Tratando las secuelas menos visibles del conflicto palestino-israelí

  • Redadas, violencia y humillaciones conforman el día a día en parte de Cisjordania, con un impacto psicológico para su población palestina que la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) trata de paliar con un programa de salud mental.

Daniela Brik

Hebrón (Cisjordania), 20 ago.- Redadas, violencia y humillaciones conforman el día a día en parte de Cisjordania, con un impacto psicológico para su población palestina que la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) trata de paliar con un programa de salud mental.

Se trata de un proyecto destinado a ofrecer ayuda psico-social a palestinos afectados por trastornos cuyas causas se derivan directamente del conflicto con los israelíes.

Muchas veces, este tipo de problemas psicológicos pasan desapercibidos o parecen empequeñecer en relación con lesiones más visibles y las duras condiciones de vida a las que se enfrentan los residentes en ciudades como Hebrón, foco de constantes fricciones.

"Los síntomas más comunes son el miedo, aislamiento, agresividad, transtornos del sueño", apunta a Efe Itziar De Miguel, una pamplonesa encargada de coordinar la actividad de MSF en Hebrón.

Revela que, de los 314 pacientes atendidos en los primeros seis meses de 2012, el 53 por ciento de los casos eran menores, mayormente con edades comprendidas entre los 12 y 16 años.

En el programa intervienen psicólogos, trabajadores sociales y médicos que desarrollan terapias individuales o grupales, proyectos de sensibilización y promoción, así como de prevención.

La principal fuente de difusión del proyecto es el boca a boca, aunque los profesionales no ocultan que no son pocos los afectados que deben superar la barrera del tabú que entraña requerir ayuda psicológica en una sociedad tradicional en la que puede suponer un estigma padecer trastornos relacionados con la salud mental.

Los tratamientos son generalmente cortos, con un máximo de 15 sesiones, y los pacientes atendidos en consulta o bien en sus domicilios al menos una vez por semana.

El programa se inició hace más de una década en Hebrón, una de las ciudades palestinas donde más se palpa el conflicto, pues en ella viven unos 600 colonos judíos rodeados por una población de más de 130.000 palestinos y protegidos por más de un millar de soldados.

Entre las dolencias más comunes se encuentran ataques de ansiedad, pánico, estrés post-traumático, depresión, transtornos del sueño, micciones nocturnas en menores y agresividad.

Miriam Qabas es una trabajadora psico-social integrante del proyecto, que cada semana acude a supervisar un grupo de mujeres en la población de Yata, al sur de Hebrón.

"Cada semana elegimos un tema del que tiramos del hilo para que las mujeres saquen al exterior sus problemas", refiere junto al grupo que aborda la definición de violencia para tratar la agresividad en los niños.

Qabas subraya que gran parte de los hombres solía trabajar en Israel antes de la última Intifada hoy en día está sin trabajo, lo que incrementa el desánimo, así como episodios de ira, frustración y agresividad en el seno familiar.

En la aldea de Susia, al sur del distrito, al menos 14 familias se enfrentan a órdenes de demolición de sus hogares, unas rústicas tiendas levantadas en medio de una árida montaña sin las condiciones más básicas de vida.

En general, los vecinos no pueden dormir, padecen episodios de ansiedad, los niños comienzan a llorar cuando ven a soldados israelíes y la depresión es el pan de cada día.

Muhamad Nuaja, de 22 años, fue atendido por la ONG tras manifestar agresividad y distanciamiento como consecuencia del arresto y humillación que sufrió delante de su familia por soldados israelíes.

Las mujeres de la aldea sienten "verdadero pánico" por el acoso reiterado de colonos cuando se quedan solas al cuidado del ganado, explica Alia Muhamad, de 45 años.

Para Yamila Hasan Shalalda, de 47, divorciada y madre de tres, la situación no es muy distinta.

Vecina de la Calle Shuhada, una de las principales del sector H2 de Hebrón, bajo control militar israelí y donde se incrustan cuatro asentamientos judíos, fue brutalmente agredida por colonos y ha sufrido incursiones de soldados israelíes en su casa.

De las 80 familias palestinas que vivían en su calle hoy sólo quedan siete.

Los psicólogos trataron a la familia, en particular, a sus hijas que se mostraron durante años retraídas y recelosas, una terapia que ella desea retomar.

"Mi casa es una verdadera cárcel", lamenta, bajo el patio cubierto por un enrejado que protege de los objetos y basuras que arrojan los colonos.

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