OPINION

Gillette monta microcámaras en sus maquinillas para analizar el afeitado de los hombres

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Uno tiene la sensación, cada vez que va al supermercado a por cuchillas, que paga más de lo que debería por los recambios de marcas como Gillette o Wilkinson. Una pregunta entonces cruza la sección de perfumería: ¿pagamos realmente lo que vale una simple cuchilla de afeitar, cuando las desechables cuestan mucho menos?

En esos momentos debería surgir del vaho de la ducha la figura del científico de Gillette, ese al que (supuestamente) deben ir los fondos con los que los clientes financian las investigaciones de la marca para lograr el afeitado más apurado. El señor de la bata de Gillette no es David Beckham ni Tiger Woods (este último iría sin bata, directamente), aunque estas figuras del deporte se embolsen gran parte del porcentaje del precio por recambio.

Ese científico existe y está tras un espejo en el Gillette's Reading Innovation Centre, un edificio art-decó en las afueras de Reading, Berkshire (UK) donde se esconden más de 100 científicos, tecnólogos e ingenieros que son los que juegan un papel crítico en el mantenimiento de Gillette en la vanguardia de la ciencia del afeitado.

Durante más de 50 años, el RIC ha sido el lugar donde se han llevado a cabo los nacimientos de los principales modelos de la marca, como la sensor, la MACH3 y la fusión.

Así trabajan. Ajeno a las cámaras y los científicos detrás de un espejo unidireccional, un hombre se afeita por la mañana. En el momento en que termina, 23 minutos más tarde (incluida patillas), se ha aplicado la espuma de afeitar en cinco ocasiones y ha realizado 720 mandobles con su cuchilla.

Es sólo uno de los 80 hombres de distintas barbas que pasan por el centro de análisis y seguimiento de Reading todas las mañanas, para registrar las distintas maneras en que los individuos nos afeitamos. Casi 30.000 hombres al año.

Uno de los hallazgos más sorprendentes ha sido hasta qué punto las rutinas del afeitado son variables. Mientras que algunos pueden producir un afeitado satisfactorio en sólo 30 barridos de hoja, otros utilizan más de 1.200. A pesar de lo que sugieren los anuncios de padres e hijos manchados de espuma, la mayoría de los hombres aprenden a afeitarse solos y, en consecuencia, existen un sinfín de técnicas y hábitos.

Entonces, ¿cómo crear una maquinilla de afeitar Gillette, que satisfaga las necesidades de los hombres en todo el mundo? Pues creando maquinillas con múltiples hojas que sirvan tanto para el de los 30 barridos como el de los 1.200.

En el laboratorio de Reading se montan pequeñas micro-cámaras de alta velocidad en el interior de las maquinillas de afeitar, cuyas imágenes revelan lo que sucede a medida que las hojas se arrastran a través de la cara. Como las infografías animadas de los anuncios de Gillette, pero en la vida real.

Según los investigadores, como los pelos de la barba tienen una resistencia similar a pelos de cobre, con una simple cuchilla no vale. De ahí que las multicuchillas hagan el trabajo más eficientemente. ¿Cuántas cuchillas serían el número ideal? Gillette lo tiene claro: cuantas más, mejor para el hombre y para ellos. Mínimo seis, como las que tienen los últimos modelos. Seis son muchas, pero no es el límite.

Parece lógico pensar que si las hojas fueran de otro material más resistente que el acero inoxidable, otro gallo cantaría a los bolsillos de los consumidores. El Dr. Andrew Wright, un dermatólogo de la Fundación Británica de la Piel, dice que la calidad del acero es más importante que el número de hojas. Y es que cuanto mejor es el acero, más aguda la hoja puede pulirse. Y parece que los competidores de Gillette comienzan a darse cuenta del truco.

La maquinilla PSD Diamaze, de la empresa alemana Gesellschaft für Diamantprodukte (GFD), por ejemplo, se compone de una hoja de carburo de tungsteno recubierta con una capa de diamantes sintéticos. Su afilado, de sólo unos pocos nanómetros, permite que que la hoja resista cortante hasta 1.000 veces más que las hojas de acero convencionales, lo que significa que permanece afilada durante años, en lugar de las escasas semanas de las maquinillas habituales.

Para lograr un apurado de campeón, los ingenieros de GFD utilizan un sistema de “plasma de afilado”, proceso que implica unir docenas de hojas en posición vertical en una cámara de vacío y después bombardearlas con oxígeno o gas de cloro excitado a un estado de plasma.

Por supuesto, las hojas fabricadas de esta manera costarían mucho más que las convencionales que venden las principales marcas del mercado. Pero hay que pensar en que el precio se rentabilizará por su durabilidad.

Tanto que si uno suma el coste de las maquinillas de afeitar desechables durante un año, la hoja de diamante sin duda podría ser una alternativa perfectamente válida a un precio razonable.

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