David Trueba enfrenta a dos generaciones desnudas en el filme "Madrid, 1987"

  • Desnudos, encerrados por accidente en un estrecho cuarto de baño, José Sacristán y María Valverde se ven obligados a revelar las mentiras y verdades de sus personajes en el filme "Madrid, 1987", escrito y dirigido por David Trueba, que se estrena en los cines este viernes.

Carlos Palencia

Madrid, 12 abr.- Desnudos, encerrados por accidente en un estrecho cuarto de baño, José Sacristán y María Valverde se ven obligados a revelar las mentiras y verdades de sus personajes en el filme "Madrid, 1987", escrito y dirigido por David Trueba, que se estrena en los cines este viernes.

Una lucha generacional y una premisa que en apariencia podría desarrollarse en cualquier tiempo y lugar. Sin embargo, la fecha y el sitio indicados en el título son vitales, ya que el objetivo es confrontar a un hombre curtido en la dictadura con una joven educada en democracia.

La juventud rebelde y esperanzada de Ángela, ambiciosa estudiante de Periodismo, choca con la madurez reposada de Miguel, un periodista crápula y consagrado que cree saberlo todo sobre la vida y al que, no obstante, aún le queda mucho por aprender, en una cinta donde la tensión sexual orbita entre ambos, haciendo aún más difícil la impuesta situación.

"No hubo lugar para la invención, todo era perfecto" en el guión, ha señalado Sacristán hoy en Madrid.

Y es que este filme lleva a engaño, ya que al centrar casi toda su energía en los diálogos, "parece fácilmente trasladable" a las tablas, "pero no es así", según ha explicado el realizador.

No sólo por los desnudos, "que podrían desviar la atención de los espectadores de un teatro", en opinión de Trueba, sino por la posición de la cámara respecto a los personajes, que permite "remarcar las distancias", cercanas o lejanas, que separan a los protagonistas durante el desarrollo de su encierro.

Según Trueba, una ventaja del cine frente otras artes radica en "poder guiar la mirada del espectador", algo que en esta cinta es "fundamental" para su narración.

Además, "la sensación de encierro es más fácil de conseguir en el cine que en cualquier otro medio", ha destacado, defendiendo en todo momento el carácter cinematográfico de su propuesta, como también ha hecho Sacristán, que al leer el guión veía "una película" y no una función.

Para Valverde, es "muy necesario" este tipo de cine: "Como actriz hay que estar abierta a todo tipo de películas, ya que a un filme no lo hace grande su presupuesto".

Con la excusa de una entrevista, su personaje se arrima más y más al de Miguel, al que en un principio tiene en un pedestal. "Ella es muy fiel a lo que dice y hace, es una hambrienta de información" explica la actriz sobre Ángela, quien "se deja llevar" y seducir por por su compañero de encierro "para descubrir qué pasa; no se arrepiente" de sus actos.

Pero este filme rico en lecturas es también una protesta contra la autoridad, algo que Trueba detesta porque "es un engaño que obliga a fingir". Así, la cinta se sitúa en contra de aquellos que sentencian en lugar de hablar y que tratan de imponer sus ideas.

"El espectador que haya vivido aquella época reconocerá en Miguel la autoridad", el modo y las formas de ciertas figuras destacadas de ese momento, ha explicado Trueba, sobre una generación cuya estructura mental permitía a sus miembros "hablar puntuando y sin que se les escapara ninguna idea" y en este sentido ha recordado a Manuel Vázquez Montalbán, Fernando Fernán Gómez o Paco Umbral.

El pequeño cuarto de baño se posiciona como el tercer personaje de la película, el cual, según el director, ejemplifica esa "prisión interior" que toda persona lleva dentro, ya sea por "su familia o por el entorno social" y de la que nunca puede huir, por muchas metas y propósitos que cumpla en su vida.

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