Votar a Podemos

    • Hay votantes del PSOE que van a votar a Podemos y, sinceramente, no les entiendo.
    • El PSOE se moderó hasta situarse en el centro izquierda cuando Felipe González consiguió que dejara de ser marxista, en septiembre de 1979, hace más de 35 años.
Left-wing Podemos party member Pablo Fernandez (L)
Left-wing Podemos party member Pablo Fernandez (L)

Efectivamente hay votantes tradicionales del Partido Socialista que se plantean votar ahora a Podemos. Yo conozco a algunos. Y no les entiendo. Entre el PSOE y Podemos hay una distancia sideral. El PSOE se moderó hasta situarse en el centro izquierda cuando Felipe González consiguió que dejara de ser marxista, en septiembre de 1979, hace más de 35 años. Podemos, por el contrario, es un partido de extrema izquierda, marxista, populista, enemigo de la moderación centrista, hostil a la derecha y amigo interesado del chavismo que encarcela a líderes de la oposición por una prescripción política y que ha marchitado la democracia de Venezuela. Trasladar el voto desde el PSOE a Podemos no es una evolución metódica y lógica sino un salto mortal con tirabuzón como el que dan los volatineros en el circo pero sin red que elimine las consecuencias catastróficas de un traspié. Aún así, hay votantes del PSOE de toda la vida que se sienten tentados por la deslealtad política.

Posiblemente la detección de ese trasvase de votos en la oficina electoral del PSOE fue una de las causas de la actuación espasmódica y maleducada de Pedro Sánchez en el debate con Mariano Rajoy. Debió de pensar que el modo de paliar la fuga de votos era situarse en el lugar del populismo para imitar sus aversiones contra la "casta" –a pesar de que también le incluyen a él- y su radicalismo del puño en alto. En mala hora, porque fue inoportuno imitar a un viejo Podemos, que ha corrido a vestirse con piel de cordero, y desacertado acentuar una imagen con hechuras de intolerante y exaltado. Además de no poder suplantar a Podemos, Sánchez causó malestar en parte del socialismo, tal como han empezado a comentar algunos de sus integrantes. No es posible imaginar a un Felipe González aplaudiéndole –pese a su obligación partidaria de dar la cara por el candidato en los mítines previamente comprometidos- ni tampoco a un Pérez Rubalcaba, que posiblemente se llevaron las manos a la cabeza en algunas fases del debate.

Si es verdad lo que dicen las últimas impresiones de los trackings electorales de los partidos, su estrategia fue un fracaso porque Podemos sigue subiendo en intención de voto a costa precisamente del PSOE. Hay quienes apuntan que podría incluso superarle, lo que no salvaría a Sánchez del repudio político que se susurra en su partido. Pero lo que realmente es una razón para la alarma, con independencia de los efectos que pueda causar, es que un partido situado en los predios del radicalismo más intransigente pesque votos de la izquierda moderada. Si Podemos sube tanto como se especula es que su estrategia del disimulo ha tenido éxito.

Al mismo tiempo demostraría que mucha gente supuestamente informada olvida muy pronto lo fundamental. Podemos es un partido que ha estado íntimamente ligado a los gobernantes de Venezuela y de Irán, que no son precisamente unas democracias despampanantes sino reinos del abuso, de la arbitrariedad, del totalitarismo y del integrismo. Quienes se disponen a votarlo, ¿qué piensan que hará Podemos con sus votos? ¿Ensanchar la democracia, respetar los derechos de todos, consolidar la libertad política, fortalecer la libertad económica? Lo malo es que a veces se aprende de los errores cuando ya no queda tiempo para rectificar.

Mostrar comentarios