Babette se sienta a la mesa

  • Veinticinco años después de servir su maravilloso menú en "Babette's Feast", la actriz francesa Stéphane Audran pudo por fin, en el marco del Festival de San sebastián, degustar esos platos imaginarios creados por Karen Blixen y llevados al cine por Gabriel Axel.

Mateo Sancho Cardiel

San Sebastián, 28 sep.- Veinticinco años después de servir su maravilloso menú en "Babette's Feast", la actriz francesa Stéphane Audran pudo por fin, en el marco del Festival de San sebastián, degustar esos platos imaginarios creados por Karen Blixen y llevados al cine por Gabriel Axel.

"Babette's Feast" tuvo un éxito que sorprendió a la propia Stéphane Audran, musa de Claude Chabrol que se dejó seducir por los cantos de sirena del cine danés y recreó en 1987 el que es su papel más recordado: la enigmática Babette que reconcilia a todo un pueblo con sus artes para la cocina.

"El arte también alimenta", volvió a repetir en entrevista con Efe Audran, que ganó con esta película un Óscar, en referencia a ese diálogo final en el que exclamaba que "un artista nunca será pobre".

El chef vasco Mikel Santamaría, del restaurante Bokado del Acuario de San Sebastián, bajo la fascinación que le produjo como espectador y como gastrónomo aquella película, se ofreció a cocinar la magia del cine.

Rodeado de camareras con cofia y delantal y de sirvientes con camisa de chorreras y fajín, como en la Dinamarca rural del siglo XIX sin luz eléctrica ni rastros de la "nouvelle cuisine", resucitó en San Sebastián a la mítica Babette Hersant, que algo dejó en Stéphane Audran, que se reconoce admiradora de la cocina y que sabe disfrutar sin tener que pedir perdón a Dios.

"Cristo nunca dijo que comer fuera un pecado", explicaba en relación con la mojigatería culinaria que profesaba el pueblo danés al que Babette llegaba por casualidad en la inolvidable película. Y ella disfrutó tanto comiendo ahora como, hace veinticinco años, cocinando su papel más recordado.

Para no decepcionar a Babette, Santamaría experimentó en su cocina, donde volvió a cocinar los blinis Demidoff rellenos de caviar, a meter las codornices en su sarcófago de castaña, trufa y foie y regarlas "con esa salsa tan brillante de la película", y a dejar la cabeza del ave por fuera del hojaldre. "Habrá que ver cuántos se la comen", bromeaba el cocinero.

Sin embargo, el chef no pudo más que simular la sopa de tortuga, que "es ahora una especie protegida", se excusó, y la añada de los vinos, por razones obvias, ha tenido que cambiar.

El menú no cuesta los 10.000 francos que Babette dilapidaba para satisfacer a la comunidad que la había acogido, sino 50 euros, como dictan las normas del Culinary Zinema con el que el Festival de Cine hace el maridaje del plato y la pantalla y que se completaba con un surtido de quesos y la tarta de baba de ron, que, eso sí, Stéphane Audran ya no quiso probar.

Había empezado la cena algo molesta con el tardío horario de la cena española, pero, conforme comenzó ese desfile de viandas, como les ocurrió a los comensales de la película, su gesto se fue relajando, su capacidad para perdonar emergió y la sonrisa estalló hacia los postres.

Audran ya había probado anteriormente la Concha de Plata a la mejor actriz en este mismo festival, por "Le boucher" en 1970, aunque entonces no pudo venir a recoger el premio, y había trabajado con Luis Buñuel, al que considera "un poeta", en "El discreto encanto de la burguesía", que ganó el mismo Óscar que "Babette's Feast", que se reestrenará en España en noviembre.-

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