¿Cómo puedo diseñar mi plan de pensiones?

  • ¿Estás pensando en contratar un plan de pensiones? ¿Tienes dudas sobre qué factores hay que tener en cuenta para hacerlo? Si quieres saber cuáles son las claves para acertar en tu elección, sigue este esquema de cinco puntos realizado por el equipo de Abante Asesores.
Abante Asesores explica los cinco puntos clave de los planes de pensiones
Abante Asesores explica los cinco puntos clave de los planes de pensiones
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Abante Asesores

 Abante Asesores te explica en cinco pasos cómo elaborar un plan de pensiones:

1. Primer paso: ¿Cuánto necesitaré?

Lo primero que cualquier ahorrador debe plantearse es cómo quiere vivir una vez que se jubile. La jubilación supone, en general, una fuerte reducción de ingresos. Y la pensión de la Seguridad Social, como ya sabemos, puede no ser suficiente para financiar un periodo de nuestras vidas cada vez más largo. Por tanto, si queremos mantener cierto nivel de vida, tendremos que:

1. Ahorrar

2. Obtener una rentabilidad  adecuada

Para poner números a nuestro objetivo de jubilación (cuánto necesitaremos y durante cuánto tiempo), determinar nuestro déficit de ahorro y evaluar la rentabilidad que deberíamos pedirle a los mercados, el primer paso es realizar un estudio de planificación financiera que incluya una simulación de la pensión esperada de la Seguridad Social.

2. Segundo paso: ¿Cuánto puedo y cuánto debo ahorrar?

El ahorro es consumo diferido. Renunciamos a gastar una parte de nuestros ingresos hoy, para poder completar los del futuro. Por eso, hay que pensar que nuestro futuro es parte de nuestras responsabilidades presentes. Eso sí, teniendo en cuenta que:

1. El plazo reduce el esfuerzo de ahorro. Es decir, cuanto antes empecemos, menor será la carga.

2. No hay que olvidar que, al tratarse de un ahorro a largo plazo, las aportaciones anuales deben ser compatibles con la situación financiera actual y con otros objetivos intermedios.

3. La aportación a planes de pensiones, planes de previsión asegurados y mutualidades, tienen, hoy por hoy, un límite máximo. Por ello, para partícipes que tengan que hacer un mayor esfuerzo de ahorro (en general, más cercanos a la edad de jubilación con poco capital acumulado) puede ser recomendable realizar aportaciones complementarias a través de otros vehículos, en particular, los fondos de inversión

Un aspecto a tener en cuenta es que determinados vehículos (planes de pensiones, planes de previsión asegurados, mutualidades...) tienen importantes ventajas fiscales, que dependiendo de la edad y de las rentas del trabajo del inversor, podrían llegar hasta el 45% de la cantidad aportada.

En los últimos años se ha extendido la opinión de que dicha ventaja no compensa los costes fiscales del rescate. En general, esto no es cierto y mayoritariamente, el plan de pensiones sigue siendo el vehículo óptimo para realizar el grueso del ahorro. Entendemos además, que la fiscalidad del ahorro a largo plazo en general y del ahorro para jubilación en particular tenderá a mejorar.

En este punto, si el estudio de planificación financiera considera la realidad del ahorrador como un todo, y no solo el objetivo de jubilación, tendremos información muy valiosa para optimizar financieramente las aportaciones. Además será conveniente realizar una simulación para optimizarlas, también, fiscalmente.

3. Tercer paso: ¿Qué rentabilidad necesito y qué riesgo debo asumir?

Llegados a este punto, si a nuestro objetivo, le restamos nuestros recursos, la diferencia será el déficit (o superávit) de ahorro que tendremos que completar con la rentabilidad que obtengamos de nuestras inversiones.

En este sentido debemos tener en cuenta que:

1. La inflación va a restar poder adquisitivo a nuestro ahorro a largo plazo, por tanto la rentabilidad mínima que debemos exigir a nuestras inversiones debe ser la tasa de inflación esperada. Así, por ejemplo, con un 3% de inflación anual media durante 25 años, lo que hoy nos cuesta 1.000 euros, en 25 años nos costará, aproximadamente el doble, o sea, unos 2.000 euros.

2. La rentabilidad necesaria supone nuestro referente, personal e intransferible, a la hora de invertir y vendrá limitada por nuestro perfil de riesgo. Es decir, no podemos aspirar a buscar la mayor rentabilidad posible, si no es dentro del marco de nuestra capacidad, psicológica y financiera, de asumir riesgo.

3. Aunque se trate de un objetivo a largo plazo, debemos sentirnos cómodos con las fluctuaciones de nuestra inversión a corto plazo.

4. Conviene tener cuidado con las inversiones que no fluctúan (participaciones preferentes, depósitos estructurados, depósitos convencionales, garantizados...): o bien tienen riesgos distintos (calidad crediticia, iliquidez...), o bien su rentabilidad no será suficiente para alcanzar nuestros objetivos.

Los mejores aliados para diluir el riesgo y alcanzar la rentabilidad esperada son:

1. El largo plazo

2. El ahorro periódico, coherente con mi plan financiero

3. La diversificación

En este punto el estudio de planificación financiera, debe considerar la restricción del perfil del riesgo a fin de reevaluar el plan completo. Puede ser que nuestros objetivos no sean alcanzables o, por el contrario, que podamos llegar a ellos con poco esfuerzo (ahorro y/o riesgo).

Puede ser que estemos ahorrando poco y/o mal o que en cambio estemos destinando demasiados recursos a este objetivo concreto. Finalmente, puede ser que no estemos sacando todo el partido posible en términos de rentabilidad, al nivel de riesgo asumido.

4. Cuarto paso: ¿Qué producto elijo?

Como hemos visto hasta ahora, hay un ejercicio previo que realizar y que las más de las veces obviamos, antes de elegir  en qué producto concreto invertir.

Y en este punto las claves son:

1. Información recurrente y en profundidad de la visión de mercados y la estrategia de gestión de nuestro producto. Se trata de que el producto se adecúe a lo que necesitamos y, para ello, debemos asegurarnos de que entendemos qué opina y cómo actúa el gestor.

2. Comisiones. Que están estén acordes con el valor añadido que aporta del gestor. Si queremos gestión pasiva, que no nos la cobren. Si queremos gestión activa, que aporte valor. Si estamos pagando comisiones por productos garantizados, mejor mirarlos a fondo, no sea que comprando directamente fondos de renta fija a largo plazo tengamos mejores condiciones...

3. Flexibilidad en la gestión para modificar nuestra exposición al riesgo en cada momento y alcanzar la distribución de activos que necesitamos

En este punto, el estudio de planificación financiera es clave para no andar haciendo y deshaciendo la estrategia de inversión según sople el viento de las modas o de las propuestas comerciales de las entidades .

Saber en qué tipo de activo conviene aportar este año, de acuerdo a la valoración que ofrece, saber si es momento o no de rebalancear el peso de la renta fija y la renta variable en nuestra cartera, son cuestiones tácticas clave y solo abordable si tenemos claras la meta a alcanzar y el camino que queremos seguir.

5. Quinto paso: Seguimiento del plan financiero para jubilación

Afrontar un objetivo como el de la jubilación no puede limitarse a la aportación anual a nuestro producto de ahorro. Antes bien debemos hacer un seguimiento continuo no solo de los mercados, sino también de las distintas variables que nos afectan ya que las circunstancias personales, patrimoniales y fiscales del inversor cambian a lo largo del tiempo.

Anualmente habrá que revisar:

• Situación laboral y profesional. Si han cambiado nuestros ingresos, y por tanto nuestra capacidad de ahorro, nuestra situación con respecto a la Seguridad Social, o los complementos retributivos a medio y largo plazo ligados o no a jubilación (planes de empleo, stock options...)

• Situación fiscal, que pueda alterar la fórmula de ahorro elegida y que en el rescate determinará la mejor forma de proceder.

• Situación personal: que afecte a nuestra capacidad de ahorro para jubilación (nuevos objetivos que financiar, distintos recursos...)

Al menos, trimestralmente habrá que revisar la evolución y perspectivas de los mercados.

El estudio de planificación financiera es una herramienta viva, que hay que revisar y ajustar, en su caso, en función de cómo cambiamos nosotros y cómo cambia nuestro entorno.

Para ello, ponerse en manos de un Consejero Financiero adecuado, que conozca en profundidad nuestras necesidades y circunstancias, que trate a la persona como paso previo a tratarnos como inversores, resulta esencial. Hoy por hoy, ese valor añadido escasea y por ello, no está incluido en ninguna comisión. Esto es precisamente lo que el inversor debe exigir. Asesoramiento y dedicación.

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