Ángeles González Sinde, la guerrera leal que quiso poner puertas al campo

  • La ministra Ángeles González Sinde, que ha anunciado hoy que abandona la vida política, ha llevado hasta sus última consecuencias el encargo de poner fin a las descargas de productos culturales en Internet.
Caricatura de Ángeles González Sinde
Caricatura de Ángeles González Sinde
Raúl Arias
Fernando de Luis-Orueta

Sinde. Sólo mencionar su nombre levanta todo tipo de suspicacias en la Red. Y tiene sentido: cuando el presidente del Gobierno le ofreció el puesto de ministra de Cultura, el encargo era claro: poner puertas al campo.

Fue así como Ángeles González Sinde, en 2009 presidenta de la Academia de Cine y destacada guionista de la industria española, se convirtió en la combatiente número 1 contra la piratería.Ya en sus últimos Goya realizó un encendido discurso en el que tachaba a las descargas como la losa del cine español y reclamaba una acción decidida contra todos los que las facilitaran. En ese momento aún no podía imaginar que sería ella la encargada de hacerlo. 

Su herencia en forma de ley

Desde el arranque de esta legislatura, su caballo de batalla ha sido la Ley de Economía Sostenible, disposición adicional segunda. Las puertas del campo. El plan: un procedimiento abreviado para cerrar las páginas web de enlaces sin esperar a que un juez lo ordenara. Fue la reafirmación de lo que sus destractores esperaban.

La Red prendió fuego y estuvo a punto de conseguir que se retirara del texto legal en el Congreso. Pero, en realidad, Sinde no estaba sola. Contaba con el apoyo de una parte muy relevante de la industria cultural –muy especialmente de los poderosos del mundo del cine- y las presiones del extranjero, muy especialmente de la industria de Hollywood, que exigía dejar de ver a España en las listas negras de la pirtería.

Pero su buque hizo aguas con su sucesor: el realizador Álex de la Iglesia, siguiente presidente de la Academia, abrió Twitter para promocionar su película Balada triste de trompeta y leyó lo que le decían. Y algo más: entendió las razones y advirtió la necesidad de trabajar con los potenciales espectadores, no en su contra. Pero De la Iglesia quiso que su nueva postura se convirtiera en la oficial y no tuvo éxito. La Academia se negó a comprarle el discurso y tuvo que presentar la dimisión.

Sin embargo, no fue una victoria para Sinde porque con aquella marejada su suerte estaba vendida. El mundo del cine se había polarizado y su ley, congelada. Fueron los días más duros de su mandato. Una agotadora negociación con el PP sirvió para incluir a los jueces en el proceso para el cierre de una web, pero dejó a la ministra políticamente acabada. 

Volver a escribir

"Aquí entre vosotros es donde me siento bien", confesaba Sinde a sus colegas guionistas el pasado febrero en los premios del sindicato Alma. Allí dejó caer que su futuro estaba en la escritura y no en la política, que se veía pergeñando nuevos guiones y tentando al teatro antes que seguir en batalla.

Aprobada la ley, pensaba que la pesadilla había terminado. Pero la primavera pasada se convirtió en un infierno. Primero llegó la noticia de la muerte de su hermano en un accidente de coche y poco después la policía tomaba al asalto la sede de la SGAE para investigar un grave caso de desvío de fondos cuyo final aún no se vislumbra.

Otra vez objeto de todas las miradas, de acusaciones y de exigencias. Muchos apostaron por una dimisión que nunca llegó. No por falta de ganas, cuentan en su entorno, sino por no crear un nuevo problema al Gobierno. A Ángeles González Sinde se le puede acusar de muchas cosas pero ninguna de ellas es deslealtad.

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