Ernest Hemingway coqueteó con la muerte durante toda su vida. Participó en tres guerras y todos conocen su gran pasión por el toreo y por todas las actividades en las que la eterna lucha entre el hombre y la naturaleza se hacía evidente.
En uno de sus safaris en África, Hemingway llegó a estrellarse con una avioneta no una, sino dos veces. En el primer accidente se dislocó un hombro y el Herald Tribune anunció su muerte y la de su mujer. En el segundo accidente, sufrió quemaduras graves, una conmoción cerebral y lesiones en el estómago y los pulmones.
En la revocación de la amistad con Hemingway escrita en 1999 y añadida como epílogo a la edición de 2001 del libro Retrato de Hemingway - un magnífico reportaje sobre el escritor publicado por primera vez en The New Yorker en 1950 - la periodista estadounidense Lillian Ross dijo 'Se ha hablado mucho en estos últimos años treinta y ocho años sobre la muerte de Hemingway. Mary Hemingway dijo que había sido un accidente, y la creo. Hemingway no creía en el suicidio. Solía decir: 'No te mueras. Morir es la única cosa que es realmente inútil'.
Demasiada vida
Ernest Hemingway amaba la vida y creía en ella. Su actitud era la de un inmortal que podía permitirse jugar con la muerte. El libro Hemingway. Homenjae a una vida, recientemente publicado por Mondadori, es un álbum biográfico que celebra la vida de uno de los escritores más grandes de todos los tiempos a cincuenta años de su muerte.
Escrito por Boris Vejdovsky y presentado por Mariel Hemingway, hija de Jack, el primogénito del escritor y también escritora, el libro reúne más de 300 fotos y documentos de la Colección Hemingway de Boston, muchos de ellos inéditos.
Un libro necesario para todos los amantes de Hemingway, que permite curiosear desde la infancia en la vida de un gigante de la literatura que era capaz de combatir una guerra a la que nadie le había llamado y que sin embargo odiaba pisar una tienda de Nueva York para comprarse un abrigo nuevo.
Un hombre que se codeó con elegantísimas estrellas del cine llevando un trocito de papel enrollado en el puente de las gafas para que no le hiciera daño a la nariz. Todo esto era, es y sigue siendo Hemingway, el escritor que nunca muere.
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