Hearst provocó la almoneda del tesoro artístico español a comienzos del XX

  • La desmedida y compulsiva afición por las antigüedades del magnate de la prensa norteamericana William Randolph Hearst (1863-1951) provocó, a comienzos del siglo XX, la compraventa de una buena y significativa porción del tesoro artístico español, con la ayuda de una legislación permisiva.

Roberto Jiménez

Valladolid, 20 sep.- La desmedida y compulsiva afición por las antigüedades del magnate de la prensa norteamericana William Randolph Hearst (1863-1951) provocó, a comienzos del siglo XX, la compraventa de una buena y significativa porción del tesoro artístico español, con la ayuda de una legislación permisiva.

El padre de la prensa sensacionalista, uno de los mayores coleccionistas del siglo XX, llegó a acaparar el mercado anticuario norteamericano con el respaldo de una inmensa fortuna y el conocimiento que adquirió desde niño, "cuando viajaba con su madre por Europa", ha explicado hoy a Efe la historiadora María José Martínez Ruiz, coautora de un libro que ahonda en este asunto.

Excepto en tapices, armería y cerámica, ámbitos en los que fue "un coleccionista muy exquisito", en pintura, escultura y arquitectura "compraba de una manera compulsiva, casi sin reparar, a través de catálogos o directamente si veía en algún libro algo que le interesaba", ha añadido la profesora.

Martínez Ruiz, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid, es autora de una investigación que acaba de editar Cátedra con el título de "La destrucción del patrimonio artístico español. W.R. Hearst: El gran acaparador", en la que también ha participado el catedrático emérito de Arquitectura José Miguel Merino, de la Universidad Politécnica de Madrid.

Hearst compró en España claustros enteros, rejas y artesonados que entraban en piezas numeradas por el puerto de Nueva York y que, en su mayor parte, tenían como destino su rancho en San Simeón (California), con la complicidad de Arthur Boyne y de la esposa de éste, Mildred Stapley, estudiosos enviados a España por la Hispanic Society de Nueva York.

"Vivían en Madrid como representantes de la Hispanic Society y fueron autores de numerosos trabajos sobre el arte español, pero con el tiempo comprobaron lo fácil que era enriquecerse con la enajenación del tesoro artístico, principalmente al servicio de Hearst, por lo que acabaron convertidos en marchantes", ha dicho.

El resultado de esta colaboración fue la adquisición y salida de España, entre otros bienes, de buena parte del monasterio de Sacramenia (Segovia), del cenobio de Óvila en Trillo (Guadalajara), de fragmentos del arruinado castillo de Benavente (Zamora), de parte de la reja de la catedral de Valladolid, así como de una innumerable lista de artesonados, entre ellos algunos mudéjares de Teruel.

A ello contribuyó "una legislación poco clara que delimitara los derechos de la propiedad privada en relación con las obras de arte", además de "intereses caciquiles" que en la época propiciaron también ese desmantelamiento en las primeras décadas del XX "hasta que en 1931 llegó la II República y puso fin a esa normativa tan laxa".

Pero la llegada del conocido como "crack financiero del 29" en Estados Unidos obligó al magnate a liquidar buena parte de sus bienes no productivos al carecer de liquidez, entre ellos la mayor parte de su colección artística, que salieron a subasta, razón por la cual hoy se pueden contemplar en museos y sedes fundacionales que los adquirieron.

Es el caso de la reja de la catedral de Valladolid (Metropolitan Museum) de Nueva York o del monasterio de Sacramenia que, después de permanecer años en unos hangares portuarios propiedad de Hearst, viajó a Miami tras una puja pública.

Una figura similar en España fue la de José María de Palacio y Abárzuza, tercer conde de las Almenas, que en 1920 construyó en Torrelodones (Madrid) el conocido como Palacio del Canto del Pico -que luego regaló a Francisco Franco-, para acoger "una interesante colección de los siglos XV al XVII de pintura escultura y mobiliario".

En este espacio alojó el claustro de Simat de Valldigna, que luego compró el Gobierno de la Comunidad Valenciana.

De todo ello da cuenta la profesora y el catedrático en un libro donde se analiza la evolución del patrimonio histórico y artístico español entre 1800 y 1950, y que observa, como antecedentes del destrozo del tesoro, principalmente a la Guerra de la Independencia, las desamortizaciones eclesiásticas, las guerras carlistas y la contienda civil (1936-1939).

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