"El Barbero de Sevilla", de Rossini, vuelve a la Royal Opera House

  • Londres.- La Royal Opera House londinense ha vuelto a reponer, en días diferentes hasta el 8 de febrero, la producción de Moshe Leiser y Patrice Caurier, de "El barbero de Sevilla", de Gioachino Rossini, que se estrenó en este mismo coliseo en diciembre de 2005.

"El Barbero de Sevilla", de Rossini, vuelve a la Royal Opera House
"El Barbero de Sevilla", de Rossini, vuelve a la Royal Opera House

Londres.- La Royal Opera House londinense ha vuelto a reponer, en días diferentes hasta el 8 de febrero, la producción de Moshe Leiser y Patrice Caurier, de "El barbero de Sevilla", de Gioachino Rossini, que se estrenó en este mismo coliseo en diciembre de 2005.

Es una puesta en escena que exagera la comicidad de la más popular ópera buffa del compositor de Pesaro con un tratamiento disparatado, guiñolesco y un tanto pop tanto en el vestuario como en los decorados.

Se ha escrito mucho de la teatralidad de las creaciones rossinianas y del hecho de que los personajes de sus ópera cómicas parezcan no quitarse nunca sus máscaras.

"El barbero de Sevilla" rebosa de efectos cómicos que no se limitan, sin embargo, al libreto sino que se extienden al tratamiento musical, a la continua tensión entre el argumento y las expectativas musicales del auditorio.

Así ocurre, por ejemplo, en el primer acto con la escena de la serenata de los músicos contratados por Fiorello, el sirviente del conde Almamiva, para cortejar a Rosina.

Fiorello les dice a los músicos "piano, pianissimo" pero ésos empiezan su serenata con un acorde capaz de despertar a cualquier mortal salvo a la que va dirigida, que sigue sin salir al balcón pese al alboroto de los músicos peleándose entre sí por el dinero con el que se les recompensa.

Los autores de la puesta en escena aumentan los efectos cómicos de la escena vistiendo a aquellos de músicos de orquesta cada uno con su esmoquin y un instrumento de viento o de cuerda y no con una simple mandolina.

Otro efecto cómico deliberadamente buscado por el músico es el de final del primer acto cuando los cinco actores principales tratan de explicarle a gritos al jefe de policía lo que está sucediendo y en medio de tan ininteligible algarabía ese dice: "He entendido".

O cuando en uno de los famosos "crescendi" de Rossini, el corrupto don Basilio hace el elogio de "la calumnia". Por no hablar de la llegada de Almaviva disfrazado de profesor de música en el acto II con su repetitivo "Pace e gioia", dirigido de modo irritante al doctor Bartolo.

Con tanta parodia y tanto cinismo es difícil identificar, según explica el musicólogo Benjamin Walton, algún resto de emoción auténtica en los personajes a diferencia de lo que ocurre con las óperas cómicas de Mozart, tan profundas y humanas.

Salvo en el primer acto, que se desarrolla en el exterior con un olivo, el balcón de la casa de Rosana y una luna como una gran hoz, el resto de "El barbero...." tiene lugar en esta puesta en escena en una especie de caja de bombones con paredes de colorines en el que se abren o cierran inesperadamente puertas o ventanas.

Entre las voces masculinas destaca la del barítono transilvano Levente Molnár, el siempre maquinador barbero, que demuestra un total dominio tanto del personaje como de todo el registro vocal y las situaciones que se van presentando desde su entrada en escena con su hilarante: "Figaro qua, Figaro la, Figaro su, Figaro giù".

El norteamericano John Osborn (Almaviva) es un tenor ciertamente sólido, pero no tiene una voz que pueda compararse en timbre, flexibilidad y belleza a la del peruano Juan Diego Flórez, que cantó ese rol en julio de 2009 en el mismo escenario.

El personaje de Rosina, papel que hizo junto a Flórez la mezzosoprano estadounidense Joyce di Donato, lo interpreta ahora la joven soprano polaca Aleksandre Kurzak, que debuta aquí en él aunque lo ha cantado previamente en Múnich y Viena.

Kurzak, quien por cierto saca este verano su primer disco con Decca, una grabación con la Orquesta de la Comunitat Valenciana dirigida por Omer Wellber, que incluye también fragmentos de "El barbero...", demuestra una vez más sus cualidades belcantistas disparando sus coloraturas como fuegos de artificio.

Excelentes también el bajo-barítono italiano Bruno Praticò como Bartolo, papel que ha cantado en teatros de todo el mundo, y el bajo ruso Ildar Abdrazakov, que hace un Don Basilio que tiene mucho de Rasputin. Al frente de la orquesta, el británico Roy Macdonald dirige con claridad y elegancia la pegadiza música de Rossini.

Joaquín Rábago

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