OPINION

España, una gran potencia en narcisismo social y político

Debate electoral
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EFE

El joven y bello Narciso enamoraba a todas. Pero su vanidad le impedía corresponder a nadie. Némesis, la diosa de la venganza, le condenó a que se enamorara de su propia imagen reflejada en el agua de una fuente. Ensimismado en su propia belleza, intentó atrapar su reflejo para besarlo, cayendo al agua y ahogándose. No, no hablo de Pedro Sánchez, sólo es un cuento mitológico aunque su simbolismo suene muy actual.

El narcisismo que invade a las sociedades modernas bate récords, pero no es algo nuevo. El primero en describirlo como patología fue mister Freud, aunque en los años sesenta vino Christopher Lasch para convertirlo en norma cultural, estableciendo que las sociedades del siglo XX se basaban en el culto al individuo y la búsqueda fanática del éxito personal y el dinero. Más de medio siglo después, llegamos a la conclusión de que la sociedad actual es todavía más narcisista.

El verdadero reflejo de ese narcisismo no está sólo en la búsqueda del triunfo individual, hoy tenemos un evidente termómetro de hasta dónde llega el amor o la atracción por uno mismo: los selfies del móvil y las redes sociales. Y mira por dónde, España, país desarrollado pero humilde en casi todo, es ahora la potencia número uno en selfies. Cuando lo escuché por televisión pensé que el periodista me iba a dar una excelente noticia: ¡Por fin somos una gran potencia europea!, dijo con entusiasmo; y abrí los oídos para descubrir cuál era ese gran poderío español.

Mi decepción fue como la de Narciso al darse de bruces en el charco, y escuchar que éramos el país de Europa que más selfies se hacía, con una media de 728 autorretratos por año, por delante de Italia (718), Alemania (588), Francia (562), o Reino Unido (468). ¡Olé!, me dije, no nos querremos mucho como nación, pero a egocéntricos no nos gana nadie.

Aunque parezca anecdótico, es un síntoma de que las cosas no funcionan del todo bien en esta sociedad española que se proclama moderna y progre. El fenómeno del narcisismo social se ha visto jaleado por las nuevas tecnologías que potencian de manera exponencial los síntomas de una exagerada admiración o necesidad de protagonismo. Un dato: más de 100 millones de fotografías se suben cada día en Instagram, con más de 3.500 millones de 'likes' diarios. Antes nos conformábamos con vivir para ver; ahora, vivimos para ser vistos, para exhibirnos sin reparos.

El problema de base es existencial pero también nos perjudica mucho confundir la autoestima con el narcisismo. Según un estudio europeo de 2015, el narcisismo está vinculado a una educación parental que sobrevalorado por sistema a los hijos. Convierte a los vástagos en dictadores de sus vidas y la de los demás, antes que formarles como seres humanos generosos y ciudadanos dispuestos a contribuir al bien común.

El dato suena a paradoja, pero en realidad es la conclusión elemental de un estilo de vida que esconde grandes trampas y falsedades. La era de la imagen y la hiperconectividad, que en teoría debería acercarnos unos a otros, nos aleja y nos aísla cada día más. Un estudio de DYM, patrocinado por Ibercaja y la Comunidad de Madrid, revela un hecho preocupante: las personas de entre 18 a 25 años se sienten solas en un 80%.

Los líderes políticos, que no se sienten solos porque siempre están rodeados de aduladores, son hoy los narcisistas por antonomasia de nuestra era. Ellos no suelen hacerse selfies, no lo necesitan, tienen a los fotógrafos y a los cámaras de todos los medios encargados de masajear su egocéntrico protagonismo. En la actualidad, un político no se mete a liderar un partido para mejorar la sociedad o devolverle a esta lo mucho que ella le ha dado, como pedía Kennedy. Hoy, se meten en política para satisfacer sus egos y sentir como crece su incondicional amor propio en los ojos de los demás. Todos llevan escolta para protegerse de sí mismos, para evitar que su súper Ego les devore como una mantis religiosa.

Los problemas que vive la actual política española se deben al narcisismo recalcitrante de sus líderes, principalmente de Pedro Sánchez, pero sin olvidar a Iglesias, Casado, Puigdemont y Junqueras. Todos ellos controlan sus partidos cual 'narcisos' florecientes que sólo se preocupan de su tallo, sin compartir el poder ni la gloria. La falta de entendimiento entre ellos refleja la incapacidad que tienen de salir de su ego, de su visión endogámica; y su gran carencia de empatía poco a poco les encierra en una especie de onanismo misántropo que solo les permite escucharse y quererse a sí mismos.

Los ciudadanos vivimos en una burbuja de falsas realidades, pero son los políticos los que alimentan con su incapacidad y narcisismo este tiempo tan estéril como irrelevante. Les interesa que estemos entretenidos en un perpetuo selfie de nuestro ombligo, no sea que levantemos la cabeza y nos demos cuenta de que son unos inútiles y encima no nos quieren, que nos necesitan por el voto y los impuestos. A ellos, a los políticos, el amor sólo les brota cuando están solos delante del espejo.

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