En la cocina del MoMA

  • A partir del 15 de septiembre el Museum of Modern Art de Nueva York explora los cambios sociales, económicos, estéticos y tecnológicos del siglo XX desde una perspectiva muy especial: la cocina.
Alessia Cisternino

La cocina es más un estado de ánimo que un lugar físico. Allí la comida se prepara y se comparte, allí se habla, se ríe y se discute, mucho más que otros lugares de la casa. La cocina es sobre todo un espacio emotivo, inspirador, pero a la vez tiene que ser práctico, funcional, en constante movimiento.

Por estas características intrínsecas la cocina concentra sobre sí la atención y la energía creativa de muchos diseñadores, empeñados a reinventar constantemente este espacio doméstico siguiendo a la vez criterios de estética y de eficiencia. A partir del 15 de septiembre y hasta el 14 de marzo, el Museum of Modern Art de Nueva York recorre los cambios ocurridos en el rediseño de la cocina a lo largo del siglo XX en la exposición Counter Space: Design and the Modern Kitchen. Alrededor de 300 piezas entre objetos de diseño, planos, posters, fotografías, películas, impresiones, pinturas y trabajos multimedia, todas pertenecientes a la colección permanente del MoMA.

La pieza central de esta muestra es un ejemplar original de la célebre Frankfurt Kitchen de Margarete Schütte-Lihotzky que en los años 20 revolucionó por completo el espacio (tradicionalmente oscuro, aislado o incluso escondido del resto de la casa y poco ventilado) en el que se solía ubicar la cocina, convirtiéndolo en un lugar central de la casa, en el que la mujer pudiera moverse con facilidad y rapidez. Un modelo y un concepto de cocina que en los años 70 atrajo las criticas de la opinión pública feminista, porque – se decía – aislaba a la mujer del resto de la casa segregándola en el único lugar de la vivienda (y del mundo) que la sociedad le asignaba.

En realidad, es más sensato pensar que la revolucionaria cocina diseñada por Schütte-Lihotzky (que fue producida en miles de ejemplares) obedecía más bien a unas precisas exigencias de espacio que a teorías que vinieron 50 años después. El proyecto original, de hecho, fue pensado para las viviendas populares de la periferia de Frankfurt en el marco del plan de modernización de la ciudad después del fin de la Primera Guerra Mundial y la cocina, como cualquier otra habitación de la casa, tenía que lidiar con la falta de espacio (de allí su reducido tamaño en el que cabía nada más que una persona que, en esa época, no podía ser nadie más que la mujer).

La Frankfurt Kitchen protagoniza la primera de las tres secciones en las que está articulada la exposición Counter Space: Design and the Modern Kitchen. La segunda (titulada Visions of Plenty) recorre los cambios ocurridos en el diseño y en la decoración de la cocina después del fin del segundo conflicto mundial. En esa época (de indudable riqueza para Estados Unidos, mucho menos para Europa que no vivió su boom hasta los años 60) la cocina se hace más amplia, luminosa, colorada, cómoda y se va llenando de todo tipo de objetos: ollas, sartenes, cuchillos, exprimidores, batidoras, tupper y máquinas multiuso, mientras en los años 70 la revolución pasa más bien por los materiales o por el compromiso con el medioambiente que por el diseño.

La sección final de la muestra (Kitchen Sink Drama) se aparta un poco del camino principal dedicado exclusivamente a la arquitectura y al diseño y vuelve, como es justo, a hablar de los sentimientos y de las situaciones que llenan las cocinas y que resultan, como no, muy inspiradores para los artistas. El término Kitchen Sink Drama se refiere a un movimiento cultural británico de los años 40-50 que ponía en su punto de observación (o de mira) la vida cotidiana de los trabajadores, pero en realidad esta sección incluye fotografías y películas firmadas por varios artistas contemporáneos (Cindy Sherman, William Eggleston y Martha Rosler entre otros) de los años 60 hasta hoy.

Nuevas clases sociales, nuevas exigencias, nuevas ideas, nuevos materiales. Si es verdad que los principales cambios que han ocurrido en el siglo pasado han atravesado las cocinas a la vez que la sociedad, la idea de dedicar una exposición a este lugar central y único de la casa no es tan excéntrica como parece, ni siquiera para uno de los museos más importantes del mundo. Al fin y al cabo, Counter Space: Design and the Modern Kitchen intenta compartir con las demás muestras de arte su finalidad principal: hacer que el espectador disfrute de un trozo de historia de una manera agradable y cercana. Quizás, como en este caso, cómodamente sentado en la silla de la cocina.

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