OPINION

Un 'Plácido' agosto que se calienta con acusaciones y acosadores

Plácido Domingo, galardonado con el prestigioso "Praemium Imperiale" japonés
Plácido Domingo, galardonado con el prestigioso "Praemium Imperiale" japonés

Fue el lunes pasado cuando vi en Movistar el último capítulo de “The loudest voice” (La voz más alta). Una serie de siete episodios que repasa la vida de Roger Ailes, asesor político de presidentes republicanos de Estados Unidos, entre ellos Donald Trump, y que además fue el creador de Fox News, cadena de TV de Rupert Murdoch que acabó siendo un fenómeno político y periodístico de éxito. Pero los modos y métodos de trabajo del poderoso Ailes resultaron ser de lo más deleznables, sobre todo con las mujeres, a las que sometía a un grave y deplorable acoso sexual. Finalmente fue despedido de Fox por las acusaciones demostradas de varias mujeres que trabajaron con él.

Al día siguiente, martes, casualmente saltaba una noticia impactante, nada que ver con Ailes o con la política o la televisión, pero llevaba colgando del brazo el marchamo de moda, el fatídico 'MeToo': la agencia de noticias AP anunciaba que nueve mujeres -ocho cantantes y una bailarina- acusaban a Plácido Domingo de acoso sexual. La bomba estallaba y el escándalo estaba servido. 'Nessun dorma' ¡qué nadie duerma! uno de los grandes mitos del bel canto acababa de ser torpedeado por nueve 'misiles' acusadores de grave alcance. El contraataque del tenor ha sido sincero pero un tanto fuera de lugar: "Reconozco que las reglas y los valores por los que hoy nos medimos y debemos medirnos, son muy distintos de cómo eran en el pasado”, admitió en un comunicado.

Sí, las cosas eran distintas en los años ochenta. Domingo se refería básicamente a que no existía el 'MeToo', esta corriente mundial de denuncias sexuales, y que los hombres poderosos de entonces podían insinuarse -e incluso acosar- con más impunidad y facilidad. Pero no nos engañemos, a las mujeres de los ochenta tampoco les encantaba que los hombres poderosos las manosearan. El sentido común y la ética de comportamiento siguen siendo las mismas que hace treinta años, aunque es cierto que hoy las mujeres tienen un mayor apoyo para denunciar a los acosadores y sus comportamientos. Es de desear que las mujeres que hoy sufren acoso en su entorno laboral o dónde sea, que por desgracia habrá más de una, no tarden veinte años en denunciarlo.

El problema está en que algunos hombres creen que el poder y el sexo van muy unidos. Cuanto más arriba están, más atractivo poderoso creen tener. Y ese predominio y esa jefatura con testosterona la utilizan los machos sin escrúpulos en su beneficio genital y en detrimento de ellas, las mujeres. Siempre se habla de la erótica del poder, del poder masculino, claro, y de esas excusas baratas que se utilizan para dar rienda suelta a la libido, a los deseos sexuales. Una cosa es ligar, otra muy distinta acosar, y ambas partes deben saber distinguirlas para evitar males mayores.

De las nueve denunciantes contra el cantante español, una sólo ha dado la cara y su nombre, las otras ocho se esconden, de momento, en el anonimato. No parece lo más justo ni lo mejor para que prevalezca la verdad. No hay denuncias en los tribunales, son solo los medios de comunicación los que señalan con el dedo a Plácido Domingo. A partir de ahí todo el mundo saca el juez que lleva dentro y dicta sentencias particulares, incluso a veces sentencias testiculares. Las opiniones de los ciudadanos pueden hacer un daño moral, pero no provocan otros daños mayores, aunque su imagen seguro que se resiente. Sin embargo y a pesar de que, al menos de momento, no hay denuncias en un juzgado, ni sentencias que confirmen los hechos, las orquestas de Filadelfia y de San Francisco ya han cancelado las actuaciones previstas de Plácido Domingo. ¿Tienen acaso alguna información que confirme los hechos de los que se acusa a Plácido Domingo?

Muy rápidos han sido en Filadelfia y en San Francisco. No han esperado ni una semana ni han aplicado el principio jurídico de 'In dubio pro reo', en caso de duda a favor del acusado. Hoy, con estos temas de acoso sexual, basta que varias mujeres te acusen para hundir la vida de cualquier famoso. No digo que no haya que condenar a los acosadores, todo lo contrario, pero hay que hacerlo con pruebas y ante la Justicia. Por suerte, al menos de momento, el resto de la agenda musical de Domingo sigue como estaba antes de publicarse la noticia de AP.

Es cierto que en defensa del tenor han salido otras cantantes y artistas, entre ellas Ainhoa Arteta y Paloma San Basilio, pero el daño parece inevitable, salvo que quede aclarado en breve que no existieron estos presuntos acosos. Es más fácil destruir que construir una buena imagen. Eso lo sabe todo el mundo, pero parece que importa poco. A veces se lanza la piedra, y a ver qué sucede. No son pocos los famosos del mundo del cine o de la canción que han visto rotas sus vidas y sus carreras profesionales por venganza o por envidias, Woody Allen, Morgan Freeman, entre otros, a pesar de que luego se ha demostrado ante los tribunales su inocencia.

En el caso de Plácido Domingo no están nada claros los motivos de la denuncia ni el momento que se hace pública. ¿Por qué ahora? Por qué después de treinta años, cuando además no parece que hubieran abusos ni agresiones sexuales. ¿Por qué no lo hicieron en su día? Tenían miedo a perder su trabajo, dicen algunas. Un miedo razonable pero no absoluto. Bajo ese principio todo el mundo tiene la excusa perfecta para ser complice de las fechorías del jefe. ¿Qué ganan las denunciantes hablando ahora? ¿Aliviar sus conciencias? De ser reales sus acusaciones, quizá han esperado demasiado tiempo para descargar sus amargos recuerdos.

Veremos cómo evoluciona este nuevo caso, pero de momento el infierno de Plácido Domingo y de su familia ya ha empezado. Ahora comprobaremos si su potente voz se convierte en la voz más alta, o en la voz de la justicia. Mantengamos la prudencia y la presunción de inocencia sobre el 'acusado'. La 'muerte' civil de los famosos ante la opinión pública suele ser más cruel que la muerte física, y casi siempre afecta a personas que nada tienen que ver con el verdadero problema.

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