En el libro, Pastor señala que lo primero es ser claro en el mensaje a transmitir y, para ello, el emisor tiene que saber que el centro de la comunicación es el receptor. Igualmente, el mensaje también debe tener una idea clave que hay que repetir como mínimo tres veces y, según el autor, tiene que salir en los tres primeros minutos. Además, hay que conseguir que las frases más cortas sean las clave y escoger muy bien las palabras.
La emocionalidad es otro de los aspectos por los que tiene que pasar el mensaje, pues "explicar un buena historia al comienzo que tenga relación directa con este o captar la atención con una serie de preguntas son dos fórmulas con las que consigues esa implicación emocional", para así atrapar la atención del espectador, destaca Pastor.
Hay que tener en cuenta que la escenificación también influye en cómo se va a transmitir el mensaje y cómo va a llegar al público, por lo que el autor recomienda: comunicar con el cuerpo, guiar el discurso con los brazos, escoger un buen espacio, evitar leer, vigilar el tono de voz, controlar el tiempo -avisar desde un inicio cuánto durará y cumplirlo- y, finalmente, ritualizar la comunicación.
Cambiar la opinión de los demás, creer que tener razón no es suficiente y buscar argumentos para convencer son los últimos aspectos que el emisor del mensaje tiene que conseguir para llegar al público y esto pasa por basarse en relatos concretos, en hechos conocidos o en causas probables; hacer referencia a personas que se admiren; que el relato se pueda compartir; y que responda a un prototipo, ya que es más fácil que todo el mundo lo visualice.
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