Guillaume Long, el ilustrador que cocina viñetas

  • De su madre heredó el gusanillo de cocinar, y de su padre la pasión por los cómics, más tarde la vida se encargó de mezclar bien estos ingredientes, como si de una buena salsa se tratase, y así nació 'A comer y a beber', el cómic del ilustrador Guillaume Long que hoy firma en la Feria del Libro.

Madrid, 7 jun.- De su madre heredó el gusanillo de cocinar, y de su padre la pasión por los cómics, más tarde la vida se encargó de mezclar bien estos ingredientes, como si de una buena salsa se tratase, y así nació 'A comer y a beber', el cómic del ilustrador Guillaume Long que hoy firma en la Feria del Libro.

Aunque Long (Ginebra, 1977) no se considera "un chef profesional", y es con la ilustración con la que se gana "los garbanzos", sí que ha reconocido a Efe que le gustaría mucho dedicarse a ser "cocinero", porque eso significaría que se dedicaría "mucho más al ocio".

Mientras que esta sabrosa jubilación llega, a este suizo afincado en Francia se le conoce sobre todo por ser el autor de los libros "A comer y a beber", cuyos dos primeros tomos han sido publicados en España por Salamandra Graphic y en cuya caseta firma este fin de semana Long; así como por sus publicaciones semanales en la sección de gastronomía del diario francés Le Monde.

Y tanta repercusión están teniendo sus recomendaciones o visiones culinarias, que a Long le reclaman para cocinar en eventos gastronómicos, aunque él, tras unas gafas redondas y pequeñas, que bien podrían ser las del aclamado cocinero francés Michel Bras, piensa que esta unión entre fogones e ilustración tiene "fecha de caducidad".

"La ilustración no la dejaré hasta que me jubile, porque es mi medio de vida, pero ilustrar sobre gastronomía sí que creo que tiene fecha de caducidad, pero no sé decir cuándo. A lo mejor de aquí a diez años, pero al mismo tiempo es una actividad que me interesa, porque me lo paso muy bien", señala.

Con cuatro libros en el horno preparados para salir al mercado francés, donde publica bajo el sello de Gallimard, Long refuerza la idea de cómo la ilustración es su vida, y no la gastronomía, presumiendo de archivo bibliográfico personal.

"Mi biblioteca de cómics puede abarcar 2.000 títulos, y estos son solo los indispensables, porque he hecho bastantes mudanzas y se han ido perdiendo algunos por el camino. Sin embargo, de libros de cocina tengo unos veinte o treinta, porque solo me interesan los que no solo cuentan recetas, sino que describen un recorrido vital o que cuentan otras historias", confiesa.

Así, en esta amplia selección de cómics, en la que destaca toda la colección de 'Spirou' heredada de su padre, se pueden encontrar firmas como Roald Dhal, Pierre Gripari o, sobre todo, Quino, autor por el que el suizo siente auténtica devoción.

"Si tuviera que hacer una biografía (género de cómic muy habitual en el mercado franco-belga), sería de Quino, porque está muy presente en mi manera de trabajar, en mi trazo", dice, al tiempo que explica que si por él fuera, a Mafalda no se le serviría "ni un plato de sopa más".

Y tanta es la vinculación que siente hacia el humorista gráfico argentino, reciente premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, que si alguna vez se hiciera un tatuaje, sería de Mafalda. "Pero aún no me lo he hecho porque sería una ridiculez", ironiza.

Mientras duda en hacerse o no una Mafalda en el brazo, lo que sí tiene claro es que le gustaría gastar tinta en una "buena novela", porque este es uno de sus grandes sueños.

"Al cómic llegué de una manera accidental, porque estudiaba Bellas Artes y mi idea principal era hacer cine, pero vi que no tenía demasiado talento para hacer cine. Por eso, algún día me gustaría poder desligarme del apoyo visual que me da la mezcla del texto y la imagen para poder centrarme en una composición literaria", concluye.

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