El libro "La nación inventada" cuestiona los mitos fundacionales de Castilla

  • Madrid.- Ni el Cid fue un honorable caballero ni Fernán González fue el padre de Castilla. Son los dos grandes mitos sobre los que cronistas y poetas construyeron la identidad de este reino base del imperio español, y que ahora los periodistas Arsenio e Ignacio Escolar desmontan en el libro "La nación inventada".

El libro "La nación inventada" cuestiona los mitos fundacionales de Castilla
El libro "La nación inventada" cuestiona los mitos fundacionales de Castilla

Madrid.- Ni el Cid fue un honorable caballero ni Fernán González fue el padre de Castilla. Son los dos grandes mitos sobre los que cronistas y poetas construyeron la identidad de este reino base del imperio español, y que ahora los periodistas Arsenio e Ignacio Escolar desmontan en el libro "La nación inventada".

Una obra divulgativa escrita a cuatro manos entre padre e hijo, ambos naturales de Burgos, que trata de emular a la "Historia de Roma" de Indro Montanelli, pues está narrada con técnicas periodísticas cercanas al reportaje.

Sus autores advierten en una entrevista con Efe de que el lector no va a encontrar ninguna noticia sobre el origen de Castilla, ya que ellos han "rescatado" algunas tesis de historiadores de la última década que desmontan esas falsas verdades para contarlas ahora de forma divulgativa y más atractiva para el público.

Estas tesis señalan que, desde finales del siglo XII y hasta mediados del siglo XIII, un puñado de cronistas y poetas se inventó una identidad para una patria, Castilla, a través de una serie de falsos mitos.

Las invenciones, explican los autores, respondieron a "intereses políticos y económicos". Los poetas, monjes en su mayoría, para atraer a peregrinos a sus monasterios, y por encargo del rey Fernando III, exageraron las crónicas de la época, fundamentalmente la firmada por el obispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, "De Rebus Hispaniae".

Todo un cóctel de literatura infundada que se convirtió en el germen para que Alfonso X a finales del siglo XIII abrillantara los orígenes de la Castilla que reinaba acorde a la época gloriosa del imperio con su "Primera crónica general", de la que se ha nutrido toda la corriente histórica.

En esta historia manipulada, "el Cid es el gran mito de Castilla", asegura Ignacio Escolar, quien descubre que la vida que conocemos del caballero es "solo una invención de poetas".

"La historia del Cid se basa en cuatro relatos de ficción. No fue un caballero justo, sino un hombre carismático, con gran talento militar, además de ser un mercenario pues trabajó para los musulmanes", añade Arsenio.

Tampoco es del todo cierto que el conde Fernán González fuera el gran adalid de la patria de Castilla, ya que este no logró realmente la independencia de su territorio respecto al reino de León, sino simplemente un mayor peso político.

El objetivo no era otro que equiparar el origen de la nación a la Asturias de Don Pelayo, nacida en el año 718, mientras que Castilla no se constituye en reino independiente hasta más de 300 años después.

Los autores defienden que "la verdadera identidad castellana", estuvo forjada en la independencia de las ciudades y en el papel que éstas tuvieron en la pujanza del reino, en la innovación política al romper con la sociedad feudal imperante y en las libertades de los trabajadores del campo, sin olvidar el idioma castellano, "el gran vehículo para la expansión de Castilla", apunta Ignacio Escolar.

"Castilla hizo unas aportaciones como estado fundamentales", añade Arsenio, tras lo cual revela que uno de los errores "estratégicos" para el devenir de la historia de España lo cometió precisamente esta pujante y poderosa nación que "exportó a Flandes e Inglaterra la riqueza textil de la lana y olvidó crear su propia industria".

"Al final te das cuenta de que el actual mapa de España no es consecuencia de realidades inmutables, sino de pequeñas decisiones arbitrarias", concluye Ignacio, para quien "el destino de las naciones no existe", porque estas se crean y construyen gracias a "casualidades".

Precisamente, el destino de Castilla fue la derrota, porque fue "destruida" para la construcción de España. "Castilla acaba siendo carne de cañón de los excesos imperiales", ya que, entre otras razones, el norte peninsular quedó deshabitado al repoblar con castellanos las ciudades reconquistadas a Al-Andalus.

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