Babette se sienta a la mesa

  • Veinticinco años después de servir su maravilloso festín, Babette se pudo por fin sentar a la mesa en San Sebastián y degustar ese menú imaginario y decimonómico creado por Karen Blixen que le llevó a ganar un Óscar en el clásico de Gabriel Axel.

Mateo Sancho Cardiel

San Sebastián, 28 sep.- Veinticinco años después de servir su maravilloso festín, Babette se pudo por fin sentar a la mesa en San Sebastián y degustar ese menú imaginario y decimonómico creado por Karen Blixen que le llevó a ganar un Óscar en el clásico de Gabriel Axel.

"El festín de Babette" tuvo un éxito que sorprendió a la propia actriz Stéphane Audran, musa de Claude Chabrol que se dejó seducir por los cantos de sirena del cine danés y recreó en 1987 el que es su papel más recordado: la enigmática Babette que reconcilia a todo un pueblo con sus artes para la cocina.

"El arte también alimenta", ha vuelto a repetir la actriz en una entrevista con Efe, en referencia a ese diálogo final en el que exclamaba que "un artista nunca será pobre".

El chef vasco Mikel Santamaría, del restaurante Bokado del Acuario de San Sebastián, bajo la fascinación que le produjo como espectador y como gastrónomo aquella película, se ha ofrecido a cocinar la magia del cine.

Rodeado de camareras con cofia y delantal y sirvientes con camisa de chorreras y fajín, esa Dinamarca rural del siglo XIX, sin luz eléctrica ni rastros de la nouvelle cuisine y con el general Lorens Löwenhielm incluido, ha resucitado en San Sebastián a la mítica Babette Hersant, que algo dejó en Stéphane Audran, que se reconoce admiradora de la cocina y que sabe disfrutar sin tener que pedir perdón a Dios.

"Cristo nunca dijo que comer fuera un pecado", explica en relación a la mojigatería culinaria que profesaba el pueblo danés al que Babette llegaba por casualidad en la inolvidable película. Y ella disfrutó tanto comiendo hoy como cocinando su papel más recordado hace 25 años.

Para no decepcionar a Babette, Santamaría ha experimentado en su cocina, donde ha vuelto cocinar los blinis Demidoff, rellenos de caviar, y a meter a las codornices en su sarcófago de castaña, trufa y foie y regarlas "con esa salsa tan brillante de la película", así como dejar la cabeza del ave por fuera del hojaldre. "Habrá que ver cuántos se la comen", bromeaba el cocinero.

Sin embargo, el chef no ha podido más que simular la sopa de tortuga, que "es ahora una especie protegida", se excusa, y la añada de los vinos, por razones obvias, ha tenido que cambiar.

El menú no cuesta los 10.000 francos que Babette dilapidaba para satisfacer a la comunidad que la había acogido, sino 50 euros, como dictan las normas del Culinary Zinema con el que el Festival de Cine hace el maridaje del plato y la pantalla y que se completaba con un surtido de quesos y la tarta de baba de ron, que, eso sí, Stéphane Audran ya no quiso probar.

Había empezado la cena algo molesta con el tardío horario de la cena española, pero, conforme comenzó ese desfile de viandas, como los comensales de la película, su gesto se fue relajando, su capacidad para perdonar emergió y la sonrisa estalló hacia los postres.

Audran ya había probado anteriormente la Concha de Plata a la mejor actriz en este mismo festival, por "El carnicero" en 1970, aunque entonces no pudo venir a recoger el premio, y había trabajado con Luis Buñuel, al que considera "un poeta", en "El discreto encanto de la burguesía", que ganó el mismo Óscar que "El festín de Babette", que se reestrenará en España en noviembre.-

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