Cecilia Bartoli: Es un honor que la Scala me abucheara

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 12 dic.- Cecilia Bartoli no canta, cuenta historias en una tesitura y con un color que explican por qué es la mezzosoprano más popular del mundo, aunque haya público como el de la Scala que haya aguardado casi 20 años para abuchearla. "Es un honor -replica-. Ya estoy en la misma nómina que Callas o Caballé".

"Fue muy 'divertente'. Eso le pasó no hace mucho a Carlos Kleiber, pero es que han abucheado a Caballé, a Callas, a Abbado, a Mutti... Es un absoluto privilegio estar en la misma nómina", subraya la cantante y musicóloga en una entrevista con Efe un día antes de actuar en Madrid, el Auditorio Nacional, con el repertorio de su último disco, "Mission".

Bartoli (Roma, 1966) cree que lo que sucedió el pasado 3 de diciembre en el coliseo milanés, recién condecorada con el prestigioso premio Herbert von Karajan, fue "un boicot" porque el concierto, sostiene, fue "simplemente maravilloso".

El director musical de la Scala, Daniel Barenboim, la había "seducido" para que volviera a la Scala casi 20 años de su último concierto allí y ofreciera, con él en la batuta, un recital de los de poderío: una primera parte barroca, con Haendel, del que es reina absoluta, y el "Exultate, jubilate", de Mozart, y, tras el descanso, Rossini ("Otello" y "Cenerentola").

Al parecer, ya en el intermedio, algunos "activistas" del temido "loggione", la zona donde se sientan los aficionados más radicales, comentaban en el "foyer" que la voz de la "diva" estaba declinando.

Nada más iniciar los primeros compases rossinianos, se oyeron los primeros "buuu", primero "piano" y después "fortissimi", tanto que Barenboim paró para conminar a "tutti" al silencio.

"Parece ser que es una costumbre en la Scala", explica riéndose la artista, a la que estos "tiffosi", tan ruidosos como sus fans, que se deshacían en respuesta en "bravi" y aplausos, acusaban de cantar en falsete.

Sin amilanarse, toda genio y figura, emprendió de nuevo el último aria y señalándose la garganta para mostrar que "de falsete nada" provocó el delirio en la sala, de la que salió triunfante.

"Es todo como una parodia y es un poco lo que está pasando ahora en Italia con Berlusconi. Es increíble que una persona como él que quiera salir de nuevo a la palestra. Es un país maravilloso pero loco. Vamos de Caravaggio al 'bunga bunga'", se admira.

Por contra, está emocionada con la reacción que tuvo el público el pasado lunes en L'Auditori de Barcelona: "Sorprende tanto entusiasmo en un público tan joven y además con un compositor desconocido -Agostino Steffani, autor de las piezas de "Mission"-".

"Era como un concierto de rock. Está claro que necesitamos a los jóvenes en las butacas", sostiene.

Su próximo reto, tras la recuperación de la obra de un compositor como el músico, obispo y espía vaticano Agostino Steffani (Castelfranco Veneto, 1654- Frankfurt, 1728), es interpretar bel canto con instrumentos de época, tal y como se hace con la música del barroco.

"En los 70 recuperar la instrumentación original fue un escándalo, pero ahora es lo normal. Quiero hacer Bellini, Rossini y Shubert así. Es otra dimensión sonora", subraya.

Prepara para el próximo Festival de Pentecostes de Salzburgo, que ella dirige, la versión original de "Norma", de Bellini, algo que, augura, "será una revolución porque será muy diferente a la tradición".

"Quiero que el año próximo el tema del festival sea el de 'víctima sacrificada', por eso 'Norma' y por eso, por primera vez, habrá un ballet, el de San Petersburgo, con 'La consagración de la primavera' y Barenboim dirigiendo. Vamos a abrir una dimensión nueva", promete la mezzo, que dirige ahora el festival que nació con von Karajan, al que conoció cuando ella empezaba, hace 20 años.

Se sabe la única en el mundo capaz de vender con Verdi o los castratti diez millones de discos, pero sostiene a ella lo que de verdad le preocupa es "contar historias" con la música que interpreta, por eso en la carátula de "Mission" quiso aparecer "feísima", con una calva postiza, como si fuera el sacerdote de "El exorcista".

"Me divierte mucho romper con el cliché de la diva siempre hermosa y 'vaniti fair'. Quiero contar y cantar historias porque la música -revela- es la única medicina para el alma".

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