Hay que gritarlo fuerte por la dignidad de una mujer violada: Bertolucci, nunca más

  • Bertolucci no avisó a la actriz María Schneider de que el personaje interpretado por Marlon Brando iba a violar al que encarnaba ella en una escena de 'El último tango en París'.

    Los daños morales infligidos a la actriz fueron enormes, pero Bertolucci dice que nunca se arrepintió porque logró mostrar en pantalla la imagen de dolor que buscaba.

Bernardo Bertolucci fue el director de 'El último tango en París'.
Bernardo Bertolucci fue el director de 'El último tango en París'.
GettyImages

Ni el mundo del cine ni las personas de buena voluntad deberían pasar por alto las terribles declaraciones de un director de cine consagrado como Bernardo Bertolucci.

Poco importa que hayan pasado ya tres años desde que ofreciera públicamente los detalles sobre la violación de María Schneider perpetrada por Marlon Brando durante el rodaje de ‘El último tango en París’.

Poco importa que el delito como tal haya prescrito, que ya no se puedan deducir responsabilidades penales contra el director y que tanto víctima como victimario estén muertos.

Lo que importa, y mucho, es la dignidad de una mujer y la dignidad de todas las mujeres que, actrices o no, se sienten representadas en ella.

Importa recordar que María era una joven inexperta -19 años- en el momento de los hechos, e importa que prevalezca el sentido de justicia innato en esas personas de buena voluntad que mencionaba al principio de este artículo.

Aunque la he buscado, no puedo ofrecer una explicación convincente sobre una cuestión que inquirimos todos sobre este lamentable asunto. ¿Por qué el gran público conoce hasta ahora el crimen que uno de sus autores confesó públicamente en 2013?Quería filmar el dolor real e inocente

A esperas de que alguien pueda sacarme de la duda, sólo puedo sospechar que el nivel de tolerancia en determinados ambientes dizque culturales hacia determinados personajes de acreditado talento resulta peligrosamente laxo. Sobre todo si lo comparamos con la vara de medir que se aplica con otros casos y personajes.

El mismo Hollywood que tarda tres años en escandalizarse por la violación de una joven actriz se rasga las vestiduras al segundo de conocer el resultado adverso de una elección presidencial o por los comentarios racistas, antisemitas u homófobos de alguna ‘celebrity’. Incomprensible, la verdad.

Comprensible y plausible la sensibilidad con esto último e inexplicable e indignante la condescendencia con aquello primero.

De cualquier modo, vuelvo al principio. En este vídeo que incluyo Bertolucci confiesa que:

a) Ideó con Brando una escena en donde el protagonista principal viola al personaje que interpreta María, y no quiso advertir de ello ni a la principal interesada ni a sus abogados y/o representantes.

b) Consintió esa escena porque quería extraer ante las cámaras “su reacción como niña, no como actriz”. (Adviértase que, sin entrar en valoraciones jurídicas, ya se observan dos maldades claras: planear con otra persona un delito sobre una tercera que para obtener la exhibición natural de un dolor inocente, y hacerlo precisamente porque la víctima es inocente e infantil).

c) Quería que María “reaccionara al acto de humillación, que sintiera los gritos”. Hay un claro ensañamiento contra la persona más que contra el personaje. (¿Qué necesidad había de humillar a una actriz que, justo porque lo es, ya se le supone preparada para simular todo tipo de emociones?).

d) No se arrepiente de lo que hizo. Ni siquiera 40 años después. Reconoce, eso sí, que se siente culpable porque la actriz se molestó (como era previsible). Pero seguramente no tendría ese sentimiento de culpabilidad si Schneider le hubiera perdonado aquel crimen.El crimen valió la pena... por el arte

Bertolucci se enfrenta a un clásico dilema moral, lo resuelve muy mal pero no tiene reparo en exponerlo en público. ¿El fin justifica los medios? Su respuesta le define como verdadero villano. Sí, viene decir, valió la pena violar a esta chica para lograr determinados efectos artísticos.

Conviene advertir un proceso mental semejante al de tantos asesinos a lo largo de la historia: “Valió asesinar a miles de inocentes para consolidar un sistema político, una revolución, un ajuste de cuentas”. ¿Vale la pena torturar o matar a un delincuente si con ello logramos evitar nuevos crímenes? La lógica ‘bertolucciana’ no deja margen para la duda: por supuesto.

Lo explicaba así: “Para hacer películas, algunas veces, para obtener algo, creo que tenemos que ser completamente fríos. No quería que María fingiera su humillación, su rabia. Quería que María sintiera, no actuara, la rabia y la humillación”.Mentir para ganar audiencia o torturar para salvar vidas

Según Bertolucci, los periodistas podemos mentir para generar audiencia; los médicos, experimentar con pacientes para salvar otras vidas; y los economistas, eludir impuestos para obtener mayores beneficios que invertir y crear más puestos de trabajo.

No puedo culpar a Bertolucci ni a Brando de todas las desgracias que le sucedieron a María en su vida posterior. Pero es bien conocido que ella guardó un amargo recuerdo de aquella escena. Porque así lo confesó públicamente en vida.

A los efectos que trato en este artículo, poco me importa aclarar si la violación se produjo de hecho o sólo en grado de tentativa. La pena moral que Bertolucci merece, la única que por el transcurso del tiempo se puede imponer ahora, es la misma: la denuncia, el rechazo y el total desprecio a su execrable delito confeso y a sus patéticas justificaciones posteriores.

Para mí, está claro. Nunca más Bertolucci. Tolerancia cero con los violadores y sus cómplices.

No le resto un ápice de mérito artístico a sus obras maestras cinematográficas, como ‘El último emperador’.

Pero, para mí, el fin nunca justificará los medios. Bertolucci siempre será un sádico. Un repugnante y vil sádico que se lucró económica y profesionalmente de la inexperiencia de una joven actriz que nunca superó el trauma que le infligió.

Sigue @martinalgarra//

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