad. Yo creía en la energía nuclear.

Pero ahora ya no soy muy partidario de la energía nuclear. En realidad, casi nada.

Creo que aprendimos muchas cosas en Fukushima. A escala mundial, sufrimos el impacto económico de la caída del PIB japonés, que es la tercera economía del mundo. Pero elevó nuestra admiración por un pueblo que cuando no son tsunamis, son terremotos o tifones. Y ahí están. La tercera potencia.

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