La sutil diferencia entre sonarte la nariz y ultrajar a millones de personas

  • Hablábamos sobre el respeto a las diferentes convenciones sociales en diversos países.

    Alguien planteó: ¿y os atreveriais a sonaros la nariz en público? Nadie entendió el porqué de esa misteriosa pregunta.

No en todos los países se interpreta del mismo modos gestos en apariencia triviales como sonarse la nariz.
No en todos los países se interpreta del mismo modos gestos en apariencia triviales como sonarse la nariz.
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Hablábamos sobre el respeto a las diferentes convenciones sociales en diversos países. Por ejemplo, agacharse e hincar la frente en el suelo, en actitud de sumisión. En algunos lugares, la mayoría de los ciudadanos practica ese gesto con frecuencia: para rezar o como signo de adoración. Alguien planteó: "¿Y os atreveriais a sonaros la nariz en público?". Nadie entendió el porqué de esa misteriosa pregunta.

“A mí no me gusta”, contestó quien la había formulado. “Si por mí fuera, lo prohibiría. Me parece de mala educación. Sé que soy el único aquí que piensa así, pero... ¿qué haríais si vivierais en un país donde estuviese mal visto? ¿Os sonaríais los mocos en público? ¿Y ante una cámara de televisión?”

Todos respondimos casi al unísono que, en tal caso, lo evitaríamos. Con más motivo, ante una cámara de televisión. Y cada uno ofreció sus razones. Por una cuestión de pura cortesía. Por no molestar a los demás. Porque nos daría vergüenza. Por evitarnos malos rollos o problemas...

Entonces, ¿por qué quemar una bandera o un ejemplar de la Constitución?

El debate había arrancado, como ya se puede suponer, a raíz del provocador gesto de una periodista catalana, que había prendido fuego a un ejemplar de la Constitución Española. Lo hizo ante las cámaras de TV3 después de que el TC hubiera tumbado en una sentencia las medidas para garantizar el suministro energético a familias vulnerables catalanas. Con su pequeño incendio televisivo, la periodista quería expresar el poco valor que contiene la Norma Fundamental si no puede garantizar los derechos fundamentales.LINVID20160413_0002La memoria de millones de españoles

Más allá de la crítica, la forma de expresarla causó un gran malestar en muchas personas. De todas las formas que existen de expresar la inconformidad con las sentencias del Tribunal Constitucional, la periodista había escogido la más injusta. Porque criticaba algo más que una sentencia, algo más que un tribunal, algo más que un Gobierno. Se llevaba de encuentro el consenso político que expresa esa Constitución y, lo que es peor, la memoria de millones de españoles -muchos catalanes entre ellos- que lucharon e incluso dieron su vida para que esa Norma Fundamental rigiera los destinos de un país, por encima de cualquier arbitrariedad personalista.

En el consenso político implícito en la Constitución se incluyen, como es obvio, los que desean una ley de pobreza energética y los que no, los que están en desacuerdo con la sentencia que ha emitido el TC al respecto... y los que no. Una Constitución no se aprueba para que las instituciones me otorguen siempre la razón, sino para que existan esas mismas instituciones por encima de cualquier deseo individual.

Ningún demócrata aprueba todas las decisiones de las instituciones del sistema democrático en el que participa, pero incluso así defiende el sistema: porque le parece el mejor de los posibles para conciliar derechos propios y ajenos.

Si somos capaces de omitir un gesto inofensivo -sonarse la nariz- para no ofender a una comunidad ajena a la nuestra, ¿por qué debemos tolerar gestos injuriosos -quemar una Constitución de cualquier país lo es- en nuestra propia casa?

Expliquémoslo de otro modo: cuando un grupo de energúmenos irrumpió en el Centro Cultural Blanquerna y tiró al suelo con desprecio la bandera de Cataluña, todos los españoles teníamos derecho a sentirnos ofendidos, especialmente aquellos que viven en territorios de la antigua corona de Aragón. Lo peor de todo es que supuestamente los agresores actuaban ¡por España! Pero lo hacían arrastrando por los suelos una bandera constitutiva de la misma España, la seña de los reyes de Aragón, que es incluso mucho más antigua que actual bandera de España.

¿Qué debíamos haber entendido de todo aquello, pues? ¿Una crítica al separatismo? ¿Una defensa de la unidad España? No, un desprecio al sentido común, al buen gusto y, en definitiva, a la buena educación. Un no saber sonarse los mocos con discreción… y con pañuelo.

Sigue @martinalgarra//

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