Fernando León de Aranoa cambia cine por "dragones" literarios

  • Alicia G.Arribas.

Alicia G.Arribas.

Madrid, 13 feb.- El realizador madrileño Fernando León de Aranoa debuta en la literatura con una selección de relatos cortos, algunos, microrrelatos, que él describe como "dragones" que fluyen "como terapia, como un desahogo frente al cine" y con toda la honestidad de su propio yo interior.

"Aquí yacen dragones" (Seix Barral), el título elegido por Fernando León, son "pequeñas ideas que se me han ido ocurriendo, ficciones que me apetece tratar pero que el cine no me lo permite", ha explicado en una entrevista con EFE.

El cineasta, que atesora Goyas desde su debut con "Familia" (1996) -también lo consiguió con su segundo largo, "Barrio" (1998) mejor dirección y mejor guión, y con el tercero, "Los lunes al sol" (2002), fue nominado por el cuarto, "Princesas" (2005), y volvió a ganar con el documental colectivo "Invisibles"- se ha pasado a la literatura, pero sólo de momento.

"Esta ha sido una escritura adúltera, practicada a ratos, de espaldas a la escritura cinematográfica. Realizada a partir de historias, apuntes, ideas, que he ido acumulando en las pausas de los rodajes, en las salas de espera de la postproducción, en aviones y estaciones de tren", describe al lector en el prólogo que abre la obra.

Son, en total, 114 relatos, algunos de varias páginas con historias que sobrecogen, rebelan o ponen nostálgico y otros, de apenas unas líneas, donde se cuentan vidas enteras o simplemente juega con las palabras: "Era un orador experto, divertido, brillante, perspicaz, hábil, profundo y cautivador, pero le sobraban adjetivos", por ejemplo.

"Y he desechado por lo menos otros cuarenta", desvela León, que reconoce su deseo de escribir una novela "cuando sea mayor", porque "disfruta mucho".

Su estilo, que recuerda por momentos a los mundos fantásticos de su admirado Juan José Millas (que esta noche, junto a otro amigo, Joaquín Sabina, presentará su libro "en sociedad") tiene en común con él "esa necesidad de explicar lo más cotidiano, lo más prosaico, lo más mezquino, incluso, utilizando como arma la fantasía o la imaginación", declara.

"Me conformo con intentar las cosas, me hace mucha ilusión publicar este libro", asegura León de Aranoa, que conserva su melena rebelde recogida en la misma distraída coleta que sorprendió a los académicos en 1998 cuando, con sus 1,98 metros de altura vestidos de negro, subió a recoger su Goya como mejor director novel con apenas 30 años, ahora sí, con algunas canas.

El autor confiesa que la cita con la que inicia su primera obra literaria -"Es probable que a veces sucedan cosas al margen de lo probable", de la "Poética" de Aristóteles- y que creía que había elegido por el contenido del libro, se refiere más bien "a este momento que yo no pensé que llegaría hace unos años: no me parecía probable presentar un libro".

Un libro al que el autor encuentra a veces "un alma sentimental y romántica, y en otros momentos, un alma más política, más fantástica o retorcida, que vale lo mismo para regalar el día de los enamorados como el día de los difuntos", apunta con su particular sentido del humor.

A pesar del "alma", de los "dragones" que Fernando León ha soltado en este libro, su otro yo le lleva constantemente a las películas; por eso, explica, aunque su "enamoramiento" con el cine llegó a través de los guiones, él seguirá contando historias con imágenes, la próxima, adelanta, sobre cooperantes.

"La tengo escrita y quiero empezarla ya mismo, esta primavera, pero por lo menos tardará dos años", señala León, que se excusa por contar poco del proyecto: "como sucede en realidad con estos grupos, los cooperantes son de distintas nacionalidades, como una pequeña Babel", lo que lleva a pensar en un reparto internacional. Y la rodará, probablemente, en inglés.

"En este caso, sería lo natural para la historia, el inglés es el idioma de las guerras -apunta-, aunque me produce mucha tristeza que el cine español tenga que rendir el idioma para sobrevivir. Que se anime a ello me parece un disparate", considera.

Y concluye con una última sugerencia: "Aquí yacen dragones" se debe leer "como un mapa del revés, con el único propósito de perderse en él".

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