OPINION

Los expertos, dos informes y un destino: el cajón

En el año 2004, el entonces ministro de Industria, José Montilla, encargó a un experto, el profesor de la Universidad de Comillas José Ignacio Pérez Arriaga, un análisis en forma de Libro Blanco sobre el mercado eléctrico. Un Libro Blanco es un informe de autoridad, persuasivo, que trata en profundidad un tema para ofrecer soluciones. El Libro, de 600 páginas, cumplió su función. Para quien lo encargó, esa función no era arreglar el mercado eléctrico, sino ganar tiempo y avanzar en la legislatura sin el desgaste que supone tomar decisiones incómodas. El Libro de Pérez Arriaga acabó en un cajón

Esta semana se ha presentado otro informe de expertos, ambicioso, sobre el sector de la energía y sus problemas. El informe, este de 500 páginas, titulado "Análisis y propuestas para la descarbonización" , contiene planes para reducir emisiones, cumplir con la normativa europea y desarrollar las renovables sin hacer un roto a las empresas. El documento acabará, casi con seguridad, en otro cajón. Pero también habrá cumplido su función: ganar tiempo y prevenir desgastes innecesarios

En 14 años han cambiado los protagonistas de la acción, pero no las formas –obsoletas- de hacer política. Con el informe, el Gobierno ha ganado tiempo. El Congreso reclamó hace siete años el desarrollo de una Ley de Cambio Climático y el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la anunció hace dos. No existe. El Ministerio de Energía y el Ministerio de Medioambiente trabajan cada uno por su lado y el primero ha arrimado el ascua a su sardina con propuestas favorables al carbón, el gas y las centrales nucleares que han encontrado el aval –al menos parcial- del último informe de expertos.

El apoyo a las tesis de Nadal ha sido parcial porque el informe final registró tres abstenciones –20% de los votos- con puntualizaciones importantes. Cristóbal Gallego (propuesto por Podemos), Josep Sala (propuesto por ERC) y Jorge Aragón (propuesto por CC OO) han cuestionado, entre otros puntos, la falta de medidas que favorezcan la competencia en el mercado eléctrico, la excesiva apuesta por el gas natural y la defensa de la extensión de la vida útil de las centrales nucleares sin tener en cuenta sus verdaderos costes.

La clave del arco del documento, sostiene otro experto en energía, Javier García Breva, es que aboga por mantener el mix energético -las diferentes tecnologías de generación- más o menos como en la actualidad, al menos hasta 2030. "Una transición -afirma- hecha a la medida del sector" y con un enfoque equivocado. Breva, como el presidente de la Fundación Renovables, Fernando Ferrando, considera que los expertos de Energía han olvidado que la clave no es tanto el mix energético como gestionar la demanda. Ahorrar energía y utilizarla de forma más eficiente en suma.

En general, los observadores más críticos con el documento denuncian que los expertos, en sus propuestas, dan un salto al vacío entre 2030 y 2050, manteniendo el peso de los hidrocarburos y de las nucleares. Siguen la tesis expuesta en público por el número dos de Nadal, Daniel Navia. Según esa tesis, España cumplirá sin ningún esfuerzo los objetivos de la UE para el año 2020 en energías renovables y reducción de emisiones. No hace falta, por lo tanto, tomar decisiones costosas –como cerrar las nucleares, las centrales térmicas de carbón o penalizar el transporte tradicional- para alcanzar los objetivos más ambiciosos, incluso los  de 2030, porque se podrán cumplir también sin estridencias.

La sensación es que al Gobierno y a su ministro de Energía, el año 2050 les cae muy lejos. Importa el escenario inmediato y para eso son muy útiles los expertos y sus Libros Blancos. Porque todo pasa y todo se olvida. En 2013, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, presentó la reforma del sector eléctrico diseñada por el recién estrenado Gobierno del PP como "definitiva". Todo un atrevimiento. Pero está olvidado.

En 2007, con su Libro Blanco de 600 páginas en el cajón del olvido, el profesor Pérez Arriaga escribió un artículo en EL PAÍS . En el mismo, solicitaba que "sin menoscabo de la libertad de actuación de los agentes de los mercados de energía" se realizara "una verdadera planificación energética indicativa a largo plazo para orientar estratégicamente las inversiones en infraestructura del sector con criterios de sostenibilidad: cambio climático, equidad en el acceso universal a la energía, seguridad del suministro energético y competitividad de la economía".

Más de una década después, seguimos dando vueltas a la misma noria. El futuro, que pasa por el vehículo eléctrico, el autoconsumo y el almacenamiento de energía, se contempla de forma superficial incluso en las propuestas de acción de los expertos. No aprendemos,  y deberíamos. En el año 2004, cuando el Gobierno, entonces socialista, encargó a Pérez Arriaga el análisis del sector eléctrico, el déficit del sistema ascendía a 1.500 millones de euros. Pérez Arriaga hizo su trabajo. Advirtió y recomendó medidas para eliminarlo. El Gobierno no actuó y mientras el Libro Blanco languidecía en el cajón, el déficit creció hasta rozar el 3% del PIB: 30.000 millones de euros que estamos pagando. Todos.

En estos momentos, el déficit está embridado a costa del bolsillo de los usuarios. El sistema registra superávit. Pero el riesgo de que la inacción acabe por pasar otra factura difícil de pagar, como sucedió con el déficit tarifario, existe. Y el riesgo no cabe en un cajón.

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