Durante muchos años fui usuario de las agendas de Palm, y luego incluso utilicé un Treo 600, uno de los primeros teléfonos inteligentes de la marca.
Pero terminé por abandonar la plataforma y pasarme al iPhone tras años de esperar a que Palm la moviera hacia delante y la sacara del agujero tecnológico en el que se había metido.
Aún así, cuando el Palm Pre salió a la venta pensé y dije que era la oportunidad de Palm de volverse a hacer un hueco en este mercado, aunque a esas alturas ya lo tenía difícil.
Y es que aunque como dice John Herrman en The Indie Phone Maker’s Last Stand el Pre y familia y su nuevo sistema operativo son buenos, y Palm por fin le echó narices al asunto abandonando de una vez Palm OS en favor de algo casi infinitamente más moderno, todo parece indicar que a estas alturas eso es demasiado poco y a la empresa puede que no le quede mucho.
Ya no es cuestión de fabricar el mejor teléfono del mercado con unas buenas aplicaciones disponibles para él. Ya no basta con eso, sino que ahora es necesario que ese teléfono se integre con toda una serie adicional de productos y con la forma de vida de sus usuarios.
Y en eso parece que un fabricante de teléfonos que va por libre tiene pocas posibilidades de triunfar. Lamentablemente.
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