Rajoy, Sánchez, Otegui, Junqueras y España

  • En el País Vasco y Cataluña, la estructura política es la misma que la del Estado; las promesas independentistas son pura "filfa" política.

    Si esa es la falacia política de la independencia, la económica no es menor. La generalidad está endeudada hasta las cejas.

J. R. Pin Arboledas

Mientras los conejos discutían si eran Galgos o Podencos, los perros los alcanzaron y de ellos dieron bocado (fábula de Iriarte). Mientras Rajoy y Sánchez discuten sobre quién de los dos va a sobrevivir, Otegui y Junqueras afirman que el Estado español está en crisis, económica y, lo más grave: política. Ambos ofrecen utopías nacionalistas; dicen que si las cosas las decidiesen en sus territorios irían mejor. Una falacia que sólo se puede desmontar con hechos.

El País Vasco y Cataluña, Euskadi y Catalunya, tienen la misma estructura política que el resto del Estado. Sus parlamentos adolecen y adolecerán de falta de mayorías suficientes para la estabilidad política. Convergencia, o lo que queda de ella, pacta con los anarcó-antisistema de la CUP en una alianza contranatural. En Euskadi el PNV no hará lo mismo, pero Bildu está dispuesta a apoyar a Podemos si fuera posible un gobierno de la izquierda anticapitalista con la izquierda aberchale. Dos mezclas que no auguran ninguna coherencia política.

Es decir que las promesas de los independentistas son pura "filfa" política. Sus parlamentos, una vez separados de España serían un galimatías de mucho cuidado. Eso ya ocurrió en la historia. Cataluña tuvo su propia "guerra civil" interna durante la "guerra civil española" y en las vascongadas las brigadas navarras (comunidad que Otegui incluye en Euskalerria) fueron las que derrotaron entonces al "ejército vasco". No es menos ilusorio pensar que ambos territorios pudieran entrar a formar parte de la UE después de su improbable independencia. Ninguno de los grandes Estados europeos están dispuestos a dar esperanzas a sus propios posibles territorios de que una vez consumada una secesión pudieran entrar como miembros de pleno derecho a la Unión.

Si esa es la falacia política de la independencia, la económica no es menor. La generalidad está endeudada hasta las cejas. Sus emisiones de deuda se califican de "bonos basura". Además, ninguno de los dos territorios tienen suficiencia económica para sus pensiones. La estructura demográfica del país vasco, envejecido, con unas pensiones superiores al resto de España haría inviable el sistema actual. Lo mismo en Cataluña. Mucho más teniendo en cuenta que la caja de las pensiones está en manos del Estado Español y no está nada claro, más bien al contrario, que éste tuviera que compensar sus déficit en pensiones. Lo mismo en sanidad, donde Cataluña es deficitaria.

¿Por qué entonces siguen vociferando los independentistas con una "Arcadia económica" inviable? Porque se aprovechan de la debilidad coyuntural del Estado salido de la Transición (palabras de Otegui). Debilidad económica, de la que estamos saliendo pero aún queda por reducir mucho paro; y debilidad política, por la falta de acuerdo para formar Gobierno.

El crecimiento económico actual es un hecho, pero no se está vendiendo bien. Sin España las Comunidades Autónomas no tendrían financiación. La mutualización de la deuda, que suponen las emisiones soberanas del Reino de España permite mantener, ahora además con intereses negativos, el Estado de Bienestar (sanidad, educación, prestaciones sociales, de paro y jubilaciones). El déficit público se sostiene por el tamaño del Estado. Unidades menores como Portugal o Grecia se hunden, mientras España e, incluso la propia Italia, se mantienen por la dimensión de su economía conjunta.

Pero ahora la debilidad más patente es la política. Ante la acusación independentista de que no hay estabilidad para conformar un Gobierno, la única contestación es: un acuerdo entre las fuerzas constitucionales para su formación.

Pero, de momento, eso es lo que no hay; y eso, se quiera o no, da argumentos a los independentistas, que ocultan su propia debilidad, sin recibir una contestación contundente de los constitucionalistas ¿Están dispuestos Rajoy y Sánchez a dar contestación a Otegui y Junqueras o seguirán jugando a trincas personales?

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