El chileno Sepúlveda emociona en Venecia con un duro retrato del aislamiento

  • El chileno Sebastián Sepúlveda ha emocionado y conmocionado a la Mostra de Venecia con "Las niñas Quispe", una dura película filmada con gran belleza en la que cuenta con crudeza y sin concesiones una historia real sobre el aislamiento en el que viven algunas poblaciones Colla en el norte del país.

Alicia García de Francisco

Venecia (Italia), 1 sep.- El chileno Sebastián Sepúlveda ha emocionado y conmocionado a la Mostra de Venecia con "Las niñas Quispe", una dura película filmada con gran belleza en la que cuenta con crudeza y sin concesiones una historia real sobre el aislamiento en el que viven algunas poblaciones Colla en el norte del país.

Unos hechos reales, ocurridos en 1974 y que en aquel momento conmocionaron a su país, llevaron a Sepúlveda a querer contar esta historia "tan compleja", de soledad, de distancias, de miedo, pero sobre todo, de "dignidad total", explica a Efe tras la primera exhibición al público de su filme.

La luz natural se funde con las sombras en algunos planos espectaculares de esta película, rodada con un gran preciosismo formal y en la que destaca especialmente el trabajo de las tres protagonistas, esas "niñas Quispe" cuya historia se presentó en la Semana de la Crítica de Venecia.

Emocionado casi hasta las lágrimas por el recibimiento de la que es su ópera prima y entusiasmado como un niño por estar en la Mostra -"¡es que es el festival más antiguo del mundo y estamos aquí!", exclama-, Sepúlveda está sobre todo satisfecho por haber contado al mundo esta historia.

"Fue algo muy sonado en Chile", cuenta con energía. Era 1974, en plena época de terror del dictador Augusto Pinochet. Una ley, que nunca llegó a ser aprobada, obligaba a matar todas las cabras de la zona en la que vivían algunas familias de población Colla.

Tres hermanas vivían de forma trashumante con sus cabras y las noticias que les llegaron de que iban a perder su medio de vida y subsistencia les provocaron un cataclismo interno.

"Es una historia que forma parte del imaginario colectivo de Chile". Se hizo una obra de teatro, poemas, cuentos y, sobre esa base, Sepúlveda comenzó a construir una película en la que trata con enorme respeto la situación de estas mujeres, aterradas ante la idea de tener que abandonar la única vida y lugar en el mundo que conocían.

Unas mujeres que vivían en total soledad, de una cultura totalmente diferente a cualquier otra, que "no sabían dialogar con la cultura moderna" ya que no tenían ningún contacto con ella, resalta el director, formado como cineasta en Cuba y en Chile.

Hijo de español y chilena, exiliado durante la época de Pinochet, Sepúlveda asegura que le obsesionaba esa mentalidad, claramente comprensible, de unas mujeres que pensaban que si no seguían con su vida normal, no tenía ningún sentido seguir adelante.

Filmada con extrema naturalidad, en la zona en la que ocurrieron los hechos, a 4.000 metros de altura, el realizador considera que era necesario hacerlo allí y vivir casi en las condiciones en las que ellas lo hacían para poder entender su historia.

Un grupo de 22 personas -de los que 11 formaban el equipo técnico de la película y 5 eran actores- se instalaron durante dos meses en esa zona de la precordillera atacameña, donde las temperaturas pueden variar de los 35 grados durante el día a los 15 bajo cero por la noche.

Unas condiciones terribles que permiten entender aún mejor la historia de estas mujeres, interpretadas en el filme por Catalina Saavedra ("La nana"), Francisca Gavilán ("Violeta se fue a los cielos") y Digna Quispe, sobrina de las hermanas que inspiraron la película.

"Digna Quispe sigue manteniendo el mismo estilo de vida, sin casi ningún contacto con el exterior", explica Gavilán, a quien le impresionó la forma de actuar de una mujer que no sabía nada de este trabajo.

"Sebastián le decía que llorara y lo hacía durante cinco minutos sin parar. Se acababa la escena y seguía con su vida", recuerda sentada en una terraza del Lido de Venecia, feliz con la acogida al filme -"fueron como cinco minutos de aplausos", señala-.

Una película que aceptó porque creía en la historia y en Sepúlveda y porque consiguió entender cómo se sintieron las tres hermanas, en una situación de "desolamiento total y final".

Las dos actrices llegaron al set de rodaje junto al director 20 días antes del comienzo de la producción para empaparse del ambiente y parecerse a las hermanas lo más posible.

Y la anécdota del rodaje ocurrió el primer día. "Teníamos que roda y Digna no aparecía. Se le habían perdido ocho burros y no regresó hasta el octavo día", cuenta el director divertido. "Hay que entender sus códigos y asimilarse a ellos".

Entenderlos no es difícil si se tienen en cuenta que en la actualidad hay solo dos familias colla viviendo en una zona de 26.000 hectáreas. Lo que hará muy complicado para el director volver a encontrar a Digna para poder mostrarle una copia de la película.

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