El Louvre pasa revista a la pintura alemana

  • El Museo del Louvre de París presenta una extensa exposición sobre la pintura alemana que ha levantado ampollas en Alemania, donde algunos entienden que se hace una revisión catastrofista del arte germano del romanticismo hasta los albores de la Segunda Guerra Mundial.

Javier Albisu

París, 19 may.- El Museo del Louvre de París presenta una extensa exposición sobre la pintura alemana que ha levantado ampollas en Alemania, donde algunos entienden que se hace una revisión catastrofista del arte germano del romanticismo hasta los albores de la Segunda Guerra Mundial.

La pinacoteca, una de las más visitadas del mundo, ha colgado de los muros de su principal galería de exposiciones 200 obras alemanas, de las que solo una pertenece a los fondos del museo, y que conforman la muestra "De l'Allemagne (1800-1939), de Friedrich à Beckmann", abierta hasta el próximo 24 de junio.

Es el resultado de tres años de trabajo organizado por cinco comisarios, que han negociado las obras una a una y han logrado reunir la colección de óleos alemanes más importante mostrada nunca en París.

El recorrido artístico, que culmina con los desastres de la Primera Guerra Mundial y los preludios de la Segunda, ha llevado al único alemán de los comisarios, Andreas Bayer, a lanzar una diatriba en la prensa de su país contra una selección que pretendía tender puentes culturales con Alemania.

Bayer entiende que se hace una revisión tendenciosa de los pinceles germanos y se desliga de la preparación de la exposición, malestar que en el Louvre atribuyen a un problema de ego de comisario, que aseguran que participó activamente en los preparativos.

"Desde el punto de vista del arte francés, la polémica es impensable. El Louvre está muy, muy sorprendido y herido. No se invierte tanto trabajo y dinero para ridiculizar a Alemania", explicó a Efe Sébastien Allard, uno de los comisarios de la exposición.

Polémicas aparte, la muestra se desarrolla en torno a tres ejes: la pintura histórica, los paisajes y el período de entreguerras.

El recorrido se inicia en el Hall Napoleón, en las entrañas del Louvre, con el imponente "Goethe en el campo", un lienzo ejecutado por Wilhelm Tischbein que muestra al literato germano y teórico del arte viajando hacia Italia.

Es la puerta de entrada para recorrer la obra de los llamados "nazarenos", pintores como Moritz von Schwind o Arnold Böcklin, que quisieron recuperar en Italia la esencia de los primitivos prerrafaelitas para configurar la que sería la pintura neoclásica alemana.

Y es también donde se puede disfrutar de alguna joya extraña, como "Entrada del emperador Rudolf Habsbourg en Basilea", uno de los pocos lienzos que dejó para la posteridad el maestro romántico Franz Pforr, antes de morir a los 34 años.

Aquellos pintores contemporáneos del filósofo Nietzsche que emigraron a Italia, regresaron a su Alemania natal e introdujeron en sus pinturas un "vocabulario romántico" rico en ríos, castillos y catedrales, al tiempo que se interesaban por la arquitectura clásica griega.

Uno de los puntos más interesantes de la exposición es la reproducción de la catedral de Colonia ejecutada por Caspar David Friedrich, maestro romántico y talentoso paisajista cuya veintena de cuadros expuestos sirven de vehículo en gran parte de la muestra y que plasmó incluso antes de terminarse esa joya gótica cuyos 157 metros de altura la convirtieron en el edificio más alto del mundo en su inauguración en 1880.

La segunda parte de la muestra se centra en los paisajes y la naturaleza como expresión de la obra divina en la cultura pictórica protestante, que no adora imágenes ni santos.

A través de obras de Paul Klee, Otto Runge o Franz Radziwill, la naturaleza desplaza al ser humano y se convierte en el elemento principal de este segundo eje de la muestra, que desemboca en el segmento más controvertido del periplo pictórico: "Ecce Hommo".

Esta última sección, que obvia a los expresionistas de Die Brücke y Der Blaue Reiter por considerarlos muy internacionales, es la que ha empañado una exposición que ha costado un millón de euros y que visitan diariamente más de 3.000 personas.

Los trazos se endurecen y la desolación y el dolor acaparan las pinturas y grabados de Otto Dix, Max Beckmann, Adolphe Menzel o Lovis Corinth. El horror de la Gran Guerra y sus consecuencias, que abre también una pequeña ventana a la modernidad de los locos años veinte, se ilustra también a través de fotografías y de extractos de películas.

Es entonces cuando se enfrentan en una misma sala partes de "Olympia", documental de la filonazi Leni Riefenstahl, y "Los hombres del domingo", cinta de los hermanos Siodmak con escenario del austríaco Billy Wilder, judío que se exilió en Estados Unidos, como alegoría de la muerte frente a la vida.

La controvertida, inédita y vasta exposición, como escribió el crítico Olivier Cena en la revista francesa "Télérama", puede entenderse como un ejercicio similar al test de Rorschach, ese en el que el sujeto hace su propia interpretación de las manchas de tinta que se le muestran en una hoja de papel.

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