OPINION

La axila biónica; o cuando los robots huelen a hombre

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Muchas investigaciones en robótica se centran en la creación de robots antropomórficos, máquinas que se parecen y se comportan como los seres humanos. Aunque existen razones válidas para ir en esta dirección (y una buena dosis de egoísmo, por qué no decirlo), el diseñador británico Kevin Grannan cree que este enfoque es fundamentalmente erróneo.

Los diseñadores de robots androides se han concentrado en su humanización con cualidades como la piel carnosa, los ojos brillantes y los dientes bien blancos. Kevin Grannan, en cambio, se ha interesado por las partes más privadas del hombre y cómo llevarlas al cuerpo de un robot.

Estas son las partes que a veces encontramos repugnantes, pero sin embargo son parte integral de nuestra humanidad y las que más nos acercan (o alejan, según se mire) unos de otros. Y nos olvidamos de ellas sistemáticamente. ¿Por qué un robot trabajador no puede tener un sobaco bien oloroso? ¿Por qué una androide no puede despedir feromonas a su paso para engatusarnos?

Para investigar si los robots podría usar el olor para comunicarse de manera más sofisticada, logrando con ello una interacción humano-droide más efectiva, Kevin ha desarrollado el primer sobaco robótico, una capa de látex y un somero velo de pelos puntiagudos conectados a una serie de glándulas sudoríparas artificiales, que pueden incorporarse en la nueva generación de androides como el que pone un parche.

Cada robot con esta "glándula del sudor" artificial emite un compuesto químico que tiene un efecto específico en los seres humanos. En el caso de un robot de desactivación de explosivos, por ejemplo, la "glándula del sudor" libera el olor del "miedo humano”.

Se ha demostrado que los humanos pueden identificar este olor específico, por lo que la sobaquera biónica adosada al droide-artificiero permitiría a los humanos circundantes trabajar con él con mayor seguridad y diferenciar las situaciones de peligro de las falsas alarmas.

En el caso de un robot de una cadena de producción, éste podría liberar una sustancia química llamada androstenediona que se encuentra en el sudor masculino y que se ha demostrado que tiene "un efecto en el humor de las mujeres" en ciertas circunstancias. Por eso este robot podría utilizarse en una línea de producción para “mejorar el rendimiento de las empleadas de esa línea”, afirma difusamente Kevin.

El tercer ejemplo es un robot de cirugía que gracias a la axila biónica libera un rocío de oxitocina, un químico que se encuentra en el cerebro humano y que cuando se inhala por vía nasal parece que hace que la gente sea más confiada. De esta manera este robot y su olor al operar permitiría dar al paciente una mayor seguridad en sus capacidades, abandonándose uno relajado a los brazos metálicos del robot quirúrgico.

Los tres robots existen sólo como concepto y su aspecto no es más que un trabajo de diseño gráfico. Pero Kevin está convencido de que el antropomorfismo olfativo debe ser inherente a todo antropomorfismo para que al final sea efectivo.

Y si nuestro amigo metálico debe oler como el sobaco de un churrero para que nos demos cuenta de la valía de su trabajo, bienvenida sea la igualdad al inquietante valle del olor corporal.

Más info: Kevin Grennan

Vía: Boing-Boing

Fotos: We Make money not art

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