Glattauer resucita la novela epistolar con un inteligente diálogo electrónico

  • Viena.- El austríaco Daniel Glattauer resucita la novela epistolar con un inteligente diálogo electrónico en "Contra el viento del norte", todo un éxito en lengua alemana con casi un millón de ejemplares vendidos y recién editada en español por Alfaguara.

Glattauer resucita la novela epistolar con un inteligente diálogo electrónico
Glattauer resucita la novela epistolar con un inteligente diálogo electrónico

Viena.- El austríaco Daniel Glattauer resucita la novela epistolar con un inteligente diálogo electrónico en "Contra el viento del norte", todo un éxito en lengua alemana con casi un millón de ejemplares vendidos y recién editada en español por Alfaguara.

"Contra el viento del norte" es una novela de amor, sí. Pero también es irónica y divertida. Y se equivoca quien piensa que más de 250 páginas de correos electrónicos resultan una tortura plomiza. Es una novela dinámica y vivaz, que engancha a un lector que quiere saber si una larga pasión virtual acaba en un amor real.

Tanto esta obra, como su secuela, "Cada siete olas", tienen su correspondiente versión teatral, convertidas en Viena desde hace meses en un éxito de crítica y taquilla. Y las productoras hacen cola para comprar los derechos para adaptar la historia a la gran pantalla.

"Decir que se ha escrito una novela de e-mails no suponía una gran publicidad. Todo lo contrario. Cuando alguien lo escuchaba, pensaba: 'vamos a ver que es eso', y se le venía a la mente algo basado en 'lenguaje basura'. El éxito llegó del boca a oreja de lectores que recomendaban la novela", explicó el autor a Efe en Viena.

La trama comienza con un error. Emmi Rothner envía un correo electrónico a la dirección equivocada para darse de baja de una revista; un desconocido, Leo Leike, le responde por casualidad, y entre ellos surge una chispa que prende en el resto de la historia.

Poco a poco el vínculo entre ellos se convierte en dependencia, y la novela comienza a jugar con los límites de la realidad y la ficción, a indagar por dónde transita la frontera entre la amistad y el amor, o a cuestionar qué se puede sacrificar por buscar la felicidad. Y todo aderezado con un humor irónico y elegante.

"En algún momento me di cuenta de que funcionaba. Cuando se escribe y una cosa funciona, uno se da cuenta, lo siente, y además disfruté mucho escribiendo, la historia fluía", aseguró el autor, que dedicó los fines de semana a la novela, porque su trabajo como periodista le mantenía ocupado el resto del tiempo.

Sabía que quería escribir una novela de amor, pero sólo supo que la estructura basada en el intercambio de correos era la idónea cuando llevaba en el borrador casi la mitad de la historia.

Los personajes, especialmente una impulsiva Emmi Rothner, tienen retazos de algunas amigas y conocidas del autor, y el argumento, en conversaciones recurrentes que ha tenido a lo largo de los años.

"En mi grupo de amigos hablamos mucho de relaciones. Siempre hay amigos que tienen problemas. Estas conversaciones sobre cómo son los hombres y las mujeres, y por qué unos actúan de una manera o de otra son algo habitual para mí", indicó.

En la novela se apuesta por la imaginación en la relación de Leo y Emmi, sin que el nivel caiga jamás a un intercambio de correos eróticos.

"De forma intencionada lo evité. Está bien hablar sobre asuntos eróticos, pero es mejor no nombrar todo por su nombre, indicó.

Glattauer no es de esos escritores que da un respingo o muestra un gesto de desaprobación cuando escucha la palabra "entretenimiento" asociada a la de "literatura", una etiqueta con la que se siente cómodo.

"Con todo el respeto de la llamada alta literatura, la mayoría de esas obras son muy elitistas y escritas para un público muy reducido. Hay muchos libros escritos para un grupo muy pequeño de personas. Me alegro por los libros que se pueden leer en un verano y de los que guardes un buen recuerdo. Lo que no puede ser esa literatura es trivial o estúpido", aseguró.

Glattauer, columnista y hasta hace poco periodista judicial del diario vienés "Der Standard", aún se sorprende de que pueda dedicarse exclusivamente a la escritura gracias al éxito de su obra, aunque reconoce que echa de menos el ajetreo de una redacción.

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