Atxaga reivindica el valor añadido del directo frente a la "pantalla"

  • El escritor guipuzcoano Bernardo Atxaga, cuya obra "El hijo del acordeonista" será representada este fin de semana en el Teatro Gayarre de Pamplona, ha reivindicado el valor del directo en una sociedad en la que todo es pantalla.

Pamplona, 25 abr.- El escritor guipuzcoano Bernardo Atxaga, cuya obra "El hijo del acordeonista" será representada este fin de semana en el Teatro Gayarre de Pamplona, ha reivindicado el valor del directo en una sociedad en la que todo es pantalla.

Atxaga, que ha estado acompañado en conferencia de prensa por el director de la obra teatral, Fernando Bernués, y la actriz Mireia Gabilondo, ha asegurado que el teatro es un espacio muy apropiado para "hablar de lo que habitualmente no se habla, para decir cosas que habitualmente no se dicen, para exponer cuestiones, sean personales, sean sociales, que casi nunca afloran".

El autor vasco, Premio Nacional de Narrativa en 1988 por "Obabakoak", ha afirmado que "el directo, la voz, el ver a las personas", como ocurre en el teatro, tiene "un valor añadido" porque "el resto es pantalla" en el mundo actual.

Hay una "predisposición" de la persona que va al teatro a "escuchar otros mensajes", ha declarado Atxaga, para quien "se objetivo" del teatro se cumple perfectamente" en la puesta en escena de "El hijo del acordeonista", un montaje del que nadie "saldrá indemne" porque la representación "le afectará".

Respecto a su novela, que relata la historia de dos amigos que entran en ETA a comienzos de los setenta y que se reencuentran muchos años después, ha explicado que su idea general fue recrear un país que era "un mundo casi antiguo, en el que el arado era romano y las misas eran en latín" y en el que "no existían ni Sigmund Freud ni Carlos Marx".

Ese "mundo antiguo", ha afirmado, "se ve de repente extraordinariamente perturbado por la aparición, primero de la política, y luego de la forma violenta de actuar políticamente".

Atxaga ha tratado esa violencia en las novelas "El hombre solo" y "Esos cielos" y con "El hijo del acordeonista" ha cerrado un ciclo con el que ha querido "echar una mirada hacia ese pasado", pero lo ha hecho de forma abierta, que es "aquella que pretende hablar de las situaciones a partir de los personajes, entrar dentro de ellos y escribir y describir, expresar a través de ellos".

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