Mas y sus independentistas se achantan y se hacen los demócratas

    • El Estado ha empezado a imponerse mediante la actuación de sus instituciones.
    • Con estos políticos que dicen unas cosas hoy y sus contrarias mañana, no conviene cantar victoria.
Carme Forcadell, presidenta del Parlament catalán.
Carme Forcadell, presidenta del Parlament catalán.

En el lenguaje coloquial se usa mucho el verbo achantarse. No parece muy académico pero es de una gran utilidad descriptiva. En el caso catalán sirve para definir la última maniobra de Artur Mas y sus independentistas frente al Estado (antes de la última humillación con que le ha distinguido la CUP, que le va a impedir continuar como presidente). Tres de las acepciones que ofrece el diccionario de la Academia les van que ni pintadas. Una, "abstenerse de intervenir en algún asunto por cautela o maliciosamente", otra: "callarse resignadamente o por cobardía", la tercera: "aguantarse, agazaparse o esconderse mientras dura un peligro". Es lo que han hecho después de que fuera suspendida su resolución independentista por el Tribunal Constitucional: abstenerse de actuar después de sacar pecho y recurrir modificando apocadamente el significado de la resolución con la que iban a iniciar audazmente el camino de la independencia de Cataluña.

Las aventuras de los independentistas, con sus insólitos desprecios a los españoles y su declarada intención de incumplir la ley, recibieron una atención prime time de todos los medios, que era merecida porque ponían en riesgo de ruptura no solo la nación sino también la paz y el progreso. Pero la poquedad en que ha resultado su intrepidez no ha obtenido un tratamiento mediático similar. El recurso al Constitucional de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, que pretende convencer a los magistrados de que el texto de la resolución que aprobaron no dice lo que dice, ha sido despachado casi rutinariamente y muchos periódicos que se hartaron de editorializar sobre el independentismo ahora se han dormido ante este triunfo de la legalidad constitucional. He aquí un caso práctico de esa ocurrencia irónica que dice que "una buena noticia no es noticia" y que en este caso no tiene mucha gracia.

Porque este achantarse de los independentistas de Mas, ese agazaparse por cautela o por malicia o por cobardía, significa que el Estado ha empezado a imponerse mediante la actuación de sus instituciones: el Gobierno encargándose de proclamar y exigir el cumplimiento de la ley, el Parlamento ampliando a instancias de aquél las competencias del Constitucional, y éste admitiendo con advertencias a los secesionistas el recurso paralizador del primero. Ya aludí aquí hace unos días al hecho de que ni un solo funcionario o político de la autonomía catalana había actuado conforme a la resolución independentista, es decir, contra la ley vigente, lo que significa que la suspensión y el aviso dado por el Constitucional sobre los riesgos que corrían los desobedientes han causado el impacto deseado. Ahora hay más.

La que a renglón seguido ha practicado la táctica de esconderse ha sido Forcadell con su recurso al Constitucional, que tiene dos significados clamorosos. El primero es la desautorización de la resolución de independencia nada menos que por la presidenta del Parlament, que habría de ser la primera autoridad en defenderla dada la trascendencia y la pompa que le atribuían, la resolución proclama que el Parlament "no se supeditará a las instituciones del Estado español, en particular al Tribunal Constitucional" pero ahora se le acepta de pleno por la vía de los hechos. El segundo significado es el contenido del recurso, que desnaturaliza la resolución porque, además de utilizar la jurisprudencia del Tribunal que han aprobado desobedecer, la define como la expresión de "una aspiración o un deseo" pese a que se dice en ella que han de tomarse "las medidas necesarias" para abrir un "proceso de desconexión" con España.

Con estos políticos que dicen unas cosas hoy y sus contrarias mañana, no conviene cantar victoria, pero en la enojosa guerra declarada contra España por Artur Mas y sus secuaces, que están en progresión menguante por cierto, las instituciones del Estado han ganado una significativa batalla. A las primeras de cambio Mas y sus independentistas se han achantan y se han hecho los demócratas. Aunque mejor sería que actuaran como demócratas de verdad y abandonaran la locura de la independencia. (Que, en todo caso, cada vez se le complica más: ahora acaba de recibir el rechazo de la CUP a su persona, la respuesta de unos extremistas cuya colaboración nunca debió suplicar).

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