Lucio Muñoz y sus grandes "Papeles", casi desconocidos, llegan a Madrid

  • El idilio del pintor Lucio Muñoz con la madera -quemada, arañada, teñida, raspada- fue absoluto hasta que descubrió el papel mojado. De este "adulterio pictórico" nacieron sus grandes "Papeles", luminosos y poco conocidos, que la Galería Marlborough expone desde hoy.

Concha Tejedor

Madrid, 27 mar.- El idilio del pintor Lucio Muñoz con la madera -quemada, arañada, teñida, raspada- fue absoluto hasta que descubrió el papel mojado. De este "adulterio pictórico" nacieron sus grandes "Papeles", luminosos y poco conocidos, que la Galería Marlborough expone desde hoy.

Su hijo, el escritor Rodrigo Muñoz Avia, recuerda así, en una conversación con Efe, el día en que su padre le enseñó, entusiasmado, los papeles que había comprado en una tienda de París. "En ese momento -cuenta- los dos sabemos que hay algo más en el estudio. A nuestra espalda, los grandes cuadros de madera parecen observarnos silenciosamente".

Lucio Muñoz (Madrid 1929-1998) llamó "Papeles" a las obras que hizo con pasta de papel, que le permitía trabajar de una forma más libre e intuitiva que la madera, la cual incorporó finalmente a estos cuadros junto con otros elementos plásticos.

"No son obras sobre papel, sino obra hecha en papel. Al igual que ocurre cuando trabaja con la madera, Lucio Muñoz deja que el papel hable su propio lenguaje, es una obra mayor a la que otorga la máxima importancia", ha explicado a Efe Muñoz.

El hijo del artista es además autor del texto del catálogo, "Así se hace un papel de Lucio Muñoz", que termina con una advertencia del padre: "En arte, todo lo que podamos llamar receta suele conducir al desastre".

La idea matriz de la exposición ha sido la de dar a conocer estos papeles grandes, alguno de casi 2 x 1,5 metros, que el artista realizó en 1993 y que solo habían sido expuestos en Madrid en la retrospectiva del Museo Reina Sofía de 2001 y en la Galería Marlborough de Nueva York en 1993.

La colección incluye también otras obras de menor tamaño y 'collages', creaciones que continuó realizando hasta 1997, casi hasta el final de su vida, en las que ya no utiliza la pasta de papel, sino papeles superpuestos, de distintos colores y texturas.

"Es un momento de plenitud de mi padre, en el que se siente muy feliz en el estudio, muy seguro, muy consolidado, con mucho reconocimiento", explica Muñoz.

"Aunque no luchaba demasiado por conseguir el reconocimiento, él lo apreciaba, tenía sus momentos de crisis e inseguridades, de los que vinieron cambios y aprendizajes. Cuando bajaba del estudio, en la cara se le veía cómo había ido el día. Mi madre (la pintora Amalia Avia) le decía: "cómo se nota que no te está saliendo el cuadro".

Los "Papeles" que cuelgan ahora de las paredes de la galería tienen el sello de Lucio Muñoz. Obras más luminosas que las realizadas en madera, desprenden toda su luz interna y llenan el espacio, mas que de sugerencias paisajísticas como muchas de sus tablas, de templos, altares y formas arquitectónicas en perfecto equilibrio.

Espiritualidad y misterio, como en todas las obras de Lucio Muñoz, que en esa época estaba interesado por la cultura mesopotámica, Sumeria y Asiria, que había visto en el Louvre. Y siempre la literatura por detrás: Thomas Bernhard, Saramago, Kafka, y los ingenios y maquinarias que ha contemplado en la Enciclopedia de Diderot y d'Alembert, que le han fascinado.

"Mi padre a lo que mas aspiraba era a que en sus obras hubiera tanta verdad como la naturaleza. En una exposición alguien le dijo: 'Tengo la impresión, Lucio, de que tus cuadros tienen alguna función ritual para ahuyentar tormentas o para atraer la lluvia'. Y mi padre respondió: 'Creo que nunca me han dicho nada mejor, con eso me identifico'" .

Por eso le gustaba dejar a la vista lo que siempre ha sido el soporte, la madera o el papel, que el material hablase su propio lenguaje. Iba cada vez desnudando más el cuadro. "En la superficie está la máxima profundidad", decía, no hacía falta llenarlo todo de elementos.

En la madera hace su progresión claramente, cada vez la deja mas al natural, la deja en la terraza de su estudio para que sea dorada por el sol y adquiera con la lluvia esos mohos que el sabía descubrir.

"Y con el papel -cuenta Rodrigo Muñoz- lo mismo: esto que siempre ha sido el soporte para dibujar vamos a dejarlo que hable solo, tiene una belleza propia maravillosa. Tenía unos bidones de pasta de papel empapada, chorreante, que volcaba encima de la madera y le iba dando forma con las manos, o con tablitas".

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