Picasso y Giacometti, dos amigos con las mismas obsesiones

Picasso y Giacometti fueron amigos durante más de 20 años y los dos genios se hicieron las mismas preguntas, que cada uno respondió a su manera. Una muestra en París confronta por primera vez sus obras.

"Hay un diálogo artístico entre quien es considerado como el mejor pintor del siglo XX y quien es considerado el mejor escultor", explica Catherine Grenier, directora de la Fundación Giacometti y curadora de la exposición abierta hasta el 5 de febrero en el Museo Picasso parisino.

Giacometti conoció a Picasso en 1931. Tenía 20 años menos que el español, a quien veía como un gran maestro y que fue el primer visitante de la primera exposición del suizo. Rápidamente, se creó una relación de amistad entre los dos hombres, que durará hasta los años 1950.

La confrontación de sus obras es "sumamente interesante. Intercambian ideas. Tienen las mismas obsesiones, las mismas fantasías también", explica la directora de la fundación Giacometti, que prestó una cantidad excepcional de obras.

Picasso y Giacometti fueron dos niños superdotados, hijos pintores que los formaron.

Expuestos lado a lado al principio de la muestra, dos famosos autorretratos realizados con 20 años de diferencia revelan sus personalidades afirmadas. "Fijan al espectador. Uno se queda cautivado por su presencia. Son personajes fascinantes", dice Grenier.

Los dos artistas se interesarán por las artes lejanas, no occidentales o antiguas, donde se nutren de la estilización de formas, como la "Mujer cuchara" (1927) de Giacometti. Sin embargo, aunque recurren a las mismas fuentes, llegan a formas muy diferentes", destaca la comisaria.

También tienen en común el haber estado muy temprano en contacto con la experiencia de la muerte. Picasso hizo el retrato de su amigo el pintor y poeta Carles Casagemas en su lecho de muerte, Giacometti el del pintor Georges Braque. Cómo el muerto se convierte en objeto, cómo en el vivo ya se vislumbra al muerto. Esas preguntas obsesionan al escultor suizo.

La violencia vinculada a la sexualidad y la exacerbación erótica los atrae igualmente: "su forma de desarticular al cuerpo femenino, de recomponerlo, los acerca mucho", destaca Grenier. "El acto sexual es visto como un combate", señala.

La exposición reúne en una sala varias obras maestras: "Mujer arrojando una piedra", "Figuras al borde del mar" y "Mujer en un sillón rojo" de Picasso, "Bola suspendida, "Mujer degollada" y "Punta en el ojo" de Giacometti.

"Una sala así, no vamos a ver muchas en nuestras vidas. Es una hermosa reunión", señala el presidente del Museo Picasso, Laurent Le Bon.

La exposición pone además en paralelo retratos de Dora Maar, la compañera de Picasso entre 1935 y 1943, y las esculturas de Annette, que luego sería la esposa de Giacometti. Dos figuras femeninas, a la vez amantes y musas, sobre las que cada artista proyecta su psiquis, a veces hasta el extremo del retrato monstruoso.

A fines de los años 1930, los dos amigos se ven varias veces por semana. A sus preocupaciones artísticas comunes se suma la cercanía política: compañeros de ruta en el Partido Comunista francés, les impacta especialmente la Guerra Civil española.

En 1940-1941, se ven todos los días. Pero la guerra los separa: Giacometti queda bloqueado en Suiza. Regresa a París en 1945 y su relación se reanuda como si nada. Picasso tiene una nueva compañera, Françoise Gillot, y una verdadera amistad une a las dos parejas.

En los años 1950, Picasso y Giacometti operarán juntos un retorno al realismo, lo cual les valdrá ser blanco de muchas críticas. A la "Cabra" de Picasso responde entonces "El perro" de Giacometti.

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