(REPORTAJE)FRANKENSTEIN Y EL ‘VAMPIRO ROMÁNTICO’, HIJOS ‘COLATERALES’ DEL AÑO SIN VERANO

Igual que el batir de las alas de una mariposa en Pekín puede provocar un tornado en Brasil, la megaerupción de un volcán en Indonesia puede dejar al mundo sin verano. Eso fue lo que ocurrió en 1816, un año en el que la hambruna tuvo un macabro protagonismo, el frío reinó a sus anchas en Europa y la ceniza volcánica ensombreció el cielo apocalíptico. Doscientos veranos después todo parece formar parte de un funesto decorado, de un preludio perfecto para el nacimiento de dos de los más grandes monstruos de la historia.
Todo empezó el 10 de abril de 1815, cuando el volcán Tambora, situado en la isla de Sumbawa (Indonesia), entró en erupción. La montaña, que medía 4.300 metros de altura, perdió un tercio de su volumen y expulsó más de 160 kilómetros cúbicos de material del interior del cráter.
“Según el índice de explosividad volcánica, la erupción se catalogó de nivel 7, en una escala del 0 a 8”, afirma Joan Martín, jefe del Grupo de Vulcanología del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera del CSIC.
Las cenizas y los gases se elevaron hasta 30 kilómetros y llegaron a la estratosfera, donde, a través de las corrientes atmosféricas, se extendieron por todo el planeta y provocaron un invierno nuclear en algunas zonas y un efecto invernadero, en otras.
“Esas partículas formaron una nube de ceniza que hizo de pantalla para los rayos solares”, explica Ana Casals, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorológica. El descenso global de la temperatura dejó a Europa sin verano, el frío y las lluvias acabaron con las cosechas y provocaron hambrunas y enfermedades que segaron la vida de más de 70.000 personas.
VILLA DIODATI, EL LUGAR DONDE NACEN LOS MONSTRUOS
Pero también es de justicia reconocer que ese año maldito dio sus peculiares frutos y, si de la luz, el sol y el calor crece la vida, bien podría pensarse, metafóricamente hablando, que del frío, la oscuridad y la muerte solo pueden nacer los monstruos de nuestras peores pesadillas. Pero, eso sí, unos monstruos que marcarían el curso de la literatura y el cine fantástico. Porque lo cierto es que aquel 1816 sin verano supuso un punto de inflexión para el mundo de terror, cuyo epicentro se situó, exactamente, en Villa Diodatti.
Villa Diodatti era considerada por Mary Shelley como un lugar de culto para la creación y el arte ya que, en otros tiempos, estuvieron allí John Milton, Voltaire o Rousseau.
En opinión de Antonio Ballesteros, catedrático de Literatura Inglesa de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y experto en vampiros, razón no le faltaba a la joven inglesa, porque “es un emplazamiento muy especial, telúrico, casi mágico. Está ubicada a orillas del lago Lemán, en Ginebra, rodeada por los picos y las montañas de los Alpes. Incluso se ve el Mont Blanc”.
Fue allí donde se reunieron Lord Byron, Mary y Percy Shelley (aunque todavía no estaban casados) y John William Polidori, médico personal de Byron. La lluvia constante y el mal tiempo les obligó a pasar largas jornadas recluidos en la villa, donde se dedicaban a leer relatos de fantasmas frente a la chimenea. Al amor de aquellas historias de miedo, fue cuando “Lord Byron tuvo la feliz idea de hacer una especie de apuesta para ver quién escribía el mejor relato gótico”, explica Ballesteros.
El mal tiempo pasó y, aunque los habitantes de la villa volvieron a sus paseos estivales y a las navegaciones remando al viento en el lago de Ginebra y la apuesta quedó en suspenso, el órdago que aquella noche lanzó Lord Byron no cayó en tierra estéril.
Mucho ha llovido desde aquel mítico encuentro, y la Villa Diodatti se ha convertido en un lugar muy popular por su vinculación con Frankenstein, pero lo que no todo el mundo sabe es que aquella semana no solo se gestó al resucitado menos apuesto de la literatura, sino también al “abuelo” del chupasangre más famoso de la historia. Mientras Shelley daba vida a su Frankenstein, el doctor Polidori escribió su boceto de 'El vampiro', una obra que bien podría entenderse como la precursora, la que abriría el camino hacia la creación del Drácula inmortal.
PRIMER VAMPIRO ROMÁNTICO
También es cierto que antes de 'El Vampiro' de John William Polidori ya existía el mito en el folclore popular, y se había escrito algún tratado y poesía sobre este tema. “El texto de Polidori es la primera narración vampírica propiamente dicha; a partir de aquí comienza la recreación del vampiro como mito romántico literario”, reconoce Ballesteros.
Pero la aportación del doctor Polidori va mucho más allá de su innovación narrativa, puramente técnica, porque le dio al vampiro su corte aristocrático, sus aires románticos, sus dotes de seductor y una existencia inmortal.
Lo más curioso de todo esto es que la fuente en la que se inspiró el doctor para crear su vampiro era, precisamente, la causa de parte de sus desgracias. “El ‘vampiro’ tiene elementos claramente paródicos e irónicos con respecto a la figura del propio Lord Byron”, comenta el experto en literatura romántica.
El texto se convierte así en una pequeña venganza con la que Polidori, a través del personaje principal (Lord Ruthven), ridiculiza al poeta inglés, “que era tremendamente egocéntrico y narcisista. A todos los que tenía a su lado les hacia la vida imposible. De alguna manera, escribe esta obra reflejando esa capacidad vampírica de Lord Byron”.
Y así, Lord Ruthven, ideado como una parodia y utilizado como una venganza, se convirtió en la semilla que gestó un género. Aunque, para Ballesteros, “es poco probable que Bram Stoker conociera la obra de Polidori”, su rudimentario vampiro es el origen de una especie que, alcanzando su clímax con Drácula, no ha parado de evolucionar.
Hoy, aunque los vampiros siguen siendo seres fascinantes, también están “infectados” por el virus de la globalización. Ya no tienen acento rumano, ni raíces ancestrales; ahora son apátridas errantes y, a menudo, su sangre está mutada con todo lo inimaginable, porque, como buenos alter ego del ser humano, al final no dejan de ser un reflejo de la sociedad de su tiempo.
FRANKENSTEIN Y SU CREADORA
“Frankenstein siempre ha sido una creación única”, afirma el catedrático en Literatura Inglesa. No solo porque, a diferencia del vampiro, es una criatura nueva, que no procede “de ninguna mitología popular; es un monstruo creado a partir de la nada”; sino también porque, para Mary Shelley, su procedencia le hacía único en su especie: “es la creación de un ser sin mediación divina y sin mediación femenina”.
En la novela, es creado por un imprudente doctor que pagaría cara su osadía (una vez más, el mensaje está claro: no se pueden desafiar las leyes de la naturaleza, ni las divinas). Pero, volviendo a Shelley, habría que matizar que aunque, efectivamente, no era un ser nacido ni de divinidad, ni de vientre de fémina alguna, sí fue dado a luz por una mujer, intelectualmente hablando. No nació con sangre y sudor, sino de la tinta y el papel; no tuvo una madre, pero sí una creadora.
“A pesar de que es una obra con una calidad literaria excelente ?reconoce Ballesteros?, no tuvo la consideración que se merece, porque las obras góticas y de fantasía han sido muy despreciadas a lo largo de la historia. Aunque, por suerte, la situación ha cambiado, sobre todo en el mundo anglosajón”. Tal vez por eso, Frankenstein fue considerada por la propia Shelley como “una obra primeriza”. Lo que entonces no podía imaginar la joven autora es que, gracias a su novela, tanto ella como su creación, como aquel 1816 sin verano, se ganarían un lugar en la posteridad.
Hoy, en el 200 cumpleaños de aquel verano, ese enclave maravilloso, los tormentosos días sin sol, las historias de fantasmas, el encierro involuntario y aquellas mentes receptivas y creativas se nos antojan como una concatenación de elementos necesarios para que se diera “esa explosión de creatividad”. “¿Causalidad o casualidad?”, se pregunta Antonio Ballesteros. Eso nadie lo sabrá.
Pero lo cierto es que “la confluencia de esos dos escritos y la trascendencia que han tenido creo que no tiene parangón en otro lugar. Y que han sido cruciales para la historia de la literatura fantástica, para la literatura inglesa y para la literatura universal”.

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