El otro "Rock in Rio": del blues de Nueva Orleans a "streaptease" de bomberos

  • Más allá de la música, el "Rock in Rio" de Lisboa ha levantado una ciudad de ocio, donde el visitante puede oír blues entre las calles de Nueva Orleans, meterse en un "streaptease" de bomberos o acabar con un corazón rapado en el cogote.

Lisboa, 26 may.- Más allá de la música, el "Rock in Rio" de Lisboa ha levantado una ciudad de ocio, donde el visitante puede oír blues entre las calles de Nueva Orleans, meterse en un "streaptease" de bomberos o acabar con un corazón rapado en el cogote.

Estas y otras sorpresas se añaden a los 140 conciertos programados hasta el 3 de junio, en una quinta edición sin recortes en cartel, con nombres de la talla de Bruce Springteen, Steve Wonder o Bryan Adams.

Si Metallica fue ayer el gran reclamo de masas del día dedicado a la música del metal, The Smashing Pumpkings, Linkin Park y The Offspring son hoy los grupos más esperados y está previsto que convoquen a cerca de 80.000 personas, según la organización.

Pero abajo de los escenarios, el certamen musical, uno de los de mayor asistencia de la actualidad, se ha extendido y se asemeja a una mezcla de feria de comida, centro comercial y parque de atracciones para todos los públicos.

Por ejemplo, las familias pueden empezar con un paseo por la calle "Rock Street", una fiel recreación del barrio francés de Nueva Orleans, provista de casas victorianas con enrejados en los porches al más puro estilo de la ciudad estadounidense, cuna del blues.

Saxofonistas y músicos de jazz, enfundados en trajes y sombreros de los años sesenta, suben a una pequeña glorieta que ocupa el centro del pequeño pueblo prefabricado, el contrapunto ideal al resto de macroconciertos del festival.

En el recorrido, el ambiente en la calle se anima con malabaristas o incluso adivinos mientras los asistentes visitan tiendas, hojean libros, entran a salas de actuaciones o hacen media hora de cola para disfrutar de un maquillaje gratis.

Los más atrevidos tienen varios lugares reservados. Para subir la adrenalina, basta con lanzarse en una tirolina que atraviesa el valle del recinto de 200.000 metros cuadrados y el escenario principal.

Para probar suerte, el visitante puede arriesgarse a dejarse cortar el pelo por un estrafalario barbero con una ruleta que ofrece regalos a cambio de peinados experimentales, como corazones y otras ridículas figuras rapadas en la cabeza del cliente.

Y para distraerse con picardía, una conocida marca de preservativos ha montado un espectáculo de hombres y mujeres bomberos dispuestos a apagar el calor de la tardes casi veraniegas aligerándose de ropa.

Las colas más largas, no obstante, se localizan en los clásicos de esta factoría de entretenimiento, una montaña rusa y una gigantesca noria perfecta para apreciar con perspectiva los 200.000 metros cuadrados del recinto y las espectaculares vistas del río Tajo y la ciudad.

El resto sigue el exitoso modelo de las diez ediciones de Rock in Rio: conciertos masivos, aplausos, decibelios que hacen vibrar el suelo, gargantas afónicas y las grandes bandas de siempre dispuestas a repetir los himnos que unen a varias generaciones.

Mostrar comentarios