Dos orejas para Lama de Góngora en una tibia encerrona

  • El joven novillero sevillano saldó su gesto de encerrarse en solitario con seis novillos de distintas ganaderías cortando dos trofeos gracias a la generosidad del público y del palco. Se echó de menos mayor contundencia con el excelente segundo, marcado con el hierro de Fuente Ymbro.

Alvaro R. del Moral

Sevilla, 12 oct.- El joven novillero sevillano saldó su gesto de encerrarse en solitario con seis novillos de distintas ganaderías cortando dos trofeos gracias a la generosidad del público y del palco. Se echó de menos mayor contundencia con el excelente segundo, marcado con el hierro de Fuente Ymbro.

FICHA DEL FESTEJO.- Se lidiaron, por este orden, novillos de los hierros de El Parralejo, manso y deslucido; Fuente Ymbro, emotivo en la muleta; Javier Molina, aplomado e intoreable; El Pilar, deslucido; el de Daniel Ruiz fue sustituido por un sobrero de Algarra, manso y noblón; el sexto, de Algarra, tuvo un excelente pitón derecho.

Lama de Góngora, que actuó como único espada, de celeste y oro, cosechó el siguiente balance: ovación, vuelta al ruedo tras leve petición, silencio; silencio; oreja y oreja.

La plaza registró media entrada en tarde fresca y algo desapacible. El festejo, organizado para la Cruz Roja Española, era el último de la temporada en la plaza de la Real Maestranza.

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DOS TROFEOS DE DISTINTO PESO

Una ovación al romperse el paseíllo alentó los ánimos del joven Lama de Góngora, que se marchó a la puerta de chiqueros para recibir al primero de la tarde, un novillo marcado con el hierro de El Parralejo, muy remiso en los capotes y manso en el caballo que huyó hasta de su sombra.

Lama lo brindó al público e inició su faena con un mazo de muletazos por bajo antes de emplearse en el toreo fundamental. Hubo más entrega en el novillero que en el novillo, un animal tardo cada vez más corto de viajes que se paró por completo cuando se sintió podido. Lama, muy arreado, le arrancó algunos muletazos pero el trasteo no llegó a tomar rumbo aunque la espada sí fue efectiva.

El segundo, de Fuente Ymbro, sólo hizo cosas feas en el capote aunque peleó en el peto. Distraído y a su aire en banderillas, rompió con importancia y emotividad en la muleta. El toreo brotó en la primera serie, intensa y dicha sin moverse de una loseta.

Lama le cuajó otra tanda bien rematada y compuesta aunque, el ritmo del trasteo decayó en la tercera serie. Hubo buen trazo en el toreo al natural pero cuando arrastraban al novillo quedó la duda de si había entendido a un animal que podía haber lanzado la tarde de otra forma

El tercero, de Javier Molina, había cubierto el hueco dejado por el anunciado ejemplar de Victoriano del Río. Serio y cuajado, buscó los tobillos de su matador, que contempló cómo había echado el freno a la primera de cambio resultando intolerable. En ese punto, la tarde había entrado en un tremendo bache argumental.

El cuarto estaba marcado con el hierro de El Pilar y se abrió con cierta importancia en el capote del novillero del Arenal, que no llegó a estirarse por completo. Lama inició la faena con cautela pero tampoco llegó a confiarse en el tramo central de un trasteo sordo y soso que tuvo que luchar con el corto recorrido del animal. Tampoco acertó el novillero alargando la faena sin sentido cuando lo que tocaba era abreviar.

Dicen que no hay quinto malo. Éste pertenecía a la ganadería de Daniel Ruiz y echó las manos por delante en el capote del joven novillero sevillano antes de partirse el pitón en la tronera de un burladero. Lama recibió al sobrero, de Luis Algarra, en la puerta de chiqueros con gesto enrabietado y le enjaretó hasta seis largas cambiadas de rodillas para levantar de nuevo los ánimos: el del público y el suyo propio.

Había logrado cambiar la decoración. La lidia resultó demasiado premiosa y Lama brindó la faena a los areneros de la plaza antes de pasar al novillo entre las rayas, en la misma puerta de chiqueros. Pero el espejismo duró poco. La cantada mansedumbre del animal diluyó los templados muletazos iniciales de un trasteo que se fue apagando aunque la estocada, cobrada en toriles, validó un trofeo de tintes demasiado cariñosos.

Lama de Góngora volvió a marcharse a chiqueros para recibir al sexto, otro ejemplar de Algarra que humilló en el capote. Hubo buena actitud en la lidia y en los quites y en la primera serie de su faena, honda y encajada, volvió a levantar el signo declinante del festejo. La segunda fue aun más intensa y a la altura de la excelente condición de este ejemplar de Luis Algarra, una vacada que llevaba casi treinta años sin acudir a la plaza de la Maestranza.

Lama se gustó y supo enhebrarse a la excelente embestida del novillo de Algarra en la primera mitad de la faena pero la decoración cambió por completo cuando se echó la muleta a la izquierda. El trasteo volvía a derrumbarse aunque otra estocada efectiva ponía en sus manos otro trofeo de escaso peso.

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