OPINION

Rajoy & Rivera: divorcio a la española por culpa del 155

Rajoy y Rivera en el Congreso.
Rajoy y Rivera en el Congreso.

¡Qué poco dura la alegría en España! Dos días después de recibir la buena noticia de la encuesta del CIS, al líder de Ciudadanos, Albert “Macron” Rivera, le caen palos de todos lados. “Rivera se equivoca”. “Rivera se precipita”. “La ciega ambición de Rivera”… Y todo por culpa de unas encuestas –que vete tú a saber la fiabilidad que tienen- muy optimistas con Ciudadanos y bastante pesimistas con los populares.

Y claro, Rivera, que no es Ulises ni de lejos, en vez de atarse bien los machos y taparse los oídos ante los embriagadores cantos de la sirena demoscópica, ha decidido sucumbir a la tentación de celebrar y aprovechar los buenos augurios, y de intentar precipitarlos con sus artes políticas, que todavía andan algo verdes. Su freno y marcha atrás en el apoyo al Gobierno en la aplicación del artículo 155 en Cataluña ha sido un error. No era el momento –se está abriendo la posibilidad de elegir ¡por fin! un presidente y formar Govern- ni tampoco la ocasión para debilitar al bloque constitucionalista. No se debe “jugar” con un asunto de Estado tan grave como este. Los intereses de España están en juego y éstos están muy por encima de los intereses de Ciudadanos.

Rajoy y Rivera en el Congreso.
   

Quizá Rivera no fuera tan bueno antes ni ahora sea tan malo. Simplemente juega sus bazas políticas y se equivoca. Pero lo que sí es rigurosamente cierto, como bien escribió Amado Nervo, es que “la mayoría de los fracasos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos”. Principio elemental que los aspirantes al trono suelen olvidar con facilidad y que casi siempre les lleva a terminar como en el cuento de la lechera: llorando por la leche derramada.

Los argumentos de Rivera se pueden compartir o no, y aunque no son nada oportunos sí son al menos comprensibles ya que denuncian la pasividad del Gobierno de no recurrir el derecho al voto delegado de los fugados Puigdemont y Comín; ni controlar con rigor el uso del dinero público para que no se utilice para el procés; ni vigilar e investigar lo que sucede en las escuelas catalanas y en TV3, y otras cuantas dejaciones más.

Esta diferencia entre PP y C’s refleja un claro divorcio en la manera de entender la aplicación del 155. Por un lado están los que consideran que el Estado, a través del Gobierno y del 155, debe aprovechar la ocasión para reparar en buena medida el gran “destrozo” hecho por los nacionalistas, en concreto por las políticas de Jordi Pujol, en los últimos 25 años, y así minimizar la presión ambiental del independentismo y lograr que la convivencia entre catalanes y la prosperidad en Cataluña vuelvan a ser lo habitual.

En la otra orilla política se encuentran los pragmáticos, los que se conforman con volver al “statu quo” anterior al intento de golpe de Estado republicano-independentista. Consideran que las ideas nacionalista, si bien causan graves problemas de concordia, son legítimas mientras se ajusten a la ley, y que durante muchos años, los partidos nacionalistas, cuando han sido leales al Estado, han dado grandes periodos de estabilidad a España, eso sí, a cambio de mucho dinero y múltiples transferencias.

Rivera ha metido la pata y Rajoy se lo ha recordado a bombo y platillo, con la ayuda del PSOE que anda necesitado de cariño y apoyos. A un año de las municipales y autonómicas los dos líderes de la derecha española han dejado de comunicarse aunque se mantienen como socios de Gobierno. La culpa y la decisión no es sólo de Rivera. El presidente del Gobierno y del PP también ha decidido escenificar cierta ruptura con Ciudadanos, por si las encuestas no bajan tan erróneas como algunos creen, y marcan realmente una posible tendencia de voto.

El peligro mayor que ve Mariano Rajoy, que tiene más vidas que un gato de porcelana, es que el electorado de derechas, hasta hace poco cautivo del PP, pueda pensar que los populares y los naranjas son lo mismo, que son intercambiables. Y en eso está Rajoy, en dejar claro que hay grandes diferencias entre la veteranía y serenidad que representa él, y la inexperiencia y ansiedad del aspirante. Tenemos todo un año por delante para comprobar con detalle cuál de las dos “R” –Rajoy o Rivera- resulta más reconfortante y beneficiosa para el electorado.

Pero no olvidemos, que mientras asistimos a la pelea de los pesos pesados de la derecha, los pesos pesados de la izquierda, las dos “P”, Pedro y Pablo, siguen fuera del foco mediático, que continúa iluminando con preferencia demoscópica al centro derecha. Las dos “P” ya tuvieron su gran batalla por el poder de la izquierda hace dos años, lo malo es que ambos perdieron. ¿Sucederá también ahora con Rajoy y Rivera? ¿Se destrozarán entre sí, o sabrán captar el interés del voto de derechas y del voto indeciso, ese que no tiene tantos remilgos ideológicos y que simplemente busca políticos que sean buenos gestores y honrados? Ah, pero queda hoy algún político honrado en España… si lo encuentran, avísenme, por favor.

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