"¡Brava!", señora Berganza

  • Teresa Berganza ha vivido muchas emociones fuertes dentro y fuera de los escenarios, pero pocas, o quizá ninguna, como la que esta noche le ha brindado el Teatro Real, donde han gritado "!brava!" a la mujer y a la artista, quien a sus 80 años recién estrenados mantiene intactos genio, carisma y elegancia.

Carlos Mínguez

Madrid, 21 jun.- Teresa Berganza ha vivido muchas emociones fuertes dentro y fuera de los escenarios, pero pocas, o quizá ninguna, como la que esta noche le ha brindado el Teatro Real, donde han gritado "!brava!" a la mujer y a la artista, quien a sus 80 años recién estrenados mantiene intactos genio, carisma y elegancia.

La señora Berganza, como así la llama su legión de admiradores, "fieles y exquisitos", los definió, festejó esta noche en el Real, el teatro de su pueblo, Madrid, como a ella le gusta llamar a la ciudad en la que nació, que ya tiene "cuatro veces veinte".

Y dejó bien claro que, aunque retirada de los escenarios, sigue aquí, dando guerra, llamando a las cosas por su nombre y disfrutando de lo lindo como maestra de quienes, por su juventud, todavía no conocen bien los secretos de la voz y de la música, secretos que ella atesoró en una carrera larga, inteligente y cargada de éxitos.

La soprano cordobesa Auxiliadora Toledano, uno de esos jóvenes discípulos, se lo dijo bien claro a su maestra desde el escenario del Real: "Gracias por ayudarnos tanto a los jóvenes".

Una carrera a la que Teresa Berganza puso punto y final hace unos años cuando, como ella misma reconocía días atrás, la voz se fue. Voz que, sin embargo, puede escucharse hoy y siempre en las más de doscientas grabaciones que la mezzosoprano madrileña ha dejado como legado.

La voz de una cantante que "ha llevado su registro a los límites del refinamiento" y de una artista "que ha pulido su gesto dramático hasta la más alta eficacia".

Quien así habló de la homenajeada sabe mucho de escenarios: el actor y director de escena José Luis Gómez, encargado por esa "gran mansión del arte" que es el Teatro Real, "casa de la música, de la palabra cantada, del teatro" de presentar una gala musical en honor de alguien que "enamora" y hacia la que es necesario mostrar "una interminable gratitud".

Alguien que ha servido con devoción a la música y que nunca se olvidó de ser "una de nuestras mejores embajadoras por el mundo", dijo Gómez.

Palabras que fueron escuchadas por una Berganza emocionada, sonriente y elegante -para ocasión tan señalada escogió un Pierre Cardin en tabaco y salmón- sentada junto a la Reina en el palco Real, desde donde escuchó piropos, palabras de cariño, admiración, respeto y agradecimiento por su magisterio.

Desde tan privilegiado lugar, Berganza pudo ver el desfile sobre el escenario de "grandes artistas, directores de orquesta, músicos y cantantes", como dijo Gómez, reunidos por el Real para cantar a la homenajeada y recordar algunas de las músicas que han acompañado la carrera de esta madrileña castiza de la calle de San Isidro, casticismo del que ha hecho siempre gala.

"He nacido a cinco minutos de aquí", recordaba esta española "pasional" y "definitivamente madrileña" que en marzo pasado sopló ochenta velas. Una Berganza castiza que cuando salió al escenario, al finalizar la gala, recibió una estruendosa y larguísima ovación, mientras desde los palcos y las localidades altas le arrojaban pétalos de rosa.

Muchos han sido los artistas que han querido cantar esta noche para quien ha cantado como los ángeles. Ahora bien, quienes se llevaron los mayores aplausos fue ese trío de ases que son los españoles Carlos Álvarez, María Bayo y Josep Pons que, como no podía ser de otra manera, interpretaron zarzuela.

Un género con el que Teresa Berganza ha viajado por todo el mundo, con gran éxito, como ella misma se ha encargado de recordar. "Os paso a mis 80 años -ha pedido esta noche- la responsabilidad de mantener viva la zarzuela, con la seguridad de que no me fallaréis".

En esta primera noche del verano, y en la ciudad en la que Berganza nació y en la que quiere morir, en el Teatro Real se ha escuchado música de dos compositores, Mozart y Rossini, a los que ella sirvió magistralmente. Alguien que entiende el arte de la ópera como algo "mágico". "Los que no la conocen -dijo- no saben lo que se pierden".

Un arte que "nos permite olvidarnos de las miserias de la vida durante unas horas, o creer que existe el amor eterno, que nos permite morir y volver a renacer,...", destacó una Teresa Berganza de cuyos ojos a punto estuvieron de brotar las lágrimas. "Sí, soy de lágrima fácil", reconoció.

Esta noche pusieron voz a Mozart y Rossini, Marie-Nicole Lemieux, Annick Massis, David Alegret, Renato Girolami, Serena Malfi, Tassis Christoyannis, Susana Cordón, José Carlo Marino, Sofía Soloviy, Ekaterina Siurina, Jonathan Lemalu, Helene Schneiderman, Raúl Giménez y Luca Dall' Amico.

Y un veterano José van Dam, el bajo barítono belga que tantas veces ha compartido escenario con la Berganza. Emocionante y largo fue su abrazo en mitad del escenario, al concluir la gala, en la que la orquesta y coro titulares del coliseo estuvieron a las órdenes de Alejo Pérez y Sylvain Cambreling.

Antes de que comenzaran a sonar las primeras notas, y tras anunciarse la presencia del ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert fue abucheado desde las localidades de paraíso, entre gritos que demandaban una "enseñanza pública para todos" y su dimisión.

Un abucheo que fue contestado con aplausos desde el patio de butacas y muchos palcos. Y que escuchó, sentado entre el público, otro miembro del Gobierno, Alberto Ruiz-Gallardón, ministro de Justicia y melómano reconocido.

Fue el ministro Wert el encargado, tras la gala, de entregar a Teresa Berganza la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, que le concedió el Consejo de Ministros en mayo.

Una condecoración que a partir de ahora lucirá con orgullo quien ha vivido hoy "el día más feliz" de su vida.

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