OPINION

Josep Pla y la república simbólica del señor Puigdemont

“Ser rico e independiente es, en todo caso, muy difícil. Pero, en fin, es concebible. Lo que es literalmente inconcebible es ser pobre e independiente”. Cuando Josep Pla, que descansa en paz desde 1981, escribió estas palabras ignoraba que el próximo 21 de diciembre habría en Cataluña unas elecciones autonómicas que tienen a toda España muy tensionada y bastante agotada, pero sobretodo tienen a todo el país con la mosca detrás de la oreja por el temor a que los resultados electorales confirmen que los políticos (ricos de bolsillo, pero no en sabiduría) que trataron de proclamar la independencia, que quisieron separar con deslealtad a Cataluña de España, no han desaparecido de la escena política y pueden volver a intentarlo, por mucho que Rajoy les amenace con el 155.

Josep Pla, del que acaba de aparecer un nuevo libro con material inédito de los años 80 con el sugerente y oportuno título 'Hacerse todas las ilusiones posibles', es sin ningún tipo de duda el escritor catalán más importante del siglo XX, tanto en lengua castellana como catalana. Pero don Josep no está bien visto por algunos sectores nacionalista de su tierra, sobre todo porque siempre fue una mente y un espíritu libre, y no se dejó atrapar por los intereses partidistas de Jordi Pujol, al que despreciaba y al que llamaba 'el Milhomes' (Milhombres).

A Pla le sucedió lo mismo que a Tarradellas; ambos calaron pronto a Pujol y no se fiaron de ese hombre bajito que poseía una ambición desmedida, y que quería convertir a Cataluña en su particular finca independiente. Pla y Tarradellas se dieron cuenta de que el nacionalismo y Pujol eran muy tóxicos para la sociedad catalana. Quizá por ello, si hoy día don Josep viviese despreciaría con intensidad y crudeza a esta mala clase política heredera del pujolismo que ha puesto en peligro el presente y futuro de Cataluña. Unos políticos nacionalistas traidores y mediocres que no saben construir una sociedad mejor sino que pretenden destruirla, guiados por el perverso sentimiento del odio hacia el otro, al que no piensa como ellos.

Según escribe Pla en su último libro: “El catalán es un fugitivo (…). A veces parece un cobarde y otras un ensimismado orgulloso. A veces parece sufrir de manía persecutoria y otras de engreimiento. Alterna constantemente la avidez con sentimientos de frustración enfermiza. A veces es derrochador hasta la indecencia y otras tan avaricioso como un demente, a veces es un lacayo y otras un insurrecto, a veces un conformista y otras un rebelde (…). El catalán es un ser humano que se da —que me doy— pena. Unamuno dice que [los catalanes] hasta cuando parecen que atacan están a la defensiva".

Duras palabras que se perpetúan en el tiempo y se encarnan hoy en políticos como Junqueras, Puigdemont, Artur Mas, Marta Rovira, etc. Sin embargo, y aunque Josep Pla no viviera en persona el anuncio “simbólico” de la República de 2017, sí vivió la proclamación de Lluís Companys del “Estado catalán de la República Federal Española”, el 6 de octubre de 1934.

En aquellos años, Pla vivía en Madrid y ejercía de cronista parlamentario de 'La Veu de Catalunya'. El 10 de octubre, cuatro días después de que Companys saliera al balcón de la Generalitat junto a sus consejeros y anunciara la República catalana, publicó un artículo que bien podría ser la crónica de estos tiempos presentes y convulsos. Y si no, lean y asómbrense: “Los hombres de Esquerra que gobernaban la Generalitat de Catalunya, a pesar de la magnífica posición de privilegio que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había conocido hasta entonces ningún otro partido político catalán, han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general. Se han equivocado y lo han pagado caro. Han comprometido, sobre todo, lo que tenía que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto de Cataluña. No nos corresponde a nosotros emitir un juicio histórico sobre esta oligarquía que ahora desaparece. Diremos sólo que Catalunya sigue con su historia trágica, y que sólo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente, se podrá corregir el camino emprendido”.

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