Érase una vez Super Mario

  • Hasta el 3 de octubre en la Central de Diseño del Matadero de Madrid una exposición recorre la historia de Super Mario, el personaje creado por el visionario Shigeru Miyamoto que en los años 80 nos cambió la vida. Y del que incluso hoy seguimos sin poder prescindir.
Mario pop
Mario pop
Agencias
Alessia Cisternino

Peto azul, camisa roja, un sombrero bien metido en la cabeza y un bigote que, aunque olvidáramos hasta nuestro nombre, seguiríamos reconociendo. ¡Exacto! ¡Es Super Mario! El héroe de nuestra infancia (léase por "nuestra": de los que tienen ahora entre 30 y 40 años), protagonista indiscutido de tantas tardes una vez acabados los deberes, el primer personaje de videojuegos al que nos hemos "enganchado", a cuyas vicisitudes nos hemos apasionado y del que incluso hoy seguimos sin poder prescindir.

¿Por qué podemos afirmar esto sin estudios de mercado en la mano? Básicamente por dos motivos. Primero: si no siguiéramos necesitando a Super Mario, la Nintendo no se preocuparía lo más mínimo de seguir sacando versiones cada vez más evolucionadas de este videojuego. Segundo: si no siguiéramos necesitando a Super Mario, un espacio como la Central de Diseño del Matadero de Madrid no montaría una exposición que recorre su historia.

Y sobre todo, esta exposición no estaría llena de ex niños entre los 30 y los 40 años intentando enseñar emocionadísimos a sus hijos las maravillas de un videojuego de los inicios de los años 80. Mientras aquéllos manejan con soltura su última versión en 3D.

La exposición Once Upon a Time Super Mario– que permanecerá abierta hasta el próximo 3 de octubre – consta de tres secciones. La primera recorre el genio y la obra de Shigeru Miyamoto que en 1981 – inspirándose en historias como La Bella y La Bestia y películas como King Kong – creó un videojuego llamado Donkey Kong en el que un carpintero de nombre Jupman intentaba rescatar a su novia esquivando los objetos que un gorila le lanzaba sin parar.

Aquel carpintero luego se cambió de nombre y de profesión convirtiéndose en el fontanero más importante del mundo virtual: Super Mario. Entonces nuestro héroe no era nada más que un conjunto de píxeles y esto determinó su aspecto y su fisonomía: un sombrero permitía a sus diseñadores despreocuparse del movimiento de su pelo y un gran bigote de las expresiones de su cara. Detalles inconfundibles que Super Mario no ha abandonado ni cuando ha empezado a moverse en 3D con Super Mario 64 en 1996, ni cuando ha puesto patas arriba las leyes de la física en Super Mario Galaxy Wii en 2007.

En la segunda sección de la muestra se encuentran Super Mario Garden – un espacio poblado por unos autómatas pertenecientes al mundo de Super Mario, Super Mario in an Augmented World y Game Over. Por último, en la tercera sección el visitante puede crear, a través de una consola, sus dibujos inspirados en el universo de Super Mario.

En la misma sala, una selva de imágenes y reproducciones de la figura de Super Mario penden del techo y oscilan al viento obligando al espectador a girar y girar a su alrededor, interaccionando así con un espacio peculiar, a medio camino entre lo real y lo virtual. El estadounidense Stefán Birgir multiplica el perfil de Super Mario sobre fondos de diferentes colores como si de un Warhol se tratara. La sueca Karin Rindevall le viste de bailarina y le hace llevar una tarta y Joe Fideo amplía los píxeles de Super Mario hasta que se hace casi irreconocible (casi, del todo sería imposible) en una mega reproducción.

Simpático, valiente, entretenido. Si tuviéramos que elegir un adjetivo para definir a Super Mario y para explicar su éxito no sabríamos cuál elegir. Por eso, pese a la limitada extensión de esta exposición y pese al hecho de que a veces se parece más un showroom de Nintendo con todas su consolas, sus Nintendo DS y su Wii que a una muestra, merece la pena pasarse un rato. No son muchos los lugares en los que nos reímos tanto y en los que podemos volver a sentirnos niños.

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