Jonze hace posible lo imposible en la dulce y desolada "Her"

  • La mirada triste y perdida de Joaquin Phoenix y la voz dulce y sensual de Scarlett Johansson son suficientes para creer en algo imposible: el amor entre un ser humano y un sistema operativo. Una historia descabellada que Spike Jonze ha sabido transformar en un filme tan tierno como desolador.

Alicia García de Francisco

Redacción Cultura, 20 feb.- La mirada triste y perdida de Joaquin Phoenix y la voz dulce y sensual de Scarlett Johansson son suficientes para creer en algo imposible: el amor entre un ser humano y un sistema operativo. Una historia descabellada que Spike Jonze ha sabido transformar en un filme tan tierno como desolador.

Nominada a cinco Óscar, la película muestra el complejo mundo interior de Jonze, un director que siempre sorprende con sus arriesgadas apuestas, desde "Being John Malkovich", su filme de debut en 1999 a "Where the Wild Things Are" (2009), una historia infantil poco recomendable para los niños.

Un camino que sigue con "Her", que cuenta con profundidad y sutileza la historia de amor entre un hombre que se dedica a escribir cartas en nombre de terceros y su nuevo sistema operativo, en un futuro cercano en el que las relaciones entre humanos y máquinas están más que aceptadas.

Partiendo de esa premisa de normalidad, el realizador -y también guionista- simplemente obvia la existencia de diferencias entre el hombre y el sistema operativo para centrarse en la construcción de un romance que crece al mismo ritmo que cualquier historia de amor entre humanos.

Para poner en pie esta película tan especial y tan normal al mismo tiempo, Jonze ha sabido escoger a los dos actores perfectos.

Phoenix da vida a un hombre solitario, tristón, inteligente y vulnerable, adjetivos que casan muy bien con la personalidad del intérprete. Y, como siempre, realiza una excelente interpretación.

Pero si hay algo que destaca por encima del resto es la maravillosa voz de Johansson, que sin aparecer físicamente en un solo plano de la película, realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Consigue no solo que Theodore (Phoenix) se enamore de Samantha, la inexistente mujer que se esconde detrás de la expresiva voz del sistema operativo, sino que la audiencia caiga fascinada por una personalidad creada de la nada y que es capaz de provocar las mismas reacciones que cualquier ser humano.

Una historia enmarcada en un halo de irrealidad creado con una luz difuminada y unos colores pastel que unifican no solo el ambiente sino la vida de unos personajes que de puro surrealismo son un ejemplo perfecto de la humanidad deshumanizada que ya se está creando.

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