Homenaje a "Antoñete", su magisterio en el ruedo y grandeza humana

  • La figura de Antonio Chenel "Antoñete", el torero por excelencia de Madrid en las últimas décadas, ha sido recordada hoy en un acto en el que se ha ensalzado su magisterio en el ruedo, y su personalidad como hombre bueno y sabio que fue también en la calle.

Madrid, 15 may.- La figura de Antonio Chenel "Antoñete", el torero por excelencia de Madrid en las últimas décadas, ha sido recordada hoy en un acto en el que se ha ensalzado su magisterio en el ruedo, y su personalidad como hombre bueno y sabio que fue también en la calle.

Un acto que moderó su amigo del alma, el periodista Manuel Molés, con quien compartió tarea en la narración de corridas por Canal+ y en el programa "Los Toros" de la Cadena Ser.

Molés ha entrevistado a otros dos personajes muy ligados a la vida de "Antoñete", el matador de toros Curro Vázquez y el director de cine Agustín Díaz Yanes, quienes han recordado anécdotas que fueron ejemplo de torería y humanidad del maestro Chenel.

Curro Vázquez ha contado que coincidieron muchas veces en la plaza y fueron muy amigos en la calle: "Compartíamos nervios y sufrimiento en el mismo hotel donde nos alojábamos. Yo acudía a su habitación más que él a la mía, porque el que aprendía era yo".

"El día de la despedida de 'Antoñete' quise estar con él todo el tiempo posible, y por la mañana le acompañé, como era costumbre en él, a visitar a la virgen de la Paloma", ha recordado.

Molés ha preguntado por las claves de esa tauromaquia y la capacidad que desarrolló Chenel, "sin haber matado un toro en el campo y haciendo muy pocos tentaderos, porque no le gustaba la forma de embestir de las vacas".

"Lo fundamental de su tauromaquia ha sido la colocación. Era impresionante ver cómo le cogía el sitio enseguida a los toros. A su edad hubiera sido imposible si no es por esa percepción en la plaza", ha respondido Curro Vázquez.

Díaz Yanes ha considerado que "fue un gran torero por todo eso que se dice de él, y también muy querido por el tendido. No se sabe cómo encontró el secreto de Madrid, de su público, al tiempo que descubría también las condiciones de los toros".

En realidad, un experto en todo, como ha asegurado Molés: "En el toro, en la vida y en las mujeres".

De su biografía taurina se han dado muchos datos claves, como la corrida del 8 de agosto de 1965, cuando salió por la Puerta Grande de Las Ventas.

Aquel triunfo cambió su vida, porque después toreó en Otoño, cortando una oreja, y al repetirlo al San Isidro siguiente, toreó dos corridas, una de Felipe Bartolomé con "El Cordobés", y otra de Osborne, que teóricamente era la más dura, con Victoriano Valencia y Fermín Murillo, y aquí se enfrentó al famoso toro blanco que le encumbró a la gloria.

Se ha hablado de que su mayor espejo fue Rafael Ortega, torero de una pureza extraordinaria, aunque las hechuras y figura de Chenel distaban mucho de su maestro. "Hasta en la forma de coger las orejas para pasearlas, con firmeza pero sin apretarlas, Chenel era distinto".

Díaz Yanes ha rememorado sus sentencias, que eran "auténticos pilares de películas", como cuando se le preguntó lo peor que siente un torero cuando no torea, a lo que respondió: "Ver pasar los coches de cuadrillas, mientras el tuyo está en el garaje".

"Fue un genio como torero y como persona. Hablando con él se aprendía de toros y de la vida", ha apostillado Díaz Yanes, quien vio la primera vez a "Antoñete" cuando tenía siete años.

"Torero absolutamente reverenciado por los toreros, incluso cuando no toreaba. Fue un personaje excepcional y todo lo que se diga de él es poco", ha añadido.

En el acto se proyectaron tres reportajes: sobre la faena al toro blanco de Osborne, de su última tarde con 67 años en Jaén, cuando le cortó dos orejas a un toro de Victoriano del Río, el 16 de octubre de 1999; y con "Romerito", su toro confidente, con el que vivió situaciones impensables entre un animal y un hombre".

Son muchos y entrañables los recuerdos, como dijo Molés, "de una gran persona y un inolvidable torero".

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