Cómo afrontar algo tan indigno como la muerte: entrevista con un filósofo

    • Javier Gomá ha terminado su tetraología sobre el ser humano, la esperanza y el ejemplo.
    • Está considerado como uno de los intelectuales más importantes de España.
    • Su libro 'Necesario pero imposible' propone cómo actuar ante la gran verdad: el fin.
    • A los 16 años tuvo una visión que le empujó a buscar respuesta a sus dudas sobre Grecia clásica.

La revista Foreign Affairs le considera uno de los intelectuales más destacados del siglo XXI. Javier Gomá Lanzón es director de la Fundación Juan March. Su último libro culmina una tetralogía en la que intenta comprender el mundo, la desgracia, el sentido de la vida, y ofrece una esperanza.

Esta visión la tuvo muy joven. Como explica en el prólogo de Necesario pero imposible, fue un día de primavera.

¿Cuál fue esa visión que le vino de golpe un día?

Fue el comienzo de 2º de BUP, una activación espontánea de todas las capacidades, facultades, habilidades emocionales, intelectuales, imaginativas hacia una dirección. Entonces, disfrutas de una gran concentración de energías. Eso me ocurrió a mí.

¿Cómo fue?

Comenzó con un pensamiento sobre la Grecia arcaica, que va de Homero hasta el siglo V. Es el paso del mito al logos, el progreso en la civilización. Yo percibía, sin embargo, que había habido una pérdida.

CS ¿Una pérdida?

JG Si usted se hace la pregunta de qué es lo verdadero,  lo bueno, lo útil y lo santo en la Grecia arcaica, no te responden con un concepto te responden con un ejemplo personal: Aquiles, Ulises…  ¿Y cómo accedemos a esa verdad? No mediante un conocimiento abstracto, sino mediante la imitación. Dentro de ese héroe hay una ley válida, un universal concreto.

¿Qué sucedió después de ese periodo heroico?

Que ese universal concreto se escinde: por un lado en un universal abstracto, del que nace la ley, la filosofía, la ciencia y el derecho de las ciudades, el derecho escrito; y por otro lado,  se escinde el concreto trágico que ya no tiene su enganche con la ley universal.

La tragedia, griega, ¿es la nostalgia del héroe perdido?

Cuando un héroe ya no puede ser representante de la ley, se enfrenta a la ley y la ley le aplasta. Ya no tiene esa universalidad que tenía el héroe homérico, que es una universalidad luminosa, seductora que se ofrece como paradigma de comportamiento. Ulises era inteligente, rico, piadoso, virtuoso, sabe hablar, tiene facilidad de palabra, es músico, encima es líder, es admirado, es exitoso en la batalla.

Nietzsche decía que  a partir de Sócrates y Platón empezó la decadencia griega.

Él decía más o menos esto: hubo una época de una vitalidad desenfrenada que quedó truncada desde que un  filósofo, que además era feo y malvado como Sócrates, sacrificó la vitalidad en el altar del concepto. De un concepto que esclaviza, que mineraliza la vida y eso había producido la cultura platónico-judeocristiana que es la cultura por la que los débiles vitalmente han logrado dominar a los que estaban llamados a ser señores de la vida. No va por ahí para nada mi explicación.

Sígame contando esa visión que tuvo cuando era muy joven.

Yo tenía 16 años y estaba descubriendo el mundo. Recuerdo noches y noches de ansiedad. Tenía la necesidad de pensar que este último libro o este último pensamiento era el último libro que necesitaba. Me leí a todo Jung en 15 días o 20 días. Eran 16 horas al día.

¿Que otras cosas leía?

Thomas Mann, que trata la ejemplaridad.

¿De dónde sacaba esos libros tan raros para un joven?

Mi padre es un notario con una gran biblioteca: tenía novelas de Thomas Mann.  Y también libros griegos, no solamente Platón y Aristóteles sino el famoso libro de Jaeger sobre La Paideia griega [el alemán Werner Jaeger publicó en 1936: Paiedia es el ideal de formación total]. El grado de tensión interior hacia la visión era de tal naturaleza, que si no hubiera sido allí, lo habría buscado en la biblioteca pública o en la Biblioteca Nacional o donde fuera.

¿A qué se refiere con visión?

La vocación tiene dos componentes: la visión y la misión. La visión se puede explicar de la siguiente manera: los hombres y las mujeres tenemos la percepción de que si el mundo entero,  fuera un puzle de mil piezas, solo poseemos 100 y además desordenadas. La visión de la persona con vocación literaria es la intuición de  haber completado el puzle entero completando las otras 900 con la imaginación. Y esa visión es una visión muy totalizadora: de pronto ves el atardecer, o ves la playa, o ves el bosque, o ves el edificio. Entonces sientes de pronto un apremio, un apremio muy grande y es que si no le das objetividad a esa visión se va a desvanecer como todas las cosas humanas.

¿Cómo lo objetiva?

Experimentas una urgencia que es encontrar un objeto en el que plasmar esa visión. Si ese objeto es un trozo de madera o de piedra pues eres un escultor; si es un lienzo eres un pintor; si es una partitura eres un compositor; y si es un texto ese objeto donde se materializa la visión, pues eres un escritor con vocación literaria, porque haces o utilizas letras para componer un texto.

¿Cómo fue en su caso?

Escribí dos novelas, escribí cuentos, poesía, teatro y me di cuenta de que no agotaba el tema. Por otra parte esa visión requería para su maduración, una visión completa de muchas disciplinas que requería tiempo, estudio, lecturas y una capacidad de sintetizarlo todo en unos cuantos conceptos fundamentales.

¿Cómo organizó su vida para dar cuerpo a esa visión?

Estudié clásicas porque quise poner 2500 años de distancia entre el tiempo presente y la obligación de especializarme y encontrar una profesión. Me quise dar tiempo y perspectiva. ¿Qué es lo que yo hacía? Convertir ese Eros en concepto y luego el concepto en palabra y la palabra en texto. Y eso me llevó muchísimo tiempo.

¿Cómo sabía dónde encontrar lo que buscaba?

Siempre he sido una persona bien organizada. Consultaba a un autor y me encontraba, por lo menos, 3 o 4 libros de él. A las cuatro de la madrugada terminaba la lectura del último libro y, lleno de ansiedad, ese libro me llevaba a otro autor y muchas veces me encontraba que la biblioteca de mi padre tenía también a ese autor.

¿Qué otros libros te influyeron?

Max Scheler. Mi padre tenía 6 o 7 libros de Scheler en la biblioteca. Es uno de los grandes teóricos del arquetipo, del prototipo. Para mí fue muy importante el de “Esencias y formas de la simpatía”, porque Max Scheler  hace un repaso muy inteligente de todas las formas de imitación. La imitación es algo que hoy es percibido como negativo en psicología, en sociología. Tenga en cuenta que nosotros somos descendientes de Kant, quien exalta la idea de autonomía. Pero la imitación es lo contrario: una heteronimia, es un imitar a otro.

¿Qué aporta Scheler?

JG Superaba ese prejuicio kantiano,  y lograba ponernos al corriente de todas las grandes teorías y luego proponía la propia. Es lo que él llama una ética sentimental o una ética de los valores, que también me interesó extraordinariamente. Cuando descubrí a Scheler con 17 o 18  años, me lo leí Max en horas. No tenía otra cosa que hacer en mi vida.

¿Usted dice en su libro “Necesario pero imposible que en el siglo XVIII siglo XIX hay un cambio. ¿ Que ocurre?

Es la sustitución de la totalidad cósmica por la totalidad subjetiva. Se inaugura esa cosa que es el individuo, que se siente a sí mismo, por un lado, dotado de una dignidad incondicional, y por otro, abocado a esa cosa tan indigna que es la muerte: y necesita un nuevo instrumento de expresión. Ese nuevo instrumento de expresión es la literatura escrita, que permite que tú hables incansablemente de algo. El papel lo soporta todo. No ocurre lo mismo en los actos orales. Tú no puedes pretender tener 18 horas delante de ti, hablando a alguien de algo que sea oscuro, o bien aburrido, o bien ininteresante, o caprichoso, o una mera ocurrencia tuya. Cuando la cultura, cuando la subjetividad se convierte en el centro de la realidad y requiere un nuevo instrumento de expresión encuentra lo literario. Y la cultura, se hace una cultura escrita por primera vez en la historia.

Es la edad de oro de la filosofía moderna

Eso permite que un filósofo pueda crear sistemas que sean la proyección de su expresividad, de su espontaneidad, de su creatividad sin tener el test que te da lo social. A veces digo en broma que yo hubiera preferido que alguno de los grandes filósofos del siglo XIX y XX hubieran tomado el té con una dama refinada. Con una dama en su salón, porque se hubiera socializado parte de su filosofía. Hay cosas que resisten bien en el papel pero se convierten en bárbaras en el momento en que las conviertes en realidad.

¿Puede ponerme un ejemplo?

Nietzsche. Nietzsche es un paseante solitario que se inventa un Zaratustra que habla un lenguaje bíblico en lo alto de una montaña y dice cosas tremebundas en las que frivoliza con la violencia, con el racismo, con la superioridad, con el vitalismo, que dedica sarcasmos a la compasión, que critica la debilidad, la frialdad, las mujeres, los esclavos. Todo eso lo puedes decir si eres un solitario que expresas esas intuiciones a través del papel que lo soporta todo. Si este señor hubiera tenido que ir a la Primera Guerra Mundial o a la Segunda Guerra Mundial o este señor, a lo mejor, a lo largo de su vida hubiera frecuentado más un salón literario en lugar de pasear por los Alpes o por el norte de Italia, quizá habría comprendido que determinada filosofía gana cuando supera un test de sociabilidad o de mundanidad como a mí me gusta decirlo.

Pues la filosofía del XIX sin los alemanes….

El problema que tiene la cultura alemana en el siglo XIX y XX es que es una cultura energúmena. Tiene a veces la brillantez que te da esa especie de perfeccionismo o radicalismo que soporta el papel, pero que desde el punto de vista humano es una cultura sin mundo.

El realismo en la novela del XIX, ¿tiene algo que ver con lo que usted dice?

La novela es el género literario que inventa la nueva subjetividad. Cuenta y la misma historia y es el conflicto del individuo con la sociedad. ¿Por qué? Porque en la época anterior, en la época que yo llamo cósmica, el hombre, la mujer, forman parte de un todo que trasciende, que puede ser la polis o puede ser el universo. ¿Qué es lo que ocurre en la modernidad? Que esa parte quiere constituirse ella misma en todo, que es la subjetividad. Tú eres consciente de tu dignidad incondicional, sin embargo, estás destinado algo tan indigno como es la muerte.

¿Y cómo se refleja en la trama de las novelas?

Nace por primera vez la búsqueda del sentido de la vida. El concepto sentido de la vida es un concepto moderno. Antes no existía el sentido de la vida, porque te lo daba la posición que ocupabas en el cosmos o la posición que ocupabas en la polis. Nadie buscaba un sentido a su vida en la época grecorromana o medieval. Y la novela lo que cuenta siempre es, ¿por qué si yo soy una totalidad en mí mismo, cómo me voy a integrar en una sociedad que quiere hacer de mí una parte? Una parte de un todo que me trasciende, es decir, de la sociedad. Entonces la historia de la novela desde “Don Quijote” hasta “Madame Bovary” o Raskolnikov  es la historia de cómo integrar un YO que se considera él mismo todo en una sociedad que quiere hacer de él una parte, él se resiste y sucumbe normalmente a la sociedad.

¿Eso explicaría que  “El Quijote” sea la primera novela moderna? No es el héroe en el cosmos sino el hombre frente a una sociedad.

Es ese conflicto. Exactamente. ¿Cómo podemos formar una polis que siempre es un todo que trasciende a las partes, cuando cada una de las partes se considera un todo? Hay un conflicto no resuelto. Por eso, lo cuento en “Aquiles en el gineceo”, el gran género que hubiera tenido que ser y nunca llegó a ser dentro de la literatura son las novelas de educación. Las novelas de educación que yo estudio por extenso en “Aquiles en el gineceo” son aquellas novelas que tratan de establecer un itinerario para una perfecta integración del YO individual en el todo social.

¿Ejemplos?

Todas las novelas de educación desde Rousseau hasta Goethe son siempre novelas fracasadas. La modernidad es un fenómeno muy extraño. Al mismo tiempo es el fenómeno donde más radicalmente se ha experimentado la individualidad y al mismo tiempo más radicalmente se ha propugnado el colectivismo. Y, a veces, en las mismas personas como,Goethe. Goethe es el autor del “Werther”  que es la novela sentimental alemana por antonomasia, el descubrimiento de la nueva subjetividad; pero es el autor del “Wilhelm Meister”, su novela de educación donde acaba en una especie de colectivismo pretotalitario. Lo que ha triunfado, es ese fracaso expresado en las novelas que no son de educación en las que siempre hay un personaje que aspira algo y, normalmente, queda aplastado por la colectividad.

Si yo pudiera resumir su  último libro en un tuit diría que ‘ya que no vamos a ser eternos hay que prorrogar la muerte a través de grandes ejemplos’. Usted propone Jesús, porque es el súper ejemplo y porque nos hace tener esperanza. ¿Y por qué no Buda?

Porque Buda no ha pretendido tener una continuidad de lo humano individual más allá de la muerte. Ni los seguidores de Buda pretenden que exista una continuidad de Buda después de la muerte corporal.

La única doctrina que pretende que hay un individuo que después de la muerte pretende haber afirmado la continuidad de su existencia también mortal corporal e individual, es la del galileo.

CS: La figura del nuevo Papa, Francisco, ¿encaja más con ese modelo de ejemplaridad? Se está convirtiendo en uno de los personajes más seguidos actualmente, pero también de los más transformadores de la Iglesia

JG:. . ¿Qué ocurre cuando en la cúpula de la institución hay un hombre que se presenta como carismático transformador? Ese es el problema del Papa Francisco. El propio Ignacio de Loyola tuvo enormes tensiones con la curia en su época. Acabamos de publicar una biografía de él

En  la inmensa mayoría de los casos, los poderes transformadores de la Iglesia inicialmente no han formado parte digamos de la burocracia de la Iglesia, sino que es un San Francisco de Asís, una Santa Teresa, que normalmente experimenta una gran tensión con la institución. La mayoría de los grandes transformadores dentro de la Iglesia han padecido esa tensión con la propia Iglesia, aunque 10, 50, 200 0 300 años después es canonizado y propuesto como ejemplo. Pero San Juan de la Cruz tuvo problemas, Santa Teresa tuvo problemas, San Francisco de Asís.  Pero el desconcierto es que este papa produce la sensación extraña de que aspira a ser carismático transformador en la cúpula del poder institucional.

CS: ¿Eso es bueno o malo para la Iglesia?

JG: No soy capaz de hablar en nombre de la Iglesia. Yo creo que la Iglesia después del Concilio Vaticano II y la reacción que ha tenido, ha estado a un tris de convertirse en un poder tan conservador que ya casi seria irreformable.

CS ¿Qué asuntos pendientes tiene la Iglesia con la figura de Jesús?

JG: Se ha resistido a estudiar al Jesús histórico.

CS: ¿Por qué?

JG: Porque una investigación libre sobre el Jesús histórico –que no contradice nada de lo verdaderamente fundamental-, te obliga a repensar todos los dogmas, toda una doctrina que sirve para los seminarios, para los colegios, para la divulgación, no sólo de la fe, sino de la cosmovisión implícita en la fe te obliga a revisarlo.

CS: ¿No cree que la Iglesia necesita reformar el discurso que dan miles de párrocos todos los domingos?  El 90% de los sacerdotes parecen aburridos funcionarios del poder eclesial. Solo hay un 10% de gente brillante que realmente arrastran a multitudes.

JG: Durante mucho tiempo la iglesia fue una organización que servía para dar educación superior a personas que de otra manera, a lo mejor no hubieran tenido acceso a ella. Son personas que no tenían una verdadera vocación. Se educaban en el pueblo. En los años 30 y 40 era una salida para esos esos chicos de 12 años que parecían dóciles y más o menos piadosos: se le ofrecía una salida brillante porque además subían de estatus, y al final acababan estudiando los más brillantes en la gregoriana de Roma o en Múnich. Era una manera de situar a todo el mundo, de hacer carrera. Son personas que luego en una sociedad secularizada, como dice usted, tienen parte de funcionarios. Pero yo conozco personas muy transformadoras.

CS: No me resisto a comentar algo. Usted tiene una formación sumamente humanística, pero yo he echado en falta en sus libros una formación mas científica. La influencia de la mecánica cuántica, la neurociencia…

JG: Esto daría para mucho, pero es que no sirve para nada. La mayoría de las nuevas ciencias que están surgiendo o de las nuevas investigaciones sobre la neurociencia o la neuroética solemnizan lo obvio y sus consecuencias filosóficas apenas sirven para nada. Nos convencen de que los fenómenos humanos tienen una base neuronal, o somática, o nerviosa, o psicológica, ya lo sé, a partir de ahí ¿qué? Tenga en cuenta que la ciencia estudia las regularidades de la naturaleza y el hombre es lo contrario a una regularidad, es una singularidad.

CS ¿Puede ser más concreto?

¿Realmente pensamos que algún día la ciencia va a explicar por qué surgió Mozart? ¿Y por qué compuso 40 sinfonías y no 37 o 45? Lo que normalmente encuentro después de estos tochos grandes que, a veces, compras y lees en el que parece que te van a descubrir cuál es el fundamento de la religión, o del arte, o de la conciencia, o de la libertad o del sentimiento de culpa, normalmente son infinitas investigaciones de laboratorio y experimentos que se han hecho de los cuales se determina que la libertad esta condicionada  o por el entorno o por el cuerpo. Ya lo sabíamos.

CS: Deme algún modelo de imitación.

JG: No.

CS: ???

JG: Es que mi concepto de la ejemplaridad es un ideal y los ideales son propuestas  de perfección.

CS: Temo que he hecho entonces una pregunta muy periodística.

JG: El ideal de la ejemplaridad que yo propongo es como el ideal de la paideia griega: como los héroes que están en las metopas, esos dioses que no existen pero movilizan, atraen, seducen y mientras tanto vamos avanzando camino y nos quedamos a la mitad o a un tercio del ideal. Pero en la seducción que nos produce vamos avanzando.

CS: ¿No cree que podía haber tenido más éxito si con esta tetralogía si hubiera puesto como ejemplo a otra persona diferente a Jesús?  En un mundo tan poco creyente…

JG: Creo que es difícil aspirar a más. Del primer libro tuve cuatro ediciones y una de bolsillo. Luego escribí “Aquiles en el gineceo”, que se ha convertido en un libro de culto entre escritores. Ignacio Amestoy lo ha convertido en obra de teatro. Hay gente que ha regalado 50 ejemplares a diferentes amigos. “Ejemplaridad pública”, se ha convertido en moneda corriente y “Necesario pero imposible”, no solo va por la tercera edición en este mismo año, sino que ha tenido una aceptación extensísima en medios agnósticos o de izquierdas. Doble página en todas las revistas de izquierda, de derecha, de centro, por no hablar de El país. Porque ten en cuenta que es un libro que pretende ser un libro en el que no presupone ni la fe. He recibido cartas de enorme conmoción de agnósticos con “Necesario pero imposible”.

JG: Estamos en el centenario de Camus  y “El mito de Sísifo” empieza más o menos igual que su último libro: él dice estamos determinados a la muerte con lo cual la decisión del ser humano tiene que ser ¿nos suicidamos o no nos suicidamos? Pero usted en cambio tomas otra vía que es una reflexión mucho más filosófica.

JG: La mía es una hipótesis de esperanza. Y que luego haga lo que le da la gana con sus creencias.

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