Un sistema electoral como el de EEUU y Reino Unido favorecería a Rajoy

  • Si España tuviese un sistema como el de EEUU o Reino Unido, otras elecciones serían innecesarias. Gobernaría Rajoy. 

    La segunda vuelta, como en Francia, no logra el consenso de los partidos. El Rey, como el 23-F,  podría tener un papel más protagonista. 

El presidente del Congreso llama a los ciudadanos a votar el 26J y espera que los políticos hayan "aprendido la lección"
El presidente del Congreso llama a los ciudadanos a votar el 26J y espera que los políticos hayan "aprendido la lección"
EUROPA PRESS

Todo apunta a que las elecciones del 26-J dibujarán un escenario prácticamente idéntico al de diciembre. Los partidos estarán obligados, una vez más, a buscar acuerdos para la investidura. Pero ¿qué ocurre si se imponen los vetos y las negociaciones resultan de nuevo fallidas?

Unas terceras elecciones serían imperdonables. La salida más viable sería que el Rey tuviese un papel protagonista, forzando los pactos. La solución tiene partidarios y detractores casi en la misma medida.

¿Y qué pasaría con un sistema electoral distinto? Una ley de segunda vuelta, al estilo francés, resolvería el bloqueo al someter de nuevo a votación a los dos partidos mayoritarios, para elegir presidente. El sistema americano, o el británico, hubiesen resuelto la situación, beneficiando a las mayorías.Papel más activo de Felipe VI

El papel mantenido por el Rey en este proceso de negociaciones ha sido el ajustado a su deber constitucional, y que rige la máxima neutralidad para proponer candidato.

No obstante, ante este escenario incierto cabría preguntarse si Felipe VI habría de jugar, superado el 26-J, un papel más activo para permitir el desbloqueo.

El proceso se volverá a repetir entonces: renovado el Congreso, el Rey “previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno”. Antes de este trámite, el Rey llevará a cabo consultas con los líderes de las formaciones políticas, durante las cuales estos le trasladan su apoyo de investidura a un candidato concreto.

“El Rey tiene un papel decisivo en la solución de la crisis gubernamental”, afirma el catedrático de Derecho Constitucional, Antonio Bar Cendón. Este experto considera que en caso de que no exista una propuesta clara de candidato, vease el caso actual, el Rey tiene cierta “libertad de actuación”. No puede proponer a quien desee, como es lógico, pero sí actuar como “intermediario o negociador” entre distintos partidos para lograr una propuesta de amplio respaldo.

En cualquier caso, Felipe VI sí tiene discrecionalidad para proponer al candidato que considera que puede lograr más fácilmente una mayoría, aunque sea simple. De la misma forma que puede reservarse también la posibilidad de no proponer a nadie y convocar nuevas elecciones.

La opinión de si el monarca debería tener un papel más protagonista, empujado por la inédita situación política y en el propósito de evitar unas terceras elecciones genera divisiones. El periodista Jaime Peñafiel afirma rotundo que el rey tendría que haber evitado unas rondas de consultas, en referencia a la segunda y la tercera, que se sabían fallidas. En su lugar, sostiene, “tendría que haber esperado a que cuando alguno de ellos tuviese los suficientes votos, lo dijese y se propusiese”. Eso es, según Peñafiel, lo que hubiese hecho el rey don Juan Carlos. “Nos reunimos todos y aquí no se levanta nadie hasta que estemos de acuerdo”, señala.

Entre los expertos no hay opinión unánime. Algunos sostienen que la excepcionalidad del momento político permitiría al Rey intermediar para lograr acuerdos. Quienes así lo defienden recuerdan, por ejemplo, el papel político desempeñado por el rey durante el 23-F.

Otros son más críticos con el protagonismo real. En 1996, por ejemplo, don Juan Carlos propuso como candidato a José María Aznar cuando aún no tenía acuerdos cerrados, con CiU y PNV, para ser investido. Fue muy criticado.Segunda vuelta electoral

La idea de la segunda vuelta no es nueva. De hecho, la han planteado los dos partidos mayoritarios, en su propuesta para una reforma de la ley electoral. Primero fueron los socialistas, y después el PP.

Los populares , y algún sector del PSOE- como la presidenta andaluza, Susana Díaz-insistieron en ella tras las elecciones municipales y autonómicas, en un momento también complejo por la dificultad para alcanzar mayorías.

La iniciativa suponía que gobernaría la lista más votada en primera vuelta cuando consiguiese el 35 por ciento de los votos y cinco puntos sobre la segunda. En caso de que ninguna candidatura cumpliese esas condiciones se celebraría una segunda vuelta. La medida iba sobre todo referida a los municipios, aunque no se descartó su alcance a nivel de generales. De esta forma, el presidente del gobierno saldría de una segunda votación ciudadana entre los líderes de los dos partidos políticos más votados.

La idea cayó en el olvido, y no fue incluida en la propuesta de reforma electoral que el PP llegó a registrar, en julio pasado, en el Congreso, aunque en las últimas semanas se ha reactivado, en previsión de que, tras el 26-J, el resultado sea prácticamente idéntico.

En nuestro sistema político nunca se ha probado esta fórmula, implantada desde hace décadas en otros países de nuestro entorno, como Francia o Portugal. Nuestros vecinos franceses acuden por segunda vez a las urnas a las dos semanas de votar en primera vuelta.

Existen, lógicamente, ventajas y desventajas: es una solución eficaz para superar situaciones de bloqueo ante la fragmentación parlamentaria. Por otro, supone en la práctica la continuidad del sistema bipartidista.

En varios casos, la segunda vuelta ha dado lugar también a pactos y negociaciones, ya que los partidos de un mismo espectro político pueden optar por aglutinarse para hacer más fuerza.

El sistema de doble vuelta no implicaría una reforma profunda de nuestro sistema electoral. Otros modelos sí, aunque a su favor tienen que resolverían el empantanamiento político. Con el sistema de EEUU y Reino Unido gobernaría Rajoy

De forma simplificada, el sistema electoral de EEUU se basa en que cada uno de los 50 Estados del país tiene asignado un número de puntos, hasta un total de 538, que suma el candidato ganador, sea cual sea la diferencia de voto.

De esta forma, el candidato que consigue 270 se asegura ser el ganador. Esto supone que aquel con más fuerza en los estados más relevantes, con más puntos, tiene más garantías de ser el elegido, al margen del número total de votos. Ello implicaría, por ejemplo, que Pedro Sánchez se hubiese asegurado los “puntos” de Andalucía o Extremadura, comunidades en las que ganó el PSOE, o Pablo Iglesias los de Cataluña, donde la candidatura En Comú Podem fue la más votada. Por el contrario, Ciudadanos no lograría ninguno.

El sistema, como el anterior, tiene lógicamente sus pros, pero también sus contras. Y es que, al final, la carrera presidencial se limita de nuevo a los dos partidos mayoritarios, capaces de asegurarse más “Estados”. En el caso español, el triunfo del PP sería incontestable: ganó en trece comunidades.

En Reino Unido, el país se divide electoralmente en 650 distritos, con entre 20.000 y 100.000 habitantes. Cada uno elige un diputado. De esta forma, el que acumula más distrito gana. El sistema favorecería, de nuevo, al bipartidismo.

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