Las poetisas afganas se la juegan con cada verso

  • Sus ojos maquillados miran fijamente el suelo mientras entona una oda frente al círculo de poetisas al que pertenece. Esta noche Nadia habla de amor, un tabú en Afganistán que puede costarle caro.

"Me he consumido toda la noche como una vela, lejos de mi amante", recita Nadia en pashto, una de las dos lenguas afganas. "Como la cera ardiente, me fundo y me desmayo".

Nadia tiene 20 años y forma parte de Mirman Bahir (La Tendencia de las damas), un grupo de poetisas que se reúnen en un lugar secreto de Kandahar (sur). Esta ciudad es un bastión de los talibanes, quienes gobernaron el país entre 1996 y 2001 con mano dura y principios misóginos.

La joven estudiante recita un landay, un poema pashtún muy breve. Las poetisas afganas utilizan las dos estrofas cortas de los landays para denunciar las lacras de la sociedad, desde las bodas de adolescentes hasta los "crímenes de honor".

El amor, la vida de pareja, las desilusiones amorosas o el sexo también tienen cabida en estos versos, que son auténticas hazañas en una sociedad en la que los hombres y las mujeres evolucionan por separado.

Con sólo mencionar estos tabúes, Nadia se condena a una especie de muerte social. "¿Quién se va a querer casar con una mujer que escribe poemas?", dice, citando las palabras de su madre, categóricamente opuesta a la pasión de su hija. "En general, la gente piensa: 'si escribe sobre el amor, debe ser una mujer de pocas virtudes'".

El público de la bodega de Kandahar en la que se reúnen las poetisas es heteróclito. Hay estudiantes, madres y solteras envueltos en chales de colores chillones. Algunas vinieron jugándose la vida. Para blindar su coartada se trajeron a sus hermanas pequeñas.

Las poetisas se reúnen sólo cuando todas pueden asistir. La cita se fija por teléfono.

Para las que les cuesta desafiar las costumbres, Mirman Bahir abrió una línea telefónica. Las poetisas pueden dejar sus "landays" sin llamar la atención. Los textos se leerán en una de las reuniones.

Esta actividad cultural deja entrever el universo oculto de las mujeres afganas dispuestas a arriesgar la vida para ridiculizar el patriarcado dominante.

"Los landays están cargados de pena, amor e ira y desdicen la idea de que las mujeres pashtunes no son más que fantasmas bajo burkas azules", escribe Eliza Griswold, autora de un libro sobre estas poetisas.

La vida de las afganas mejoró desde la caída hace casi 15 años del régimen islamista de los talibanes, derrocado por una coalición liderada por Estados Unidos: algunas son diputadas, otras empresarias o pilotos de aviación.

Pero la igualdad de los sexos sigue siendo un espejismo en un país donde muchos hombres consideran a las mujeres como "Naqis-ul-aqal" (dotadas de facultades limitadas) que no deben expresarse en público.

"Las mujeres que se atreven a cantar o a recitar poemas en público se exponen a ser tratadas de prostitutas", explica el poeta afgano Wahid Warasta. "La verdadera prostitución está en la cabeza de quienes las llaman así", opina él.

En 2010 una joven poetisa apodada Zarmina se prendió fuego después de un altercado con sus hermanos. La habían sorprendido leyendo un poema por teléfono y creyeron que sus palabras iban destinadas a un hombre, al otro lado de la línea.

Zarmina, natural de Helmand, una provincia sureña donde los insurgentes combaten al ejército, estaba dejando un "landay" en el contestador automático de Mirman Bahir.

La asociación está radicada en Kabul. Sus reuniones atraen a profesores, diputados y periodistas. Pero en las regiones más conservadoras de Kandahar y Helmand, las poetisas actúan en secreto.

Todas aquellas que no se atreven a salir de casa usan el teléfono móvil. "Cuando mi marido tomó una segunda esposa, estallé/ las llamas del infierno ya no me asustan", reza el landay de una anónima.

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