Las Ventas toma partido por las "alimañas" de Victorino Martín

  • El público de Las Ventas, que los aplaudió en el arrastre como a bravos, tomó hoy partido por los ásperos y peligrosos toros de Victorino Martín -los que en esta ganadería se conocen como "alimañas"- y pitó con saña a los toreros, incluso después del grave percance sufrido por el banderillero Manolo Rubio.

Paco Aguado

Madrid, 6 jun.- El público de Las Ventas, que los aplaudió en el arrastre como a bravos, tomó hoy partido por los ásperos y peligrosos toros de Victorino Martín -los que en esta ganadería se conocen como "alimañas"- y pitó con saña a los toreros, incluso después del grave percance sufrido por el banderillero Manolo Rubio.

FICHA DE LA CORRIDA:

Seis toros de Victorino Martín, de muy desigual presentación y en su mayoría de muy feas hechuras. Dentro de un conjunto blando en varas, los hubo que sacaron aspereza, genio, fiereza, sentido e incluso sosería, pero todos con un comportamiento de muy escasa entrega, más cerca de la mansedumbre que de la casta.

Uceda Leal: pinchazo y estocada atravesada (pitos); pinchazo y estocada desprendida (pitos).

Antonio Ferrera: pinchazo y estocada atravesada (palmas tras aviso); tres pinchazos y estocada chalequera (pitos).

Alberto Aguilar: dos pinchazos y media estocada baja (ovación); siete pinchazos, estocada corta y dos descabellos (silencio).

Todas las cuadrillas hicieron un notable esfuerzo, destacando la poderosa brega de Rafael González con el tercero.

El banderillero Manolo Rubio fue intervenido en la enfermería de una cornada en la región perineal, con orificio de entrada y salida, con una profundidad de 15 cms. que alcanza el pubis y contusiona uretra y recto. Además, presentó una luxación de la rodilla derecha, con rotura del ligamento cruzado anterior y posterior y del ligamento lateral interno. Pronóstico grave, según el parte médico.

Y Alberto Aguilar fue atendido de un corte en el gemelo derecho, provocado por su propia espada, y un puntazo en la mano derecha, de pronóstico leve, que no le impidieron salir a matar al sexto.

La plaza se llenó en la vigésimo novena corrida del abono.

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COMO EN EL COLISEO

De vez en cuando, y sobre todo al final de una feria tan larga, la plaza de Las Ventas toma el cariz de un circo romano. Acaba el atracón de festejos, llegan las ganaderías "toristas" y la mayoría del público toma partido por los toros desde antes incluso de que salgan al ruedo.

Pero, aunque precedidos por su gran fama, hoy no hubo motivos para la euforia con unos "victorinos" que ofrecieron la peor versión, la cara más dura, áspera e ilidiable de la ganadería, por mucho que se les aplaudiera en los arrastres como si hubieran sido bravos.

Lo más cruel del asunto fue que, además, se pitara a los toreros que se jugaron muy seriamente el pellejo con ellos, con una saña tan arbitraria como injusta.

Porque lo que hoy hicieron los de luces, de oro o de plata, tuvo un tremendo mérito, obligados a tirar de todo su oficio y a exponer más de lo aconsejable ante varios toros que desarrollaron sentido y peligro, más o menos evidente, y que nunca embistieron con auténtica bravura.

Antonio Ferrera hizo un despliegue de lidia a la antigua, casi siempre esquivando y toreando sobre las piernas con clásica habilidad las secas y "orientadas" arrancadas de su lote.

Práctico a la vez que variado con el capote, en las faenas de Ferrera tuvieron especial mérito los tercios de banderillas que protagonizó ante dos toros que midieron todos sus pasos y que se le arrancaron siempre para herir. Pero el extremeño solventó la papeleta con inteligencia, valor y facultades.

Muleta en mano, su faena al segundo fue un pulso de astucia entre toro y torero que acabó en tablas, mientras que la del quinto fue un macheteo constante ante un animal de claro sentido que acabó ensañándose, cuando ya agonizaba, con el banderillero Manolo Rubio cuando éste se disponía a apuntillarlo.

Por su parte, Alberto Aguilar se enfrentó a un tercero de indómita fiereza al que plantó cara en una frenética labor de toma y daca, con el "victorino" moviéndose violenta y constantemente sin perdonar un error.

El menudo diestro madrileño no consiguió despegárselo en ningún momento, acusando las secuelas del percance que este invierno le limitó el juego del tobillo derecho, pero no por ello regateó esfuerzos, sin que apenas fuera reconocido por el público.

Con el también avieso sexto, una vez la plaza quedó consternada por el grave percance del banderillero, Aguilar ya no tuvo contemplaciones, aunque se eternizó pinchando.

El lote de Uceda Leal tuvo, aparentemente, menos complicaciones, pero el primero se guardó siempre unas malas intenciones que su matador no le dejó desarrollar.

El cuarto, en cambio, sacó un mínimo de nobleza aunque no acompañada de celo. Y la actitud con él de Uceda, profesional y sin gran tensión, fue considerada como un agravio por un público airado que la tomó especialmente con el madrileño.

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