Psicólogos advierten de “graves secuelas” en los niños huérfanos por violencia de género


Cuando se produce el asesinato de una mujer a manos de su pareja o expareja, los niños que se quedan huérfanos por estos crímenes sufren “graves secuelas”, que sobre todo se manifiestan a partir de la adolescencia, “una edad que por sí sola ya es compleja para todo el mundo”.
Así lo explicó a Servimedia Elena de Marianas, psicóloga y experta en infancia y violencia de género, quien aseguró que el pilar más importante para superar un drama de esta magnitud es la familia que se queda al cuidado del menor.
En lo que va de año, según los datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 35 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas y 21 menores de edad han quedado huérfanos por ello.
”Los expertos muchas veces tenemos que trabajar antes con la familia que con el propio niño o niña que ha perdido a su madre, porque si ellos no son fuertes, difícilmente podrán ayudar a los pequeños”, explicó Elena de Marianas, quien indicó que aunque lo humano es que en la familia se hable mal del padre asesino, “no es lo más recomendable, porque eso agudizará todavía más la herida en el alma que tiene el niño”.
A su juicio, por muy duro que pueda llegar a ser se debe intentar recuperar la normalidad cuanto antes, “y si es posible que el menor vaya a vivir con las personas con las que haya tenido más roce hasta el momento, y lo más cerca posible de su entorno, para que poco a poco pueda llevar una vida lo más parecida a la que tenía antes de que su madre fuera asesinada”.
SECUELAS DURADERAS
Por su parte, la psicóloga Margarita García advirtió de que las secuelas más importantes a corto plazo son las relacionadas con el estrés postraumático, como pueden ser las pesadillas, miedos, tristeza o ansiedad. “Pero podría decirse que los niños, si son pequeños, podrían llevar una vida normal durante la infancia”, añadió.
El problema más grave, en opinión de ambas expertas, llega a partir de los 12 o 13 años, cuando comienza la adolescencia, "que ya de por sí es un momento vital complejo de cambios, y que para estos chicos es mucho más complicado”, señaló García.
Esta especialista advierte de que las chicas corren el riesgo de adoptar una postura dependiente en general y con los hombres en particular, lo que les puede hacer que repitan el patrón de comportamiento de la madre. En cambio, los varones pueden adoptar un comportamiento agresivo y con un alto grado de falta de empatía, que les puede llevar de forma consciente o inconsciente a su padre, “aunque sea sólo por la rabia que tienen dentro”.
Precisamente, para Elena de Marianas, son la rabia y las emociones en general las que hay que enseñar a canalizar y expresar adecuadamente tanto a los niños como a las niñas para evitar este tipo de problemas en su etapa adolescente.
“Lo importante es trabajar desde el primer momento con la familia y con los menores, para ahondar en construir el futuro y no en pensamientos negativos ni de rabia. Aunque la familia odie al agresor, algo que es normal, no se puede transmitir esa idea a los pequeños, porque a fin de cuentas también se está hablando de su padre, aunque sea un asesino, y ya bastante mal se sienten los menores al saberse hijos de una persona así”, indicó esta experta.

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